La adoración eucarística la realizarán y vivirán hombres y mujeres de recia fe, apostólicos, entregados, que descubren la Presencia de Cristo y la necesidad de estar con Él. A su vez, la misma adoración eucarística, sosegada y amorosa, va robusteciendo y acrecentando nuestra fe, para pasar de la debilidad, o el temor, o la rutina, al ardor y la entrega a la Persona del Señor.
Con la adoración eucarística, las aspiraciones y deseos del hombre, su corazón y todo su ser, se orientan cada vez más perfectamente a Dios, sin desviaciones, ni se permite que el corazón se ate a otros objetos u otros afectos legítimos pero desordenados. La adoración eucarística realiza en nosotros el gran lema: "¡Sólo Dios!"
"Os dije en España que la
Eucaristía es la fuente de toda vuestra vitalidad espiritual y apostólica;
porque con vuestra actitud de adoración, profundizáis en la fe, la esperanza y
la caridad. De esta manera, orientáis toda vuestra vida hacia Dios y, por
tanto, hacia el misterio del hombre y de la historia humana concreta" (Juan Pablo II, Disc. a la Adoración Nocturna española, 31-octubre-1983).
La interioridad y la contemplación piden un silencio interior y exterior. Entonces el alma se hace disponible para amar y para saber reconocer el Amor de Cristo, escuchando interiormente sus palabras, sus indicaciones, los suspiros y gemidos del Espíritu Santo en nuestro interior.
La vida cristiana posee como nota constante y definitoria la oración y la contemplación; por eso la adoración eucarística es un modo privilegiado de "estar" con el Señor, amándole y escuchándole.
"La adoración es un quehacer
ineludible de la Iglesia. Vosotros, adorando a Jesús Sacramentado, cumplís en
las Iglesias locales el encargo que el Apóstol nos hizo de orar sin
interrupción, imitando al Maestro que frecuentemente pasaba la noche en
oración.
Ese silencio contemplativo os
comunicará una gran capacidad de amar a Dios y a los hermanos. En efecto, en
medio del silencio de la noche, cuando parece que se aminoran las prisas y la
creación enmudece como esperando la palabra del Señor, oiréis en el
corazón la voz del Padre que os dice: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo
mis complacencias, escuchadle”.
Y al sintonizar cada vez más con
los sentimientos de Cristo Redentor, que ha venido a “dar su vida en rescate
por todos”, iréis descubriendo los intereses salvíficos del Señor sobre
los individuos, la familia, la juventud, la comunidad eclesial a la que pertenecéis,
la propia nación y la humanidad entera. Así presentaréis ante el Señor todo lo
que ha sido vuestra vida cotidiana, en sincronía con los problemas de los
hermanos redimidos por Cristo.
La Iglesia necesita de hombres y
mujeres como vosotros, convencidos del valor insustituible de la oración y
consecuentes con la obligación de todo hombre de dar gloria a Dios, como
premisa indispensable de cualquier acción que quiera ser beneficiosa para los
demás" (ibíd.).
Finalmente, de la adoración eucarística a la vida, porque la verdadera adoración transforma, fortaleciendo nuestra fe y nuestra conciencia cristiana y llevándonos así a un culto santo con la vida, en el mundo, mediante el testimonio, las obras santas, el ejercicio de la caridad, etc.
"Pero no podéis limitaros a la
actitud contemplativa de adoración y plegaria, porque no sería auténtica
vuestra oración, si no fuera acompañada de un compromiso de vida cristiana y de
acción apostólica. Solo así responderéis a la llamada de Cristo que os invita a
colaborar con El en la aplicación de los frutos de su obra redentora a toda la
humanidad. Considerad pues como parte importante del empeño apostólico de
vuestra Asociación la promoción del culto a Jesús Sacramentado y de cuanto
pueda contribuir a una mayor vivencia de las celebraciones eucarísticas y de la
comunión sacramental por parte de todos.
De ese modo seréis testigos
vivientes de que vuestra ocupación de adoradores no sólo no es algo estéril o
inútil para la comunidad eclesial, sino que es fuente de dinamismo cristiano.
Por ello, sed fieles a vuestro carisma, testimoniando la primacía de la
dimensión vertical en la vida religiosa del hombre. Así, uniendo a este
testimonio el doble compromiso de vivir cristianamente y de ayudar
espiritualmente a los hermanos, seréis fieles a vuestra identidad de adoradores" (ibíd.).
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