viernes, 30 de marzo de 2018

El bien de la paciencia (San Cipriano, IV)

No olvida san Cipriano, para exhortar a la paciencia cristiana, detenerse en la pasión de Jesús. En su pasión, Cristo nos dio un ejemplo para que sigamos sus huellas.

¿Podría ser de otro modo? En la pasión, Él se muestra modelo y ejemplo de todas las virtudes, y la paciencia aquí ocupa un lugar destacado.


El cristiano, con su paciencia, imita la paciencia de su Señor en la pasión y en la cruz.

"7. Aun durante la Pasión y la cruz, antes de derramar su sangre y de su cruel muerte, qué oprobios no escuchó con toda paciencia, qué burlas y afrentas no toleró, hasta recibir los salivazos Él, que había dado luz a los ojos de un ciego con su saliva; no mucho antes Él, en cuyo nombre son azotados el diablo y sus demonios por sus servidores, consiente en ser azotado, y en ser coronado de espinas Él, que corona a los mártires con flores que no se marchitan; en ser abofeteado con palmadas Él, que otorga la palma verdadera a los vencedores; en ser despojado de sus vestidos Él, que viste a los demás con la vestidura de la inmortalidad; en ser abrevado con hiel Él, que nos dio un manjar celestial; en beber vinagre Él, que nos brindó el cáliz de salud.


Él, no sólo inocente, justo, sino la misma inocencia, la misma justicia, es contado entre los facinerosos; la misma verdad es ahogada entre testimonios falsos, el juez que juzgará es juzgado y la Palabra de Dios es conducida a la cruz sin pronunciar palabra.

A la muerte en cruz del Señor se eclipsan los astros, se trastornan los elementos, se estremece la tierra, la noche vela el día; el sol, por no contemplar el crimen de los judíos, oculta sus rayos y cubre sus ojos, y Él no abre su boca, ni se conmueve, ni hace ostentación de su majestad ni siquiera en la Pasión; todo los sufre sin cansancio hasta el fin, para que se complete en Cristo una perfecta y consumada paciencia.

8. Sin embargo, tras de todo esto, a sus mismos asesinos, si se vuelven y llegan a Él, los recibe, y con su paciencia saludable a nadie cierra las puertas de su Iglesia, para salvarlos con su gracia. A los adversarios, a los blasfemos, a los eternos enemigos de su nombre, si se arrepienten de su delito, si reconocen la culpabilidad de su error, los admite no sólo al perdón, sino a la recompensa del reino de los cielos. ¿Qué más paciencia y más bondad puede haber? Pues recibe la vida de la sangre de Cristo el mismo que la ha derramado. Tal y tanta es la paciencia de Cristo que, si no hubiera sido por ella, no tendría hoy la Iglesia al apóstol Pablo.

9. Y si nosotros, hermanos amadísimos, estamos en Cristo, si nos revestimos del mismo, si Él es el camino de nuestra salvación, los que seguimos sus pasos saludables sigamos también su ejemplo, como el apóstol Juan nos lo enseña con estas palabras: “El que dice estar en Cristo debe andar como Él anduvo” (1Jn 2,6) Y el propio Pedro, sobre el que el Señor se dignó establecer su Iglesia, pone en una de sus cartas lo siguiente: “Cristo padeció por vosotros, dándoos ejemplo, para que sigáis sus pasos; el que no cometió pecado ni de cuya boca salió embuste; cuando era ultrajado, no devolvía ultrajes; cuando padecía, no amenazaba, y se entregaba en manos de quien lo condenaba injustamente” (1P 2,21-23)".


1 comentario:

  1. ¡qué meditación tan hermosa la de San Cipriano! Muy adecuada para el dia de Viernes Santo.
    Dios le bendiga

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