sábado, 30 de septiembre de 2017

A través del trabajo (Palabras sobre la santidad - XLV)

La santidad toma como materia lo cotidiano, lo profano, lo secular, que es amasado y que recibe una nueva forma por la acción de Dios.

Si pensáramos en una santidad de lo extraordinario y lo excepcional, la santidad se tornaría inalcanzable, imposible.


A veces, la percepción de la santidad, errónea, es que se logra a pesar de lo cotidiano, a pesar de la realidad, tan prosaica y monótona, de cada jornada, una igual que la otra, la de hoy igual que la del día anterior.

¿Santificarse? Parecería que lo cotidiano, el matrimonio, la familia, el trabajo, etc., serían obstáculos para la santidad, y que, sin ellos, se alcanzaría la santidad más plena, rápida, fácilmente.

Pero no se trata de santificarse "a pesar de", sino "a través de", a través del trabajo, a través del matrimonio, a través de las realidades seculares, profanas.

El trabajo mismo, la propia profesión, es un camino ordinario de santificación, evidente, normal, accesible a todos:

"No sólo hacer que hacer buena y santificar la profesión, sino que hay que considerarla como santificadora, perfeccionadora en sí misma. No es necesario salir del propio sendero para hacerse bueno. Basta permanecer, afianzarse allí; es suficiente dedica a las obligaciones específicas a la atención y fidelidad que hacen al hombre probo, honesto, justo, ejemplar; lo que comúnmente llamamos –pero hay que darle peso a esta palabra- un hombre bizarro, un buen hombre" (Pablo VI, Alocución a los participantes en el congreso de la unión de los juristas católicos italianos, 15-diciembre-1963).

El primer aspecto sería el convencimiento de que uno no se santifica a pesar del propio trabajo, sino a través de él, en su realización.

El segundo aspecto es que hay que hacer buena y santificadora la profesión, desarrollarla con un espíritu sobrenatural y con el mayor empeño en realizarla bien, a conciencia, con entrega, con perfección.

Y el tercer aspecto es asumir el propio trabajo como santificador, es decir, perfeccionador de la propia persona, capaz de desarrollar virtudes sólidas, de ofrecer una palestra y plataforma de desarrollo de lo humano y de perfección, de crecimiento. Así el trabajo no es un mero medio honesto de lograr un salario, sino un modo de desarrollar lo humano, de responder al bien común, ejercitándose en el crecimiento personal.

Entonces el trabajo, la profesión, va contribuyendo al crecimiento personal, si se vive con conciencia clara, espíritu sobrenatural, en presencia de Dios y llenos de su amor. Los bienes que reporta a la persona son muchos. Por eso la profesión es un camino ordinario de santidad.

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