La paciencia, virtud sumamente necesaria, modera en nosotros el miedo ante la muerte, la perspectiva de la misma muerte -siempre terrible- y el dolor hondo cuando se rompen los hilos del afecto con aquellos a los que estábamos unidos y la muerte nos los arrebató.
La muerte, al no ser definitiva, ni victoriosa, es vencida con paciencia, hasta que, por pura gracia, si hemos vivido en santidad y justicia, podamos gozar de la vida eterna, de la resurrección de la carne y del reencuentro feliz con todos los santos en el cielo.
Sin paciencia, la muerte es demasiado angustiosa y la vida se convierte en una carrera sin freno para apurarla ante el temor de que después no hay nada más.
"Capítulo 9: La paciencia atempera el dolor ante la muerte
Ni siquiera esa especie de impaciencia que se origina de la pérdida de las personas allegadas, tiene excusa, aun cuando la defienda tan especial sentimiento de afecto. Hay que anteponerle el respeto debido a la intimación del Apóstol, que dice: "No os entristezcáis por la muerte de nadie, como los gentiles, que no tienen esperanza" (1Ts 4, 13). Y con razón. Si creemos en la resurrección de Cristo, creemos también en la nuestra, pues Él por nosotros murió y resucitó.
Luego, constándonos la resurrección de los muertos, está demás el dolor por la muerte, y con mayor razón está demás la impaciencia de ese dolor. ¿Por qué, pues, te has de afligir si crees que no ha perecido? ¿Por qué has de llevar con impaciencia que se haya ido momentáneamente, el que crees que deba volver? Ausencia es lo que juzgas muerte. No se ha de llorar al que se nos adelante, sino tratar de alcanzarlo.
Sin embargo, este mismo deseo de alcanzarlo, también debe ser moderado por la paciencia. En efecto, ¿por qué has de sufrir con impaciencia la partida de aquel a quien pronto has de seguir´? Por lo demás, en estas cosas la impaciencia presagia mal de nuestra esperanza y es traición a nuestra fe.
Sin embargo, este mismo deseo de alcanzarlo, también debe ser moderado por la paciencia. En efecto, ¿por qué has de sufrir con impaciencia la partida de aquel a quien pronto has de seguir´? Por lo demás, en estas cosas la impaciencia presagia mal de nuestra esperanza y es traición a nuestra fe.
Asimismo ofendemos a Cristo cuando lloramos, como si fueran infelices, a los que fueron llamados por El. ¡Cuánto mejor expresa el deseo de los cristianos lo que dice el Apóstol: "Deseo ya ser recibido y estar con el Señor!" (Flp 1, 23) Por lo tanto, si con impaciencia sufrimos por los que alcanzaron su descanso, mostramos no quererlos alcanzar".
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