sábado, 11 de octubre de 2014

Los textos litúrgicos (y II)

Continúa el texto de Guardini, describiendo el sentido, el contenido y la forma de las oraciones de la Misa. Su enseñanza puede muy bien educar nuestro paladar espiritual para saborear estos preciosos textos de la Misa, las oraciones.


    "Pero en otro sentido, estas oraciones tienen un significado pleno, precisamente por la orientación que la plegaria adopta en ellas. El Catecismo afirma que rezar significa “eleva el corazón hacia Dios”, porque Dios está por encima de nosotros, razón por la cual nuestro camino hacia él se dirige hacia las alturas. Él está también en nosotros, por eso el camino hacia él conduce hacia nuestro santuario interior. 

¿Cómo se produce ahora este movimiento? ¿Hay un orden que lo guía? Cualquiera sea su contenido, todas las oraciones concluyen con una frase particular, la llamada cláusula, que está concebida en estos términos: “...por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos”. Aquí aparece claramente el orden por el cual preguntábamos líneas arriba, el cual tiene su fundamento en la relación que existe entre la meta, el camino y la fuerza con la cual se recorre este último.

La meta es el Padre, a él se dirige la oración que busca su rostro; el camino es Cristo y la fuerza es el Espíritu Santo. En esto se funda la ley de la oración litúrgica, la cual tiene una importancia fundamental, ya que surge del orden por el cual las tres Divinas Personas han consumado la obra de nuestra redención. Todo procede del Padre y retorna a él. Él ha creado el mundo en el Logos, pero como el hombre pecó, el Padre envió a su Hijo al mundo para que lo redimiera y lo retornara a él. La fuerza por la que el Hijo eterno se hizo hombre y consumó su obra era el Espíritu Santo. En la fuerza de este mismo Espíritu, al que el Padre envió hacia nosotros en el nombre de su Hijo, reemprendemos el camino hacia el Padre. Pero el camino es Cristo. Nosotros somos cristianos en Cristo, nuestra vida nueva es un ser-en-él. Orar cristianamente significa orar en Cristo.

    Si nosotros, fijando nuestra atención en este punto, contempláramos toda la liturgia, notaríamos que aquél ante cuya mirada esta última realiza sus acciones y hacia quien se dirigen sus palabras y sus gestos es casi siempre el Padre. Muy rara vez, y siempre con un motivo particular claramente reconocible, la liturgia se dirige al Hijo. Por ejemplo, en el Gloria, cuando se le reza sucesivamente  cada una de las tres Divinas Personas, o también en el Cordero de Dios, cuando parece que el sacerdote mira a los ojos al Redentor, que se ofrece como alimento. Las oraciones de épocas más tardías se dirigen más bien a Cristo, pero frecuentemente sentimos que, de alguna manera, están fuera de lugar. 

El rostro santo al que se dirigen las frases de la liturgia es el del Padre. Cristo está en todo lugar, pero como el ámbito vital en el que todo se hace presente y como el “camino” sobre el que se transita. Su revelación es la verdad que nos sale al encuentro en todas partes. Su vida, muerte y resurrección es el poder que renueva todo. Su realidad viviente es la imagen y el modo de la existencia santa, la sustancia en la que nos introducimos y en la que debemos existir. Pero el Espíritu Santo es la fuerza por la que debemos consumar esta unión con el Hijo como acercamiento al Padre.

    Todo esto es muy importante, porque en ello se expresa el orden de la existencia cristiana. Este orden es tan verdadero y esencial, que realmente no somos conscientes de él. Antes que nada, lo experimentamos cuando recurrimos a otras oraciones, surgidas en cualquier momento y por cualquier circunstancia, y percibimos cómo nos agobian. Las cosas más importantes son aquéllas que no se perciben, pero que forman parte de los supuestos básicos de la existencia, razón por la cual no se las contempla, sino que se vive en ellas. Nos damos cuenta de cuán importantes son cuando carecemos de ellas: el aire y la luz, el ordenamiento del espacio y del tiempo, el territorio sobre el que se apoyan nuestros pies, y el camino que recorremos desde el origen hasta la meta. Algo similar a esto es el orden del que hablamos, sólo que es más grande y santo, por encima de todo. Es el orden de la verdad y del amor en el que Dios mismo vive y según el cual ha creado y redimido al mundo. Él nos llama nuevamente a insertarnos en este orden, y, según ese orden, también debe perfeccionarse nuestra oración”.
Romano Guardini,
Preparación para la celebración de la Santa Misa,
Edibesa-San Pablo, Buenos Aires, 2010, pp. 67-69.

3 comentarios:

  1. En varios aspectos no estoy de acuerdo con Guardini:

    1.- “Las oraciones de épocas más tardías se dirigen más bien a Cristo, pero frecuentemente sentimos que, de alguna manera, están fuera de lugar” pues, como el mismo autor reconoce, Cristo es nuestro ámbito vital.

    2.- Cuando dice “Orar cristianamente significa orar en Cristo al Padre”, yo añadiría más: ‘nuestro corazón puede convertirse en un altar en el que es Cristo quien ora’.

    3.-Cuando dice: “Este orden es tan verdadero y esencial, que realmente no somos conscientes de él… Las cosas más importantes son aquéllas que no se perciben, ... supuestos básicos de la existencia (aire, la luz espacio…), razón por la cual no se las contempla, sino que se vive en ellas”. Guardini, al hablar así, está hablando de una vida vivida de forma inconsciente y no todo el mundo vive así, gracias a Dios.

    4.- Produce una impresión sobre Cristo como un simple intermediario, lo crea así o no el autor . Y Cristo es Dios hecho hombre.

    5.- Cuando dice “recurrimos a otras oraciones… y percibimos cómo nos agobian” No sé a que se refiere el autor pero esta frase parece una crítica a los que no oran como él, extremo que considero totalmente inadecuado y bastante presuntuoso.

    Desde la aurora hasta la noche mi alma aguarda al Señor (de las antífonas de las I Vísperas).




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    1. Julia María:

      Espero que se note mi tono de humor y desenfado al escribir.

      Me he sonreído y reído: ¡¡no sólo me discute a mí!! Uff. ¡¡Es un alivio!! También al mismo Guardini.... jejejejeje

      Haré de abogado defensor, con permiso de la fiscalía, rebatiendo algunos -no todos- de los argumentos expuestos en su alegato, vibrante, brillante.

      El punto 1 y 2 se explican mejor por la historia de la liturgia. Se codificó en los primeros concilios que la oración litúrgica era ad patrem per Christum in Spiritu, pero nunca se oraba directamente a la Persona del Hijo.

      Sólo en la Edad Media, en el ámbito franco-carolingio, se comienzan a multiplicar en la Misa oraciones, apologías, dirigidas a la persona del Hijo y se deja un tanto de lado la dinámica trinitaria de la oración litúrgica.

      Debo suponer, así pues, que es a esto a lo que se refiere Guardini.

      En el punto 3, Guardini realiza una constatación. Me sitúo en medio de ambos: sólo el poeta y el místico perciben y gozan de todo eso; en general, la inmensa mayoría, viven muy inconscientemente.

      Y sin entrar en el punto 4 de su alegato, señora fiscal, por haberlo abordado tangencialmente antes, paso al último punto. Otras oraciones pueden ser composiciones muy humanas, largas, literariamente farragosas. El rito romano, por el contrario, como bien sabe la señora letrada, es sobrio, conciso. Creo que es a esto a lo que se refiere Guardini.

      Dicho lo cual, y con la venia, espero que también haya sonreído y reído con mi respuesta.

      Saludos.

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    2. Guardini y yo estamos en desacuerdo en determinadas consideraciones que formula en su obra y si yo, en la entrada I de este tema, aconsejaba la lectura de este autor ya dije que lo hacía porque, analizando lo que expresa, entiende uno muchas cosas de las que han pasado y siguen pasando. Creo con santo Tomás que el anhelo de la inteligencia, don de Dios, es la verdad y discrepo porque la busco ardientemente; no me bastan las opiniones ni me impresionan los ‘títulos’.

      Como mi amable interlocutor se explica muy bien en su condición de abogado defensor, estoy de acuerdo con vd pero… no con Guardini. No le voy a discutir la historia de la liturgia ¡Sólo faltaría eso! Pero el leproso, el ciego, la mujer pecadora… le rogaron a Jesús y un gran número de santos también ¡Es el Señor! dijo Juan. Una cosa es resaltar la oración a la Trinidad y otra muy diferente lo que expresa Guardini en el párrafo transcrito. Yo soy de los fieles que agradecieron profundamente al Papa Benedicto XVI que colocara al Crucificado sobre el altar en la celebración de la Santa Misa.

      No me convence el ejemplo de Guardini en cuanto al aire, la luz, el camino… Precisamente quienes resaltan la percepción de estas realidades son, sobre todo, los amigos de las filosofías orientales como si los cristianos no fuésemos concientes de ellas.

      Discrepo un poquitín de vd: no sólo el poeta y el místico perciben esas realidades, las percibe todo el que piensa; cosa diferente es que se haya ido perdiendo a pasos agigantados la capacidad de pensar.

      Estoy de acuerdo con vd: existen oraciones farragosas y excesivamente largas pero la frase de Guardini no me gusta, no se tira la piedra ‘a ver a quien da’, se expresa claramente a que se refiere uno o se calla.

      ¡Ah! A mí me gusta la sobriedad en la liturgia y en el arte litúrgico.

      ¡Claro que me he reído! Pero si me regañara tampoco me enfadaría, simplemente meditaría sobre ello ¿Queda algo por debatir señor abogado defensor? Mire que le acuso de intrusismo profesional... (risas)

      Buenas noches.

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