lunes, 20 de agosto de 2012

Ante la crisis no sólo económica... (I)

La luz de la fe interpreta la realidad llegando a la verdad de las cosas. Y bajo su luz es como hay que afrontar la realidad y sus cuestiones profundas.

Por otra parte, la fe, cuando es verdadera, tiene que ver con todo lo que somos, lo que vivimos, los que nos rodea. Dejemos de pensar que la fe es mero sentimiento o devoción o tradición para unas costumbres religiosas, y retomémosla en la verdad de su ser. La fe incide en la vida personal y social.

Así la fe tiene mucho que decir ante la realidad que ahora vivimos desde hace varios años, una llamada "crisis económica" que es más, y más profunda, que meramente "económica". Estos son sus efectos, pero atajar los efectos con medidas diversas pero no curar las causas, es un despropósito.

La doctrina social de la Iglesia ha de guiarnos, así como la palabra de la Iglesia para proporcionarnos principios rectores e iluminadores.

El pasado 15 de agosto, en la Basílica de Begoña, el Obispo de Bilbao, D. Mario Iceta, pronunció una amplia y densa homilía, llena de sentido común, de aliento, pero también de discernimiento. Nos va a servir para situarnos claramente ante la situación social, económica, cultural, etc., en que vivimos.

Leámosla despacio e incluso varias veces. Los subrayados en negrita o en cursiva son propios de la homilía del Obispo.

"Queridos hermanos y hermanas.

1. Celebramos hoy la fiesta de la Asunción de la Virgen María. El libro del Apocalipsis nos relata la victoria sobre el dragón de la Mujervestida de sol, a punto de dar a luz. Esta victoria es la de Cristo resucitado, nacido de María, que vence el pecado, el odio, la injusticia y la muerte. María es asociada de modo singular a esta obra de salvación de su Hijo. Hoy celebramos el episodio definitivo de su vida: tras su asunción al cielo, comparte para siempre la victoria y la vida plena de Cristo. La celebración de esta hermosa fiesta aviva en nosotros la esperanza de poder superar las dificultades que nos acechan con la ayuda y la gracia de Dios, con la protección materna de María. Esta fiesta nos ayuda a levantar la mirada y ver más allá, percibir el horizonte de salvación y de gozo que Dios nos ofrece y del que María participa plenamente. Supone un nuevo estímulo, un impulso renovado y una capacidad real para hacer presente entre nosotros el Reino de Dios. El cántico del Magnificat proclamado por María es el canto de alabanza por la acción de Dios a favor de la humanidad, es el cántico de esperanza de los sencillos, de quienes ponen su confianza en el Señor.


2. En esta jornada festiva, la mirada y el corazón de la diócesis quiere estar muy cerca de los que estáis sufriendo duramente estos tiempos de crisis. Como afirma San Pablo, si un miembro sufre, todos sufren con él (1 Co 12,26). Quiero transmitiros en nombre de todala Iglesia diocesana nuestra cercanía, nuestra preocupación por vosotros, y ofreceros toda la ayuda que os podamos prestar. Me gustaría agradecer a Cáritas, a las instituciones diocesanas y a tantos fieles que sin desfallecer comparten su tiempo y sus bienes con los que sufren. Damos gracias a Dios por los organismos públicos y privados, y tantas personas de buena voluntad comprometidas en ayudar a quienes están padeciendo la crisis.

3. En la última Carta pastoral de Cuaresma y Pascua, titulada una economía al servicio de las personas, examinábamos los efectos, las causas y las raíces de esta crisis. Evidenciábamos la crisis antropológica, ética y cultural que subyace a la crisis financiera, la carencia de reglas y control adecuados, los comportamientos carentes de ética y responsabilidad, el distanciamiento entre la economía financiera y la real, la búsqueda de lucro desproporcionado, la especulación incontrolada, la codicia, la corrupción, el derroche, la falta de previsión, el descontrol y negligencia en muchas decisiones y en organismos de supervisión. Hacíamos, así mismo, un llamamiento a la conversión, la invitación a una reflexión profunda sobre las causas estructurales de la crisis, la identificación y transformación de estructuras de pecado, y concluíamos con una invitación a la esperanza y a vivir de modo concreto la caridad en la justicia, la participación, la compasión y la solidaridad. Me consta que muchos lo hacéis de diferentes modos. Intensifiquemos este compromiso. Seamos constantes y generosos".


Sólo quiero destacar un punto: cómo alienta a la esperanza. A veces la crítica social se reviste de sabor amargo, crítico, lleno de veneno y hasta resentimiento. Todo se reduce a criticar o a personas o a partidos o a sectores sociales empleando a los que sufren. Aquí, sin embargo, lo primero es alentar a esa alto número de población afectado y abrirles las puertas de la Iglesia, urgiendo a los católicos a proseguir en las acciones sociales y caritativas con la misma o mayor generosidad aún.  La Iglesia sufre con los que sufren, aun cuando no salga por TV.

La esperanza -siempre llevada de la fe y de la caridad- nos permite afrontar el presente construyendo el futuro, guiados por la búsqueda del Bien común. El ejercicio de la fe nos mete de lleno en la realidad para transformarla según Dios.




2 comentarios:

  1. Las palabras llenas de esperanza del señor obispo son consoladoras. También quisiera comentar, que aunque, tal vez para la mayoría, no existe lo que no sale en televisión, es posible que justamente eso que no sale en le televisión, pueda transformar la sociedad, como la levadura transforma la masa. Pudiera ser, que no tenga efectos a corto plazo, sin embargo, DIOS actúa a largo plazo. Muchas gracias, Padre, una vez más. DIOS le bendiga.

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    1. Me encantó el tono de esperanza de esta homilía. Porque a veces hablamos de los parados y de los que sufren como un argumento dialéctico para arrojarlo en la cara de adversarios (políticos, económicos o ideológicos).

      Pero comenzar diciendo que todos sufrimos con los que sufrís y que la Iglesia está a vuestro servicio... es otro tono.

      Además la insistencia social: todos colaboramos con Cáritas y demás instituciones caritativas de la Iglesia y hemos de seguir esforzándonos en ello, con generosidad.

      Creo que todo buen católico debería tener asignado mensualmente una cuota económica a su parroquia (la Iglesia la sostenemos los fieles) y otra cuota a Cáritas (parroquial o diocesana). Lo demás... es agua de borrajas y lenguajes bonitos pero incoherentes con la vida.

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