martes, 8 de noviembre de 2011

Apostolado realista, sin falsas ilusiones, sensato

La libertad de los hijos de Dios permite que no todos los corazones estén abiertos para recibir la Palabra: hay corazones que se niegan a cambiar y otros que, en actitud aparentemente más abierta, se resisten a cambiar. Es abrirse o cerrarse a la conversión, abrirse o cerrarse a la gracia de Dios, a la conversión que revitaliza el corazón de piedra hasta hacerlo corazón de carne. Esto no es nuevo: basta leer con detenimiento el Evangelio y ver las distintas reacciones ante la predicación de Cristo. ¿Cuántos le oyeron? ¿Cuántos creyeron en su Palabra? ¿Cuántos le siguieron después? Por último, ¿cuántos le fueron fieles hasta el final? Es el misterio de la libertad humana que hemos de considerar con todo realismo.

    El que realiza el apostolado no puede ser ni iluso ni insensato: no todos están esperando el Evangelio, no todos lo van a aceptar. Muchos edifican su apostolado sobre arena: piensan que cambiando los métodos que se habían utilizado, cambiando el lenguaje y los contenidos, muchos aceptarán el Evangelio y se volverán hacia el Señor. Pero la realidad se impone, y el problema no es el método, el lenguaje o el entusiasmo, sino el corazón del que recibe la Palabra.

    La tentación de este falso optimismo vitalista induce a venirse abajo, desanimarse y abandonar cuando, habiéndose entregado con generosidad y esfuerzo, palpa unos resultados mínimos a todo lo que él habría deseado, no por él, sino por la Iglesia y el Reino.

    El principio de realidad se impone y nos resitúa: trabajamos y servimos a un pueblo concreto, a veces, de dura cerviz, que le cuesta trabajo creer, que prefiere Egipto a la libertad del Éxodo. Y esto exigirá del cristiano ilusión, ánimo, fe, entrega al Señor, paciencia y perseverancia. Una y mil veces volver sobre la tarea emprendida, evangelizar y servir, que no es nada fácil. El Señor conocía a su pueblo y leía en los corazones de los hombres: a cada uno le daba la palabra o el gesto necesario para que creyera. Sabía hasta dónde podía dar cada uno y lo que se puede esperar de cada persona y sus talentos, sin absolutizar (siempre es posible una conversión repentina, camino de Damasco) confiando en la gracia que puede transformar a toda persona.


   Cristo mismo ejerció su ministerio con esperanza, pero sin falsas ilusiones. Sufrió la crueldad de los que le abandonaban porque su predicación era demasiado exigente y sintió lástima del que prefirió las riquezas a su seguimiento. Pero no por eso abandonó su tarea misionera.

    El optimismo vitalista puede desilusionar al que choca con la realidad y no encuentra en ella lo que su imaginación le había hecho soñar. La esperanza en Cristo, cimentada en su amor, sitúa al apóstol de forma distinta: sirve sin confiar en los resultados, ni soñar en un paraíso que no existe. A un pueblo concreto y a unos hermanos concretos es a los que tiene que servir y que amar.
Cuando el corazón se pone en Jesucristo y se confía y espera en él, se camina seguro incluso por las cañadas oscuras, a veces, del apostolado. Habrá que vigilar las inclinaciones del corazón, y no comenzar un trabajo pastoral desde el idealismo de nuestra fantasía, sino desde la realidad concreta en la que el Señor nos pone. No juzgar a los que nos precedieron pensando que nosotros somos la respuesta válida, porque tal vez quienes nos precedieron hicieron más de lo que nosotros podríamos hacer pero no hallaron respuesta. No ilusionarnos en que por cambiar algunas cosas periféricas (libros de catequesis, método, horario...) las personas van a responder en masa entusiasmadas.

Para ser apóstol, hay que tener los pies en la tierra y el corazón, con esperanza, en el cielo.

14 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, falsear la Verdad solo nos lleva a compartir medias verdades o incluso mentiras. ¿Quien querrá adherirse a una mentira? Tarde o temprano la incoherencia se hará patente.

    También es cierto que muchos confunden cambiar el lenguaje con cambiar el mensaje. Al ser humano del siglo XXI hay que hablarle de lo mismo que al ser humano del siglo I. Lo que si pueden cambiar son los ejemplos, reseñas, comparaciones e incluso utilizar palabras que hoy en día se ajustan mejor al significado del Mensaje de Cristo. Pero el Mensaje debe ser transmitido íntegro.

    Un saludo en el Señor. Que Dios le bendiga D. Javier :)

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  2. Me ha encantado: " ...servimos a un pueblo concreto, a veces de dura cerviz.." Qué prudente es Vd. don Javier porque ¡mira que somos cabezotas!

    ¡Qué Dios les bendiga!

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  3. Ser realista pone en su lugar todo: el lenguaje, los gestos, la fidelidad al Evangelio. Es una maravilla esto de ser realista.

    Muchas gracias, padre, lo comparto en mis grupos.

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  4. Ciertamente el apostolado cristiano no vive de ilusiones, sino del poder de Dios.

    La clave pienso que está en la santidad, y en el realismo de los santos, que no es sino una locura a los ojos del mundo.

    Cuanto más santos seamos, más fecundo será nuestro apostolado. Más almas ganaremos para Cristo, porque el poder divino atraerá hacia Sí a las almas a través nuestra sin violentar sus voluntades.

    El apóstol es un enviado, y su apostolado será fecundo si Aquel que envía está presente en el enviado, actuando a través de Él.

    En Envangelii nuntiandi,72, el magisterio de Pablo VI nos enseña la centralidad de Cristo en nuestro apostolado. Es el Señor con su poder Quien lo hace fructificar.

    En la santidad, pues, está la clave. Dice Pablo VI:

    "es necesario que nuestro celo evangelizador brote de una verdadera santidad de vida y que, como nos lo sugiere el Concilio Vaticano II, la predicación alimentada con la oración y sobre todo con el amor a la Eucaristía, redunde en mayor santidad del predicador"

    Un abrazo

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  5. Buenas tardes don Javier. "Los pies en la tierra y el corazón, con esperanza, en el cielo." Procuaré seguirlo así.Un abrazo.

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  6. Miserere:

    Exactamente esa es la clave. Pero el mensaje -el Evangelio, la doctrina de la fe- es la misma e inmutable, no está sujeta a los vaivenes de las modas e ideologías.

    Julia María:

    ¡Ay, amiga, si yo le contara!

    Como sacerdote me he encontrado con duras cervices y con cabezotas redomados. A mí me enervan: ¡muy paciente no soy! Pero ya tengo hasta anecdotario por escribir de los años de sacerdocio.

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  7. Maricruz:

    Así, así. El principio de realidad es fundamental; en ella se verifica la fe.

    ¿Dónde dice que lo va a compartir? ¿En qué grupos?

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  8. Alonso:

    Es verdad que, como ley ordinaria, cuanta más santidad personal (centrada en Cristo, vida de la Gracia, etc) mejor y más abundante y fructífero el apostolado.

    Pero la ley ordinaria tiene asimismo sus excepciones, la de santos que han vivido la esterilidad como un misterio de Cruz, la de una vida entregadísima sin resultados visibles algunos. Y eso también hay que considerarlo y valorarlo.

    Me alegro de verle por aquí con frecuencia.

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  9. NIP:

    ¿A que le gustado la frase, eh? ¡Es buena frase!

    (¿Qué ha pasado con su blog "xtobefree.blogspot.com"?)

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  10. ¡Se me olvidaba, amigos!

    Recemos por la madre de "Marián", hermana nuestra del blog, que sigue hospitalizada y no pinta muy bien que digamos.

    En comunión!

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  11. Amigo mío, esa excepción que dice a la ley ordinaria es la ley extraordinaria del martirio, del sufrimiento testimoniante.

    Aparentemente es un fracaso, pero luego no lo es. Cuando la ley ordinaria no da resultados visibles, es el don del martirio el que abre la tierra y planta la semilla.

    Estoy convencido de que la dureza del corazón de esta sociedad sólo es capaz de vencerla el don del martirio. La Iglesia de hoy necesita apóstoles con vocación martirial, desde el campo de la política, hasta el terreno de la teología, la enseñanza o la vida religiosa.

    Ya se sabe: sangre de mártires, semilla de cristianos.El martirio aporta la gran fecundidad apostolica cuando esa ley ordinaria que vd bien dice falla.

    San Pedro Chanel estuvo cuatro años evangelizando a los indígenas de Oceanía, en Futuna. la hostilidad que recibía era espantosa. Durante sus años de apostolado no consiguió bautizar a nadie.

    Pero fue después de su martirio que su sangre derramada consiguió que toda la isla se convirtiera.

    un abrazo y gracias por sus palabras.

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  12. Y por otra parte, está el hecho de que, gracias a esa vida entregadísima sin resultado visible alguno,

    se distribuyen incontables gracias de conversión a través del Cuerpo Místico por la Comunión de los Santos, de forma que pueden convertirse incluso personas que esa persona no conoce ni conocerá.

    Esta es la causa de que una simple muchacha monja que nunca ha salido de un pequeño convento provinciano sea nada más y nada menos que Patrona de las Misiones.

    Si hay santidad el apostolado siempre es fecundo, sea por la ley ordinaria o la extraordinaria, y por la Comunión de los Santos.

    ¡Quién sabe cuántos se han convertido gracias al apostolado aparentemente fracasado de un santo al que ni siquiera conocieron!

    Y es que el Cuerpo de Cristo es un gran Misterio y todos los miembros se benefician de lo que hacen los otros miembros, aunque ni siquiera los conozcan.

    Perdone el discurso y gracias otra vez por su cercanía siempre amable.

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  13. Yo también pienso que en gran parte la clave de un buen apostolado es la santidad. Puedo conocer a una persona que me hable genial del Evangelio, que casi pueda converncerme, que me impresiones con sus palabras...pero de nada servirá si no veo santidad en sus actos.

    los sacerdotes que aparecen en los medios de comunicación por abusos a menores, robos y demás polémicas a lo mejor tienen una pastoral estupenda y activa, que acerca a la gente a Cristo, pero ¿ cómo se sentirán ahora esas personas?

    Un abrazo

    PD. El padre de mi amigo recibió el alta hospitalaria hace una semana. ahora ya está en casa, con una dura recuperación pero con un desarrollo óptimo. gracias a todos por vuestra otración

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  14. Alonso:

    A eso me refería, a todo lo que vd. ha desgranado hábilmente.

    Carolina:

    Me alegro (¡nos alegramos!) todos de la buena noticia. Seguiremos todos rezando y díselo así a tu amigo sacerdote: que esta comunidad católica -vía Internet- sigue rezando por su padre.

    Un beso, amiga mía.

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