domingo, 11 de abril de 2010

Todos los milenios se concentran en una noche

El pregón pascual que canta la liturgia ambrosiana en la noche de la Vigilia pascual difiere notablemente del que en esta noche habremos escuchado en nuestro rito romano. Es una pieza elaborada para cantar que todo se cumple en Cristo resucitado, y para ello emplea el juego de la tipología, es decir, todo en el Antiguo Testamento era figura de lo que en esta noche iba a ocurrir: el cordero era Cristo, el maná era la Eucaristía, el mar Rojo y el Jordán el bautismo y la resurrección, la ley cede ante la gracia. ¡Todo es nuevo!

"Esta víctima es el Cordero prefigurado por la ley antigua; no es elegido por el pueblo sino enviado desde el cielo.
Al rebaño nadie lo guía, ya que Él mismo es el Pastor.

Con la muerte y con la resurrección

se dio por completo a las ovejas

para que la humillación de un Dios
nos enseñase la mansedumbre de corazón
y la glorificación de un hombre
nos ofreciese una gran esperanza.
Ante quien lo esquilaba,
Él no quiso balar queja alguna,
sino que dijo con voz profética:

“Dentro de poco veréis al Hijo del hombre,
sentado a la derecha de Dios”.

Con su sacrificio, oh Padre,
te reconcilió con tus hijos,
y, en su divino poder,
nos otorgó tu perdón mismo.

Todos los siglos de las profecías antiguas
hoy por nosotros se cumplen en Cristo.


He aquí ahora: en esta noche bienaventurada

la columna de fuego resplandece

y guía a los redimidos a las aguas que dan la salvación...


Abandonamos nuestro voluntario ayuno:

Cristo, nuestro cordero pascual,
es inmolado por nosotros.
Su cuerpo es alimento vital,
su sangre es embriagadora bebida;
la única sangre que no contamina,
sino que da la salvación inmortal a quien la recibe.
Comemos este pan sin fermento,

recordando que no sólo de pan vive el hombre,

sino de toda palabra que viene de Dios.
Este pan bajado del cielo
vale mucho más que el maná,
llovido de lo alto como fecundo rocío.
Nutría a Israel
pero no le arrebataba de la muerte.
En cambio a quien se nutre de este cuerpo,

conquista la vida perenne.


He aquí ahora: todo culto antiguo declina,

todo para nosotros se va convirtiendo en nuevo.
El cuchillo del rito mosaico está arrinconado.

El pueblo de Cristo no sufre heridas,

sino que, signado por el crisma, recibe un bautismo santo.

Esta noche debemos esperar en vigilia
que nuestro Salvador resurja.
Tengamos entonces las lámparas encendidas

como hicieron las vírgenes prudentes;

el retraso podría retardar el encuentro
con el Señor que viene.
Ciertamente vendrá en un abrir y cerrar de ojos

como el relámpago súbito que brilla de un extremo
al otro del cielo.
El desarrollo de esta vigilia santa

abraza por completo el misterio de nuestra salvación;

en el rápido transcurso de una única noche

se cumplen los anuncios y hechos proféticos de varios milenios.

Como a los Magos la estrella,

a nosotros nos hace de guía en la noche
la gran luz de Cristo resucitado,
que el sacerdote con apostólica voz
hoy a todos proclama".

¡Oh noche de santidad y gracia, de fuego y luz, de amor y misericordia!
Los milenios están concentrados en la noche pascual que hemos vivido en vigilia, con las lámparas encendidas.

2 comentarios:

  1. ... ¡Qué bonito! Ha sido un gusto leer esto.

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  2. Los textos litúrgicos son realmente geniales, unas vetas incomparables en la mina profunda del Misterio. Conocerlos -sean de rito romano, orientales, hispano-mozárabe o ambrosiano- es ir adquiriendo una sólida espiritualidad litúrgica y una mayor participación en la acción litúrgica, plena, consciente, interior y fructuosa.

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