En tiempo de Pascua -¡oh feliz tiempo, oh bendita resurrección!-, los discursos de despedida de Jesús con sus Apóstoles incluyen una experiencia fundamental en la vida, que es la amistad. "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos..." Y la historia de la santidad está lleno de abundantes ejemplos de santos que supieron ser amigos, que vivían la amistad verdadera y sencilla, amando al otro como si de un hermano se tratase.
Un artículo de Francesco Alberoni en Il Corriere della Sera (5-10-2009) habla con elegancia y belleza de la amistad y nos puede servir a nosotros hoy como discernimiento. Pensemos que actualmente todo el mundo presume de "ser amigo de..." cuando apenas han intercambiado algunas palabras en la vida. La amistad es algo más fundante del ser personal.
"Qué hermoso es encontrar a un amigo cuando uno está solo, cuando está angustiado, cuando tiene que tomar una decisión. Ya verlo, mientras viene a encontrarte sonriente, te serena. No habrá grandes efusiones, sólo un ligero abrazo, pero el alma está enteramente abierta. Con él podéis ser sinvero, decir todo aquello que quieras, sin temor, sin pudor, sabiendo que te entiende, que está de tu parte...
Tu amigo no te hará preguntas que no te agraden, no dirá nada que te pueda fastidiar. Podrá hablar o estar callado, detenerse o irse rápido... Hablarás de aquello que tienes en el corazón y él te escuchará. No deberás hacer ningún esfuerzo. La amistad es antes que todo distensión, reposo.
Con el amigo hablamos de nuestro pasado, de nuestro futuro, no de nuestra amistad... El amigo del corazón, aquél de quien te fías, a quien revelas tus secretos seguro que no te traicionará..."
O aquello de El Principito:
"Encontrarás demasiados jueces en el mundo. Si se trata de modelarte en otra forma y de endurecerte, deja ese trabajo a tus enemigos. Ya se encargarán de hacerte bien, como la tempestad esculpe al cedro. Tu amigo está hecho para acogerte".
Rindamos homenaje a la amistad, a los amigos verdaderos, a aquellos pocos que son realmente hermanos (¡gracias!, Dios míos, por los que me diste +++++; ellos saben quienes son; a ellos se lo dedico).
Un artículo de Francesco Alberoni en Il Corriere della Sera (5-10-2009) habla con elegancia y belleza de la amistad y nos puede servir a nosotros hoy como discernimiento. Pensemos que actualmente todo el mundo presume de "ser amigo de..." cuando apenas han intercambiado algunas palabras en la vida. La amistad es algo más fundante del ser personal.
"Qué hermoso es encontrar a un amigo cuando uno está solo, cuando está angustiado, cuando tiene que tomar una decisión. Ya verlo, mientras viene a encontrarte sonriente, te serena. No habrá grandes efusiones, sólo un ligero abrazo, pero el alma está enteramente abierta. Con él podéis ser sinvero, decir todo aquello que quieras, sin temor, sin pudor, sabiendo que te entiende, que está de tu parte...
Tu amigo no te hará preguntas que no te agraden, no dirá nada que te pueda fastidiar. Podrá hablar o estar callado, detenerse o irse rápido... Hablarás de aquello que tienes en el corazón y él te escuchará. No deberás hacer ningún esfuerzo. La amistad es antes que todo distensión, reposo.
Con el amigo hablamos de nuestro pasado, de nuestro futuro, no de nuestra amistad... El amigo del corazón, aquél de quien te fías, a quien revelas tus secretos seguro que no te traicionará..."
O aquello de El Principito:
"Encontrarás demasiados jueces en el mundo. Si se trata de modelarte en otra forma y de endurecerte, deja ese trabajo a tus enemigos. Ya se encargarán de hacerte bien, como la tempestad esculpe al cedro. Tu amigo está hecho para acogerte".
Rindamos homenaje a la amistad, a los amigos verdaderos, a aquellos pocos que son realmente hermanos (¡gracias!, Dios míos, por los que me diste +++++; ellos saben quienes son; a ellos se lo dedico).
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