lunes, 5 de septiembre de 2016

Universidad y cultura

No estamos cerrados a la cultura, ni podemos situarnos de manera cerrada ante la cultura, ni rechazarla, sino que empleando la inteligencia iluminada por la fe, fecundarla, elevarla, purificarla.

A la Iglesia no le es indiferente la cultura ni la evangelización de la cultura, sino que, con sus medios propios, quiere estar presente ofreciendo un trabajo de discernimiento y purificación.


Por tal razón, el mundo universitario entra por derecho propio en la acción de la Iglesia y la palabra de la Iglesia es necesaria para orientar a los jóvenes universitarios y a los docentes en la tarea formativa. En la universidad de va fraguando la cultura, lentamente, para toda una generación. ¿Cómo estar en la universidad? ¿Qué se debe esperar de ella? ¿Cuáles serían sus objetivos? ¿Es indiferente ser católico o no a la hora de abordar unos estudios o de considerar la cultura de una época?

Un discurso de Benedicto XVI ofrece pistas necesarias y sabias.

"El hombre y la mujer no pueden alcanzar un nivel de vida verdadera y plenamente humano si no es mediante la cultura (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Gaudium et Spes, 53); y la Iglesia está atenta a que la centralidad de la persona humana sea artífice de la actividad cultural que es su último destinatario.

Hoy, más que nunca, la apertura recíproca entre las culturas es el terreno privilegiado para el diálogo entre los que están comprometidos en la búsqueda de un humanismo auténtico. El encuentro de las culturas en el ámbito universitario debe ser, por tanto, animado y apoyado, teniendo como base los principios humanos y cristianos, los valores universales, para que ayude a hacer crecer a una nueva generación capaz de diálogo y discernimiento, comprometida a difundir el respeto y la colaboración por la paz y el desarrollo. Los estudiantes internacionales, de hecho, tienen la potencialidad de convertirse, con su formación intelectual, cultural y espiritual, en artífices y protagonistas de un mundo con un rostro más humano. Espero vivamente que haya buenos programas a nivel continental y mundial para ofrecer a muchos jóvenes esta oportunidad.
A causa de la carencia de formación cualificada y de estructuras adecuadas en la propia tierra, como también debido a las tensiones sociales y políticas y, gracias a los apoyos económicos para el estudio en el extranjero, los estudiantes internacionales son una realidad en aumento en el gran fenómeno migratorio. Es importante, por tanto, ofrecerles una sana y equilibrada preparación intelectual, cultural y espiritual, para que no sean presa de la “fuga de cerebros”, sino que formen una categoría social y culturalmente importante desde la perspectiva de su vuelta a casa como futuros responsables en los países de origen, y contribuyan a construir “puentes”, culturales, sociales y espirituales con los países de acogida. Las universidades y las instituciones católicas de educación superior están llamadas a ser “laboratorios de humanidad”, ofreciendo programas y cursos que estimulen a los jóvenes estudiantes en la búsqueda no solo de una cualificación profesional, sino también de la respuesta a la petición de felicidad, de sentido y de plenitud, que habita en el corazón del hombre.

El mundo universitario es para la Iglesia un campo privilegiado para la evangelización. Como destaqué en el Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado del próximo año, los ateneos de inspiración cristiana, cuando se mantienen fieles a su propia identidad, se convierten en lugares de testimonio, donde Jesús puede ser encontrado y conocido, donde se puede experimentar su presencia, que reconcilia, serena e infunde una nueva esperanza. La difusión de ideologías “débiles” en los diversos campos de la sociedad impele a los cristianos a un nuevo empuje en el ámbito intelectual, con el fin de animar a las nuevas generaciones a la búsqueda y el descubrimiento de la verdad sobre el hombre y sobre Dios. La vida del beato John Henry Newman, tan ligada al contexto académico, confirma la importancia y la belleza de promover un ambiente educativo en el que la formación intelectual, la dimensión ética y el compromiso religioso proceden unidos. La pastoral universitaria, por tanto, se ofrece a los jóvenes como apoyo para que la comunión con Cristo les conduzca a percibir el misterio más profundo del hombre y de la historia. El encuentro con los universitarios ayuda a descubrir y a valorar el tesoro escondido en cada estudiante internacional, considerando su presencia como un factor de enriquecimiento humano, cultural y espiritual. Los jóvenes cristianos, proviniendo de culturas distintas, pero perteneciendo a la única Iglesia de Cristo, pueden demostrar que el Evangelio es Palabra de esperanza y de salvación para los hombres de todos los pueblos y culturas, de todas las edades y de todas las épocas, como quise afirmar también en mi reciente Exhortación apostólica postsinodal Africae Munus (nn.134.138).

Queridos jóvenes estudiantes, os animo a aprovechar el tiempo de vuestros estudios para crecer en el conocimiento y en el amor de Cristo, mientras recorréis vuestro itinerario de formación intelectual y cultural. Conservando vuestro patrimonio de sabiduría y de fe, en la experiencia de vuestra formación cultural en el extranjero, podréis tener una valiosa oportunidad de universalidad, de hermandad y también de comunicación del Evangelio" (Benedicto XVI, Disc. a los participantes en el III Congreso Mundial de Pastoral para los estudiantes internacionales, 2-diciembre-2011).

Las universidades católicas prestan para todo este conjunto un valioso servicio. Hay que pensar que lo importante es mostrar la Verdad en la universidad, encaminar hacia la Verdad, sin quedarse en saberes parciales, incomunicados entre sí, y con la influencia del relativismo que niega toda Verdad para quedarse en hipótesis y opiniones.

Entre las acciones pastorales y evangelizadoras, siempre se habrá de cuidar el recto sentido y vocación de las universidades católicas:

"La renovación del testimonio del Evangelio de la Iglesia en vuestro país, se basa fundamentalmente en la recuperación de una visión compartida, y del sentido de misión de toda la comunidad católica. Sé que esta preocupación está cercana a vuestros corazones, así como se refleja en vuestros esfuerzos por alentar la comunicación, el diálogo y el testimonio consistente a todos los niveles de la vida de vuestras iglesias locales. Pienso, en particular, en la importancia de las universidades católicas y en los signos de un renovado sentido de su misión eclesial, como atestiguan los debates que caracterizaron el décimo aniversario de la constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae, y de iniciativas de este tipo, como el simposio celebrado recientemente en la Universidad Católica de América sobre las tareas intelectuales de la nueva evangelización. 

La gente joven tiene el derecho de oír claramente el magisterio de la Iglesia y, más importante, ser inspirados por la coherencia y la belleza del mensaje cristiano, para que, a su vez, puedan inculcar a sus compañeros un profundo amor por Cristo y por su Iglesia" (Benedicto XVI, Disc. a un grupo de obispos de EE.UU. en visita ad limina, 26-noviembre-2011).

Estos principios también podrán ser aplicados y vivirse en las universidades públicas, si estudiantes y docentes son buscadores de la Verdad, con plena identidad cristiana.

Son retos, pero, ¿a que son sugerentes?

2 comentarios:

  1. Conociendo el panorama de las universidades católicas, salvo excepciones, son verdaderos retos.

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  2. Son sugerentes don Javier. Sobre todo si la fe fundamenta el conocimiento humano en todos los campos y asignaturas, la creación en todos los aspectos y no se reduce a poder tener teología paralela o clases de moral o la posibilidad de ver curas o confesarte. No, un conocimiento cierto fundados en nuestra Roca, el único nombre dado. Un conocimiento amante y un amante de la Sabiduría. Un abrazo.

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