sábado, 14 de febrero de 2015

Salmo 149: Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza...

El salmo 149, el penúltimo del libro del Salterio, es uno de los salmos llamados, en latín, “Laudate”, porque comienza por la alabanza, o salmo “aleluyático”, porque como estribillo tiene la palabra “Aleluya” en el original hebreo.

Son invitaciones no sólo para alabar al Señor, sino hasta para saltar de júbilo por las obras del Señor. “Cantad al Señor un cántico nuevo”. ¿Quién canta el cántico nuevo? Dirá San Agustín: canta el cántico nuevo, el hombre nuevo, el hombre que celebra la alianza nueva y eterna, el que vive en el Nuevo Testamento, el que vive el mandamiento nuevo, “amaos unos a otros como yo os he amado”. Todo es nuevo: la alianza, las promesas, el mandamiento, la salvación que Cristo nos ha conseguido por su sangre.

    “Cantad al Señor un cántico nuevo”. ¡Que cante la voz, que cante el corazón, que canten nuestras costumbres! ¡Que seamos nosotros mismos el cántico nuevo para el Señor que tanto nos ama!

    “Resuene su alabanza en la asamblea de los fieles”. La asamblea de los fieles es la Iglesia; que resuene, pues, su alabanza en la Iglesia. Que el pueblo cristiano, cuando nos reunimos para aclamar a Cristo, el Señor, salte su corazón en la alabanza; que no sean nuestras caras, caras tristes o, caras de pena, caras que vienen a cumplir a la iglesia, caras que casi están temiendo al Señor como si fuere temible; mudos que apenas responden ni cantan en la liturgia, asistiendo como mudos y pasivos espectadores. ¡No! La alabanza brota del amor y la experiencia sincera de Dios desemboca en la alabanza, alegre, festiva, adorante. “Resuene su alabanza”. Haya alegría al celebrar nuestra liturgia; haya alegría de corazón, serenidad, consuelo. “Resuene su alabanza” en la Iglesia.

  
  “Que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey”. Que se alegre Israel, que se alegre la Iglesia que es el nuevo y verdadero Israel, por su Dios y Padre. Que los hijos de Sión, los hijos de la Iglesia se alegren por su Rey. Cristo es el Rey del universo, el que ha sometido todo por su pasión, muerte y resurrección. Por tanto, es una invitación a alegrarse en el Señor. Hemos de nos alegremos al celebrar la liturgia, pero alegrarnos también en nuestras cruces; alegrarnos al celebrar los sacramentos, pero alegrarnos en cada momento de nuestra vida, con la alegría que viene de Dios, no las alegrías del mundo que son falsas. La alegría verdadera -nunca es alboroto- es fruto del Espíritu Santo.

    Sigue la invitación a la alabanza: “Alabad su nombre con danzas”. Bailando, ¡bailando!: el pueblo de Israel bailaba en torno al arca de la alianza, el pueblo de Israel expresaba su alegría también con el cuerpo. “Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras”. La cítara es un instrumento que se suele usar mucho en los monasterios; suena mucho más fina que una guitarra y acompaña con un sonido, que es muy dulce, el canto de los salmos.

    Se invita a la alabanza al Señor bailando, tocando instrumentos, cantando con la voz. Y el gran motivo es “Porque el Señor ama a su pueblo”. Dios se vuelve loco de amor por nosotros y con nosotros; Dios vuelca su corazón totalmente con nosotros. "El Señor ama a su pueblo": su pueblo, que es la Iglesia, su pueblo que somos nosotros, los bautizados. El Señor nos ama profundamente, eso es lo que hace que estemos contentos, que estemos alegres.

    “Adorna con la victoria a los humildes”.  La primera victoria, al gran Humilde: Cristo es el humilde; humilde en Belén, humilde en su vida oculta, humilde en la cruz, desnudo, despojado de todo. Y Dios lo adornó con la victoria que es la victoria de la resurrección. María, la Santísima Virgen, la que dijo “ha mirado la humildad, la humillación, de su esclava” también ha sido adornada con la victoria en su Asunción y todas las generaciones la felicitamos. Los santos todos, como vemos al leer sus hagiografías, han sido humildes (verdaderos y débiles, confiados en la Gracia) y fueron adornados por Dios con la victoria.

    Termina el salmo: “que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas”, organizando una procesión para cantar al Señor, “con vítores a Dios en la boca”. Vítores son gritos de júbilo, porque eso “es un honor para todos sus fieles”. Para nosotros es un honor, no un deber, no una imposición, ¿qué dice el salmo? “Es un honor para todos sus fieles”, para los fieles bautizados, que nosotros podamos proclamar sus alabanzas. Es un auténtico honor, una bendición de Dios, que podamos reunirnos para cantar las maravillas del Señor.

Cantemos al Señor el cántico nuevo, cantemos con la vida, cantemos con los labios, cantemos con el corazón, porque “el Señor ama a su pueblo”.
   
 

4 comentarios:

  1. Menos mal que ha señalado que la alegría cristiana no es alboroto pues cuando la entrada se refiere a bailar se me vienen a la mente imágenes de ceremonias litúrgicas, que se muestran en algunos blogs, que no se ajustan a la liturgia prescrita por la Iglesia y en las que, entre otras cosas, se baila. Son ceremonias que, a mi juicio, tienen mucho más que ver con sentimientos y consideraciones mundanas que con la alabanza a Dios.

    Me pregunto: ¿Porque en épocas remotas como la del rey David el pueblo de Israel bailara alrededor del Arca nosotros tenemos que alabar a Dios bailando? Si situamos lo que significa el baile en cada época, en cada contexto, obtendremos la respuesta. No

    Para nosotros es un honor y una bendición ser católicos, alabar y cantar las maravillas del Señor, pero sobre todo, como dice la entrada, ser nosotros mismos el cántico nuevo para el Señor. Este cántico nos lo regaló Jesús con su Encarnación.

    Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón (de la salmodia de Vísperas)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Julia María:

      Tanto vd. como los demás lectores ya me deben ir conociendo de sobra. Jamás diría en si sano juicio -si se me va la cabeza, sería otra cosa- que el baile en las iglesias es bueno y todos a bailar. No, por Dios bendito.

      Sólo quiero explicar, formar, y, como en la entrada de hoy, desmenuzar los salmos que deben ser nuestra plegaria y deben ser también la letra normal para los cantos -y no tanta "bobería" sentimentaloide como se suele cantar-.

      Alabad. Laudate Dominum!

      Eliminar
    2. Me habré explicado mal o vd ha leído muy deprisa mi comentario.

      Sé que don Javier no es partidario de "alteraciones litúrgicas", por eso mi comentario comenzaba diciendo : 'Menos mal que ha señalado... no es alboroto', esta expresión dejaba claro que vd no era partidario de bailar.

      Me refería, y si no estaba claro lo clarifico ahora, a quienes diciendo apoyarse en el Antiguo Testamento como por ejemplo en este salmo, celebran ceremonias litúrgicas que no se ajustan a lo prescrito por la Iglesia, ceremonias que incluyen bailes u otras acciones.

      No se enfade don Javier ¿Queda claro ahora?

      Eliminar
    3. Julia María:

      ¡¡¡Estaba claro todo desde el principio!!!! Al responder es cuando lo he hecho tan bruscamente que parecía que me había sentido ofendido. No he sabido escribir mejor.

      ¿Enfadarme? ¿Por esto? ¡Nooooo!

      Eliminar