Tal vez lo más básico y sencillo se olvida con más facilidad; y aquello que se omite, va desvirtuando los contornos. La identidad como católicos parece en algunos momentos desdibujada, con perfiles borrosos, difuminados, porque en ocasiones los elementos fundamentales, sencillos, los tenemos algo olvidados.
La identidad católica debe ser reafirmada, sin mezclas extrañas, sin síntesis con otras formas de vida, para dar un testimonio claro y elocuente de lo que somos y de lo que vivimos. Difuminada o disimulada la identidad católica, podríamos ser una sal que ya no sazona nada o una luz que se oculta y no ilumina. Esta identidad hemos de fortalecerla, sencillamente, sin imponer a nadie, en el plano personal (cada uno), en el familiar y en el comunitario.
Y a veces, lo más sencillo o elemental de la vida cristiana, está descuidado.
"No basta con reconocer el fin de una época definitivamente superada, es preciso saber situarse con humildad y realismo en la nueva situación y continuar con confianza y fortaleza el camino siempre abierto de la evangelización. Para ello es preciso recoger entero el patrimonio doctrinal y vital que es la verdadera tradición de nuestra Iglesia, aprender de nuestros antepasados a vivir en nuestro tiempo con la misma seriedad y generosidad con que vivieron ellos su vida cristiana, ahora en la nueva situación cultural en que nos encontramos, con claridad, con fervor, con coherencia, para ser capaces de ganar el respeto y la atención no para nosotros sino para Jesucristo y para su Evangelio que nos hacen vivir de manera luminosa y envidiable. De esta manera vendrán a nosotros nuevos hermanos, surgirán en ellos las preguntas eternas por el sentido de la vida, tendremos ocasión de anunciarles con sencillez el Evangelio de la salvación y seremos capaces de ofrecer la fe a las nuevas generaciones. De este modo se irán cristianizando poco a poco las nuevas ideas y los nuevos hábitos de vida.
Para tal empresa, contando con la gracia de Dios y el poder de Cristo resucitado, nuestra preocupación esencial debe estar en contar con cristianos profundamente insertos en la vida de Cristo presente, asumiendo y viviendo cuanto hay de bueno en la nueva cultura, denunciando y corrigiendo con claridad y serenidad lo que sea contrario a la ley de Dios y al bien del hombre redimido por Cristo, creando desde la fe una versión cristiana de los nuevos modelos de vida para que respondan cada vez más al Evangelio de Jesucristo y a los designios divinos. Para convencer no bastan las palabras, hay que vivir intensamente lo que se anuncia.
Necesitamos que vuelva a ser normal que los cristianos dediquen el domingo a celebrar y alimentar su fe, que haya muchos de ellos que acudan a la iglesia antes de comenzar su jornada de trabajo, que las familias crsitianas sean hogares de amor y de vida, que los templos estén abiertos durante el día y sean frecuentados como lugares de silencio y oración, que los tiempos litúrgicos marquen realmente nuestra vida, que las comunidades cristianas sean centros de acogimiento y de ayuda para los necesitados; es decir, que los cristianos seamos capaces de vivir en el mundo como luz y sal de la tierra" (SEBASTIÁN, F., Evangelizar, Encuentro, Madrid 2010, pp. 158-159).
“Todo lo que hacemos…, todo lleva la impronta de nuestra propia identidad, para no vivir divididos o en compartimentos estancos”. Si estamos divididos viviremos en una esquizofrenia espiritual que no es buena ni para nosotros individualmente considerados, ni para la Iglesia en su conjunto.
ResponderEliminar“recoger entero el patrimonio doctrinal y vital que es la verdadera tradición de nuestra Iglesia… con claridad, con fervor, con coherencia”. Básico, fundamental, aunque no parecen opinar así todos los católicos.
No soy tan optimista como el Cardenal. Por desgracia, y a mi entender, hemos tardado demasiado en realizar un tímido intento ante la secularización; digo tímido por no decir frustrado y abortado, que es la sensación que tengo hoy por hoy. En una sociedad tan secularizada e individualista como la que existe en occidente es muy difícil (aunque para Dios no hay nada imposible y Él tiene sus caminos) que el testimonio sirva para evangelizar. Hay que dar testimonio, cierto pero sin dejarnos llevar por la ingenuidad de creer que será efectivo para la conversión de nuestros contemporáneos. En la tierra muchas veces trabajamos por el Reino de los Cielos sin saber la efectividad de nuestro trabajo a corto plazo; mucho más incierto es el resultado a medio y largo plazo. Tampoco tenemos que extrañarnos puesto que en términos humanos la vida de Jesús se presenta con la apariencia de un fracaso.
Termina el Cardenal con un último párrafo que expresa como deseo, “Necesitamos que vuelva a ser normal…”, un modo de vida cristiana y estoy de acuerdo con él en su deseo pero no podemos quedarnos en deseos cuyo cumplimiento no se avista ni siquiera a lo lejos.
Dadle gracias, israelitas, ante los gentiles, porque él nos dispersó entre ellos (de la salmodia de Laudes)
Buscando en la red me he encontrado con una especie de listado en la que se trata de definir en qué consiste la identidad católica. Ahí lo dejo.
ResponderEliminar1) Se dice, se comenta, que nuestra Iglesia fortalece su unidad y resuelve diferencias de opiniones doctrinales en los Concilios Ecuménicos…en fin, aceptaremos la mayor.
2) La Iglesia Católica respeta la autoridad del sucesor de Pedro en materia de fe y disciplina y da importancia central a la caridad y a la Eucaristía.
Una pregunta al aire: ¿Al Papa siempre lo “pone” el Espíritu Santo o a veces es el hombre el que hace una interpretación libre de lo que le dice el Espíritu?
3) La Iglesia Católica tributa devoción a María, a los santos y a los ángeles. Adorar es reconocer a Dios como creador, salvador y santificador. Los católicos reconocemos como Dios solamente al Padre, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo.
4) La fe católica acepta y practica la doctrina social de la Iglesia. Los obispos unidos-unas veces más, unas menos- al Papa aplican las enseñanzas bíblicas a las relaciones sociales, ya para una época, ya para un continente o país, en favor de la liberación de los pobres y oprimidos. Ciertos cristianos acusan a los obispos de meterse en política. Si bien los obispos no pueden usar su cargo en favor de un partido político, deben exigir a todas las autoridades un uso correcto del poder que viene de Dios para servir al bien común.
En el Credo aprobado en los Concilios de Nicea y de Constantinopla, mucho antes de la separación de las grandes Iglesias cristianas actuales, se resume la identidad de la verdadera Iglesia diciendo que es Una (unida en su fe y disciplina), Santa (en su fundador y en su meta, aunque incluye pecadores, aun en sus miembros. Católica (o abierta a todos) y Apostólica (derivada de los Apóstoles y dedicada al apostolado).