lunes, 13 de octubre de 2014

La Eucaristía: perspectiva escatológica

Un aspecto de la Eucaristía, teológicamente considerada, sería verla como una anticipación real del cielo nuevo y de la tierra nueva, de la nueva creación de la que nos habla la Escritura.


El pan y el vino son elementos creados, materiales, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, y sin embargo, por la fuerza del Espíritu Santo y las palabras de Cristo, esta materia es transformada en su ser más íntimo, traspasadas por el Espíritu para ser realmente, sustancialmente, el Cuerpo y la Sangre del Señor resucitado.

En este tiempo que vivimos, aguardando la venida de Cristo y la plenitud de la salvación, solamente hemos conocido la realidad de la nueva creación, de la materia "espiritualizada", transformada por el Espíritu Santo, en el cuerpo del Señor que resucitó y en el pan y en el vino transformados. Son ya "materia" creada que manifiestan las posibilidades últimas de lo creado y señalan la nueva creación.

En la Eucaristía, la materia creada alcanza la plenitud de su ser en la conversión sustancial. Cristo atrae hacia sí todo lo creado para transformarlo y llenarlo con su presencia.

Se podría hablar, propiamente, de una "escatologización" de la materia eucaristíca, de un transformarse la materia eucarística tal como todo será transformado en la escatología.

"Jesús viene al encuentro atrayendo hacia él; él da nacimiento a la Iglesia con su llamada creadora hacia sí, 'escatologizándola'. Así es cómo primeramente se vio Jesús mismo atraido en su glorioso nacimiento pascual por el poder del Espíritu Santo. Y así es, incluso, como son atraidos el pan y el vino por el mismo poder hacia Cristo para convertirse en sacramento del banquete escatol´goico" (DURRWELL, F.X., Cristo nuestra Pascua, Ciudad Nueva, Madrid 2003, p. 74).

La clave, tal vez, sea que el Resucitado atrae hacia sí el pan y el vino transformándolos interiormente. En lo exterior, conserva la forma, el sabor y el color, pero internamente Cristo los ha atraido hacia sí y los ha transformado en su Presencia real gloriosa.

"La palabra 'parusía' significa presencia y venida. Jesús se hace presente estando en otra parte y viniendo desde allí sin dejar de estar allí. Para hacerse visible en este mundo, sírvese de realidades de este mundo: el pan y el vino. Su presencia está, pues, velada... Viniendo de otra parte, sin por eso abandonarla, Cristo se hace presente atrayendo hacia sí. Atrae a sí el pan y el vino, y, por ellos, atrae a los fieles" (Ibíd., p. 120).

El sacramento eucarístico se convierte así en el alimento de la nueva creación para quienes somos aún terrenos. Se convierte en una fuerza de transformación de quienes comulgan, porque siendo Cuerpo del Señor resucitado, introduce un principio de vida eterna, un antídoto de inmortalidad, una semilla de resurrección cada vez que comemos su Cuerpo y bebemos su Sangre.

Son ya materia escatológica de los nuevos cielos y la nueva tierra, y con este pan del cielo somos alimentados celestialmente.

Al mismo tiempo, considerando así la Eucaristía, como materia escatológica, podemos atisbar qué será toda la creación nueva cuando Cristo la posea y lo sea todo en todos.

5 comentarios:

  1. Oración de san Juan Crisóstomo para antes de comulgar:

    “¡Oh Señor!, yo creo y profeso que Tú eres el Cristo Verdadero, el Hijo de Dios vivo que vino a este mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Acéptame como participante de tu Cena Mística, ¡oh Hijo de Dios!

    No revelaré tu Misterio a tus enemigos, ni te daré un beso como lo hizo Judas, sino que como el buen ladrón te reconozco. Recuérdame, ¡Oh Señor!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Maestro!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Santo!, cuando llegues a tu Reino.

    Que mi participación en tus Santos Misterios, ¡oh Señor! no sea para mi juicio o condenación, sino para sanar mi alma y mi cuerpo.

    ¡Oh Señor!, yo también creo y profeso que lo que estoy a punto de recibir es verdaderamente tu Preciosísimo Cuerpo y tu Sangre Vivificante, los cuales ruego me hagas digno de recibir, para la remisión de todos mis pecados y la vida eterna.
    ¡Oh Dios!, se misericordioso conmigo, pecador Oh Dios!, límpiame de mis pecados y ten misericordia de mí. ¡Oh Dios!, perdóname, porque he pecado incontables veces. Amén.”

    Ésta no es del periodo franco-carolingio… (Risas).

    La entrada de hoy es impactante ya que, en una época en que todo se relativiza, tengo la fuerte sensación de que también se relativiza la Sagrada Comunión; esta sensación me produce una gran tristeza pues sin Él tal y como realmente se nos manifestó ¿Qué sentido tiene nuestra fe?

    Tímidamente se comienza a predicar desde el ambón una llamada a la confesión pero nada se dice respecto a la digna recepción de la Sagrada Comunión.

    Abre nuestros ojos y los de nuestros hermanos para que podamos contemplar hoy tus maravillas (de las preces de Laudes)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡¡¡Vaya!!! ¿¿¿ganas de provocarme, eh???? jejejejejeje...

      Preciosa oración, Julia María.

      Yo prediqué ayer -no desde el ambón, sino desde la sede, que es más correcto- entre otras cosas, la necesidad de discernir si podemos o no comulgar, para no banalizar la comunión, y la exigencia de estar en gracia y, si no es así, confesar.

      Al menos lo predico... pero con escaso escaso resultado. También recordé ser puntuales y no llegar ya empezada siempre la Misa, no salir hasta que el sacerdote no se retire... En definitiva, tomando pie del Evangelio, hablar de las actitudes interiores de los convidados a este divino Banquete.

      Eliminar
    2. ¿Ganas de provocarle?…, no (risas). En serio, no. Su entrada ha tocado las fibras más sensibles de mi alma y ha venido a buscarme el Crisóstomo porque sabe la trascendencia de la Sagrada Comunión para mi pobre corazón. El "añadido" ha sido para reírnos juntos, y con los demás lectores del blog, que es lo que hacen los amigos.

      Ya "sabía" yo el contenido de su predicación… ¿por qué, si no, somos amigos? No desfallezca (mi padre decía que había que trabajar "machaconamente"); sabe mejor que yo que no nos prometieron el resultado inmediato, sólo el trabajo y el fruto final. Mi oración y la de otros muchos, alguno en el cielo, ayudan a sostenerle ¿Sabe de quién me acuerdo cuando mis palabras parecen caer en el vacío? Pues del pobre Jeremías… y de otros muchos profetas. Y, al acordarme, les digo: ‘yo también soy fruto vuestro’.

      No sabía que se predicaba desde la sede pues en Murcia siempre se predica desde el ambón (desde donde se proclaman las lecturas). Ve, Padre, siempre aprendo algo nuevo de vd.

      Eliminar
    3. Si hago memoria, en casi todas las parroquias a las que he servido, y la capellanía de monjas, he predicado desde la sede si desde allí tengo buena visión y me ven a su vez; últimamente me he acomodado a predicar desde el ambón... hasta que me he dado cuenta de que es una mala costumbre. Y estoy volviendo a predicar desde la sede.

      Sigo así aquello que marca la liturgia: "El sacerdote, de pie en la sede o en el ambón mismo, o según las circunstancias, en otro lugar idóneo pronuncia la homilía; terminada ésta se puede guardar unos momentos de silencio" (IGMR 136).

      Del contenido... ¡¡qué sensación tan tremenda de predicar en el desierto!! uffff

      Eliminar
  2. «Os aseguro que no beberé ya del fruto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo con vosotros en el Reino de mi Padre» (recogido por Benoit en un análisis sobre la súplica escatológica)

    Esta frase contiene una cita sobre el “Reino futuro”, ofreciendo una perspectiva de esperanza por encima del dolor de la muerte.

    ResponderEliminar