miércoles, 27 de febrero de 2013

Padre... santificado sea tu nombre... (III)

La oración del Señor es precioso documento con el cual Cristo, el Hijo eterno de Dios, nos enseña a nosotros, hijos por adopción, cómo tratar al Padre y qué pedir de verdad, las peticiones fundamentales que son un filtro, un crisol, de todas las peticiones personales que podamos hacer.


Sólo estando bautizados somos "hijos", regenerados en Cristo, con el Espíritu Santo que nos hace hijos y nos permite orar.

"n. 5. Vosotros, pues, decid: Padre nuestro que está en los cielos. 

De lo que se deduce, como veis, que comenzasteis a tener a Dios por padre. Pero le tendréis cuando hayáis nacido (por el bautismo).

Ahora, aunque no habéis nacido, habéis sido ya concebidos de su estirpe, como en la matriz de la Iglesia que os alumbrará en la fuente. 

Padre nuestro que estás en los cielos. Acordaos de que tenéis un Padre en el cielo. En el nacimiento para la muerte tuvisteis a Adán por padre; recordadlo, teniendo a Dios por Padre vais a ser regenerados para la vida. Lo que decís, decidlo de corazón. Haya afecto en quien ora y causará efecto en quien escucha.

Santificado sea tu nombre. ¿Por qué pides que sea santificado su nombre? Es santo ya. ¿Por qué lo pides, si ya es santo? ¿Acaso cuando pides que sea santificado su nombre no ruegas en cierto modo a Dios por él mismo y no por ti? Si lo entiendes, ruegas también por ti. 

Pides que lo que siempre es santo en sí, lo sea también en ti. ¿Qué significa Sea santificado? Sea tenido por santo, no sea despreciado.

Ves, pues, que, cuando deseas eso, deseas un bien para ti. Si despreciaras el nombre de Dios, el mal sería para ti, no para él".

(S. Agustín, Serm. 56,5).

8 comentarios:

  1. Buenos días don Javier. Es muy interesante la perspectiva de la santificación del Nombre de Dios que siempre es Santo. En cierta manera "Santificado sea tu nombre" es el fruto de la evangelización. Al llegar a España -tras unos años viviendo en México- me impresionó mucho la cantidad de dípedos que tienen la blasfemia en los labios y la sueltan como respiran. Al rezar "lo que decís, decidlo de corazón" es muy hermoso al comprender mejor lo que decimos con entradas como ésta y la II+I. Un abrazo.

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    1. No entiendo muy bien su afirmación de que "en cierta manera "Santificado sea tu nombre" es el fruto de la evangelización. Pero no me haga caso: hoy es día de atolondramiento mental por mis neuronas.

      La blasfemia en mil expresiones se ha convertido en lenguaje culturalmente asumido. A mí me siguen doliendo los oídos y el alma al oírlo.

      Y sobre todo, que seamos santos, santificados por Él...

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    2. Yo, que me expreso fatal don Javier y además puse dípedo en vez de bípedo. Al Evangelizar acercamos, presentamos a Jesús al hermano y al bautizar a éste comienzan sus labios y actos a santificar el nombre de Dios. Dios Padre tiene un nombre por nosotros impronunciable, sólo el Hijo, y el único nombre que podemos conocer y nos salva es el de Dios hombre, Jesús al que proclama todos los días Vd. en el Evangelio. Las blasfemias oídas quedan como grabadas a fuego en el recuerdo, las más horrendas que he escuchado han sido contra la Virgen, algo que en México le puede costar la vida al insensato blasfemo. Un abrazo.

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  2. ¡Qué bonito! el Padre Nuestro en árabe.

    En mi vida, una de las experiencias más hermosas ha sido cruzar el Cedrón desde Getsemani a San Pedro in Gallicantu, con la suave melodía del Padre Nuestro y el Ave María en árabe, bajo las velas y una fina lluvia en una noche de Jueves Santo.

    Mi querido san Agustín siempre clarividente Qué poco sentido tiene el “comercio” con Dios pues cuando oramos, pedimos o “nos sacrificamos” a Él, somos nosotros los beneficiados.

    En oración en fe, esperanza y caridad ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. No gozo de sus experiencias, aunque me ha recordado vd. a la peregrina Egeria, sólo que ella era gallega y vd. de otra parte...

      San Agustín es Maestro siempre, de los de verdad. ¡Qué poco sentido comerciar con Dios!, pero ¡cuánto sentido rogar como a Padre siendo niños pequeños!

      Un abrazo inmenso.

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  3. Si, ciertamente hay hermanos que tienen la blasfemia a flor de piel. Reconozco que no soy capaz de acostumbrarme, a pesar de la frecuencia con que llegan a mis oídos.
    Con alguna frecuencia, me da por pensar que una blasfemia es una falta de AMOR personal, una queja, un grito de auxilio. En alguna ocasión, sin más paso a pensar que es una frase hecha. Pero al final, la reflexión suele acabar en lo mismo. ¿Quién sabe lo que hay en el alma de los labios que blasfeman?. Supongo que DIOS. Tantas almas, tantos caminos. Yo, como de costumbre sigo rezando.

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    1. Buenos días Antonio. Interesante reflexión para meditar. Un abrazo.

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    2. Muchas veces, como dice Antonio, es una frase hecha; no podemos olvidar que nos encontramos en una tierra en la que la educación, en el sentido de urbanidad, brilla a veces por su ausencia y las palabras malsonantes se utilizan para afirmar lo que se dice, hacerse oír, manifestar el disgusto…

      He recordado una anécdota profesional: una “sesuda” reunión, una de tantas que pretende arreglar el mundo, varios “señores importantes” y “la loca de mí”. Uno de ellos, su hija es monja, soltó una blasfemia como “afirmación triunfante y rotunda”. -De acuerdo en todo menos en tu última exclamación, Adolfo- le dije. Bromeó, intentando quitar hierro al tema: -No se enfada conmigo, no ves que es mi yerno-. Pero rectificó.

      Duele oírlo y es necesario no callarnos e intentar hacerles rectificar pero no piensan lo que dicen, sale de los labios, no del corazón, excepto en los supuestos en los que la intención es atacar nuestra fe.

      Un saludo

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