domingo, 1 de enero de 2012

Simplemente, ¡María Madre Dios!


"Y al que tenía sólo Padre,
ya también Madre tenía,
aunque no como cualquiera
que de varón concebía,
que de las entrañas de ella
él su carne recebía;
por lo cual Hijo de Dios
y de el hombre se decía.

Ya que era llegado el tiempo
en que nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía
abrazado con su esposa,
que en sus brazos le traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía
entre unos animales
que a la sazón allí había.

Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales había;
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía;
y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto de el hombre en Dios
y en el hombre la alegría,
lo cual de el uno y de el otro
tan ajeno ser solía.
(S. Juan de la Cruz, Romance In principio erat Verbum, vv. 267- 310).

            Con esta perla literaria de San Juan de la Cruz nos introducimos en esta fiesta que cierra la Octava de Navidad, la celebración litúrgica de la maternidad divina de Santa María, la más antigua fiesta de rito romano. Tal vez queda oscurecida en nosotros por el convencionalismo social de desearnos un “próspero año nuevo”, o por la Jornada por la paz, pero la fe que busca entender, se hace celebración y fiesta ante esta Maternidad: “La Madre ha dado a luz al Rey –hemos cantado en Laudes-, cuyo nombre es eterno; la que lo ha engendrado tiene al mismo tiempo el gozo de la maternidad y la gloria de la virginidad: un prodigio tal no se ha visto nunca, ni se verá de nuevo. Aleluya” (Antífona 3ª de Laudes).

¡Qué hermoso Misterio, qué belleza virginal ilumina hoy el mundo! 

¡Qué grande es nuestro Dios! 

¡Qué delicia contemplar amando la delicadeza y excelsitud de nuestro Dios que busca un modo, a la vez humano y sobrenatural, para entrar en nuestro mundo! María, Casa de Bendición; María, Custodia viviente; María, arca de la Nueva Alianza, Santuario del Señor, nueva Jerusalén, Primicia e imagen de la Iglesia. 

¡Santa María, bendita seas, claro espejo de la santa Iglesia!

            Vayamos al misterio, al dogma que es la recta fe hecha alabanza, y tan bien reflejada en los textos litúrgicos de la Liturgia de las Horas y de la Santa Misa de hoy. Pues, ¿qué celebra hoy la Iglesia? “¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad” (Ant. 1ª I Vísp.).


¿Y de Santa María qué dice la liturgia de hoy? 
¿Qué dice de Ella? 
¿Qué función desempeña? 
¿Qué es su maternidad divina? 
¿Cómo la vivió? 
¿Qué es esto de una virginidad perpetua? 



¡Oh, qué fácil cantar la gloria de este parto y virginidad perpetua! “En la zarza que Moisés vio arder sin consumirse, reconocemos tu virginidad admirablemente conservada. Madre de Dios, intercede por nosotros” (Ant. 3ª I Visp.). Se cumplieron las promesas hechas a nuestros padres, la esperanza de los profetas: “Ha brotado un renuevo del tronco de Jesé, ha salido una estrella de la casa de Jacob: la Virgen ha dado a luz al Salvador. Te alabamos, Dios nuestro” (Ant. 1 Laud.). Este Misterio hace que la Iglesia cante a María un cántico nuevo: “No sé con qué alabanzas ensalzarte, oh santa e inmaculada virginidad porque llevaste en tu seno al que los cielos no pueden abarcar. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Resp. 2º Of. Lect.).

            ¿Qué pediremos pues? Lo que hemos rezado en la oración colecta, pero que nos falta saborearlo: “por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de aquella de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida”.
 
            ¿Podríamos sacar alguna conclusión que nos iluminase a nosotros personalmente en nuestro caminar?


            En primer lugar, la unión con Cristo, la divinización y nuestra santidad. “María no es menos Madre humana que Dios es Padre divino. El Hijo unifica los polos parentales. María no es Madre aparente, está llena de verdad, su Hijo es real, el más real, el mismo Hijo de Dios. La belleza de Cristo no consiste en la trasparencia que trae del Verbo ni en la sobreevidencia de su carne, sino en la indescifrable y veraz unión. La belleza de María no consiste en que haya sido arrebatada a la esfera del Verbo, ni en que sostenga, de forma inmaculada al Niño en los brazos, sino en la paradójica figura de Thetocos [Madre de Dios] envolvente de las dos naturalezas que la afectan, inabarcable. Cristo no es un tercer ser, entre lo divino y lo humano... Jesús será personalmente glorioso y escandaloso; todo imperturbable fidelidad, todo frágil pasión, tan santo y feliz como varón de dolores. Ya no será de cada uno lo suyo sino que un solo Hijo será de ambos. Ese estado singular de unión posibilita a todos la divinización formulada por la tradición cristiana, con los mismos términos empleados en los concilios: “te doy gracias porque sin confusión, sin separación, te has hecho un solo espíritu conmigo” (Simeón el Nuevo Teólogo)”[1]

            Una segunda y última aplicación: María y José le ponen por nombre Jesús, habremos pues de confesar a Jesús como Salvador, a Jesús, el único nombre bajo el cielo que puede salvarnos, el Nombre-sobre-todo-Nombre.
 
            ¡Todo esto es posible por la maternidad divina de María!

        ¿Cómo no alabar a María en el misterio de su virginidad, de su amor de Madre, de dar la naturaleza humana al Verbo eterno de Dios? 

         ¿Cómo callar ante el Misterio?




[1] IRIBERTEGUI ERASO, M., La belleza de María. Ensayo de teología estética, Salamanca 1997, p. 131.
 

5 comentarios:

  1. En el rito siriaco se conoce esta fiesta como la fiesta de las felicitaciones a María, ya san Ignacio de Antioquía llama a Jesús hijo de Dios y de María, san Francisco rodeaba de indecible amor a María, cantándole: Salve, Señora, Santa Reina, Santa Madre de Dios.

    Nuestro común amigo san Juan de la Cruz dice "y la Madre de Dios es mía" en Oración de un alma enamorada. María lo recibió todo de Dios ¿bajo qué mejor protección podría colocarse la Iglesia al principio del año?

    ¡Qué Nuestra Señora acompañe nuestro caminar y el de la Santa Iglesia durante este año!

    Nuestro "Padrenuesto de las uvas", el primer padrenuestro del año, llevaba sus intenciones, don Javier.

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  2. Pedro Arroyo Gómez01 enero, 2012 14:48

    Querido Javier, hoy hemos ofrecido la Eucaristía por tus intencione. Seguro que ese SI que dijiste un día como María, al final tenga la recompensa que tanto anhelas.
    En este año que celebramos el 450 aniversario de la llegada a Lucena de la Virgen de Araceli y que será año Jubilar, espero que se cumplan todas tus intenciones que con intensidad vamos a pedir.
    Un abrazo.

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  3. QUE VIVA NUESTRA SANTA MADRE Y NOS ACOMPAÑE EN ESTE AÑO Y LA PAZ DE DIOS REINE EN TODOS LOS CORAZONES!!!
    FELIZ AÑO

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  4. solo se sentir tan grande Madre ,que es la nuestra la mía Maria Nuestra Señora la belleza de la Madre como dice la poesía de San Juan de la Cruz ..Reina y Madre cuando lo cielos te recibieron como seria ...Reina del cielo ...y Madre para ayudarnos a caminar mas que escribir se sentir y nada mas Muchas gracias Saludos afectuosos Maria

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  5. Os agradezco infinitamente los detalles de oraciópn que habéis tenido con mis intenciones. Quiera Dios escucharnos.

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