Una vez más, volvamos al rito de la paz en la Misa.
Rito que la tradición litúrgica de la Iglesia tenía en altísima estima, reservándolo en exclusividad a los fieles cristianos, y quedando excluidos los catecúmenos y los penitentes por estar aún fuera de la Comunión eclesial.
Ese beso es tan santo que sólo quienes están en Gracia, unidos a la Iglesia, pueden intercambiárselo. Este valor espiritual es el que hoy hemos de tener presente al realizar el rito de la paz en la celebración eucarística: es la paz de la Comunión con el Cristo total, Cabeza y Cuerpo.
Vayamos a la catequesis de los Padres de la Iglesia para vivir bien, entender y realizar con sentido el beso de la paz.
"Mas ya que hemos mencionado el beso, quiero también hablaros ahora sobre él. Siempre que estamos a punto de acercarnos a la sagrada mesa, se nos manda besarnos mutuamente y acogernos con el santo saludo.
¿Por qué razón? Puesto que estamos separados por los cuerpos, en aquella ocasión entrelazamos nuestras almas unas con otras mediante el beso, de modo que nuestra reunión sea tal cual lo era aquella de los apóstoles, cuando el corazón y el alma de los fieles eran uno solo. Así, efectivamente, es preciso que nos lleguemos a los sagrados misterios estrechamente unidos los unos con los otros.
Escucha lo que dice Cristo: Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, marcha, reconcíliate primero con tu hermano y entonces ven y ofrece tu presente.
No dijo: "Primero ofrece", sino: "Reconcíliate primero, y entonces ofrece".
Por esto mismo nosotros también, con el don delante, primero nos reconciliamos mutuamente, y entonces nos acercamos al sacrificio [recordemos que en todas las liturgias orientales y occidentales el rito de la paz está unido a las ofrendas, excepto en el rito romano ya que san Gregorio Magno lo trasladó a su lugar actual].
Pero hay además otra razón misteriosa de este beso.
El Espíritu Santo nos hizo templos de Cristo, y así, al besarnos mutuamente en la boca, besamos con ternura los umbrales del templo. Que nadie, pues, haga esto con perversa conciencia, con mente engañosa, porque el beso es santo, pues dice: Saludaos mutuamente con el santo beso (1Co 16,20)" (S. Juan Crisóstomo, Cat. Baut. IV, 10).
Si esto es el beso de la paz, habremos de darle hondura espiritual, serenidad y moderación, y no convertirlo en una efusividad de afectos y momento de saludar y charlar un poco. ¡¡Es un beso santo!!