jueves, 25 de febrero de 2021

La ira (S. Basilio - I)

En nuestra formación moral, que de una manera u otra retomamos aquí habitualmente, vamos a conocer con rasgos claros y descripciones muy vivas el pecado de ira y la cólera.

Será san Basilio Magno en su Sermón "Contra los iracundos" quien nos enseñe y forje, de manera que descubramos tal pecado y podamos examinarlo, extirparlo si lo hay o prevenirlo.



"1. Lo mismo que las prescripciones de los médicos, cuando son acertadas y de acuerdo a la lógica del oficio, manifiestan su beneficio precisamente después de haberlas probado, así también en las exhortaciones espirituales es exactamente después que los consejos obtienen un resultado que lo atestigua, cuando manifiestan su sabiduría y utilidad para la enmienda de la vida y el perfeccionamiento de los que [los] obedecen.

            Efectivamente, aunque escuchamos a los Proverbios expresar abiertamente que la ira pierde incluso a los prudentes, y también escuchamos las advertencias apostólicas: Apartad de vosotros toda cólera, ira, gritos y cualquier otra maldad, incluso al Señor, cuando dice que el que irrita a su hermano a propósito es reo de juicio, es ahora cuando hemos experimentado ese sentimiento, que no nace dentro de nosotros, sino que nos llega de fuera como una tempestad inesperada, y reconocemos exactamente lo admirable de los consejos divinos.


            Aunque nosotros mismos hayamos dado lugar a la ira, como al cauce de un río impetuoso, al examinar con clama la vergonzosa confusión de los que son dominados por este mal, reconocemos por sus hechos el acierto de esta frase: El hombre iracundo no es honesto; pues una vez  que este mal adquiere el dominio del alma sin atender a razones, embrutece totalmente al hombre y no le permite ser tal, ya que no tiene el auxilio de la razón. Lo que el veneno es a los animales venenosos, eso es la cólera para los que se exasperan, rabian como perros, pican como escorpiones, muerden como serpientes.

            También la Escritura sabe llamar a los dominados por este mal con los nombres de los animales a los que se asemejan por su maldad: perros que no ladran, serpientes, raza de víboras y otras denominaciones similares, pues los que están dispuestos a destruirse mutuamente y a hacer daño a sus semejantes, pueden con toda razón ser contados entre las fieras y animales venenosos, en los que por naturaleza existe un odio irreconciliable hacia los hombres.

            Por la cólera la lengua no tiene freno y la boca no tiene centinela. Manos incontenibles, agresiones, reproches, maldiciones, golpes y tantas otras cosas que nadie podría enumerar, son males engendrados por la ira y la cólera. Por la cólera incluso la espada se afila, la muerte del hombre se lleva a cabo por mano humana; por su causa los hermanos se desconocen entre sí, y padres e hijos se olvidan de su naturaleza; en verdad, los iracundos se desconocen primero a sí mismos y después a todos sus parientes juntos. Como los torrentes que convergen en los valles arrastran lo que encuentran, así los impulsos violentos e incontenibles de los iracundos proceden con todos de igual manera. Los coléricos no respetan ni las canas, ni la santidad, ni el parentesco, ni los beneficios recibidos, ni cualquier otra dignidad.

            Una locura pasajera es la cólera. Muchas veces ellos mismos se precipitan incluso a una desgracia evidente, descuidando sus propios intereses por el afán de venganza. Como si los hubiera picado el tábano del recuero de los que los han ofendido, la cólera lucha y salta con ellos, y no paran antes de hacer daño a quien los ha irritado, o de recibirlo si es el caso; como sucede muchas veces, los objetos que se quiebran violentamente se estropean más de lo que dañan, pues chocan contra otros que los resisten".

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