35. ¿Qué
encontramos en la oración?
La unión con el Señor y con la Iglesia;
La obediencia;
La pobreza, para no desear nada, sino libertad de espíritu
y desprendimiento;
La virginidad, limpieza de corazón para amar
apasionadamente a Cristo y con intensidad y sacrificio a los hombres, nuestros hermanos;
El deseo de Dios, de entregarse, de trabajar, de gozar de
lo que el Señor nos ofrece;
La mortificación y el sacrificio de la propia voluntad,
de la curiosidad, de discutir, capaces de hacer sacrificios y penitencia;
Las distintas virtudes cristianas: primero la fe, la
esperanza y la caridad; pero también la paciencia, la humildad, la perseverancia,
el silencio, la devoción, etc., etc.
35. Este saber del corazón es un gusto suave de Dios
en el alma, un conocer las cosas desde Dios, una intuición ágil y pronta del
Espíritu Santo, algo inefable.
36. ¡Cuánto
se aprende de lo vivido por los demás si se les sabe escuchar! Luego, todo se
cierne en esa criba que es la oración y la consideración.
39. La vida contemplativa es hermosa cuando se
apunta a lo esencial; pero es niñería cuando sólo se tiene presente lo
contingente y periférico.
40. Quien se acerca al Señor y entra en la intimidad
de sus misterios, de su Corazón, queda renovado, impulsado, transfigurado cual
nuevo Tabor.
42. Tu Esposo está vivo, está Resucitado. Vive, oh alma, como
esposa de Jesucristo, con pasión, enamorado de él. Tu Esposo que está en medio de nosotros: SAGRARIO, CUSTODIA, y la liturgia, unión
con Él en sus misterios
¡Amén, aleluya!!!
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