domingo, 28 de abril de 2019

El camino de la liturgia (y II)



            La belleza, que atrae y fascina al espíritu humano, lo eleva sobre sí mismo a la Belleza que es Dios, ha sido desterrada de la liturgia, introduciendo formas, modos de comportarse, dinámicas e incluso la misma música y canto, que son vulgares, de mal gusto, sin hermosura alguna ni espiritualidad (el “feísmo” se llama en filosofía a este fenómeno). Frente a esta desfiguración de la belleza en la liturgia, buscada por católicos que se definen como “progresistas” o “pastoralistas”, sólo hay hoy un camino para el catolicismo: el cuidado, el respeto y la delicadeza por la liturgia, su belleza y sacralidad.


            “En toda forma de esmero por la liturgia, el criterio determinante debe ser siempre la mirada puesta en Dios. Estamos en presencia de Dios; él nos habla y nosotros le hablamos a él. Cuando, en las reflexiones sobre la liturgia, nos preguntamos cómo hacerla atrayente, interesante y hermosa, ya vamos por mal camino. O la liturgia es opus Dei [obra de Dios y para Dios], con Dios como sujeto específico, o no lo es. En este contexto os pido: celebrad la sagrada liturgia dirigiendo la mirada a Dios en la comunión de los santos, de la Iglesia viva de todos los lugares y de todos los tiempos, para que se transforme en expresión de la belleza y de la sublimidad del Dios amigo de los hombres”[1].


            La manera de presentar el misterio en el culto litúrgico, su apariencia sensible, desempeña un papel definido y no puede considerarse como sujeta a cambio arbitrario a tenor de las palabras tan importantes como desconocidas del Vaticano II: “nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia” (SC 22). 

          ¡Qué necesario es el respeto exquisito a la liturgia, a sus normas, a su espiritualidad y belleza! En la liturgia hemos de pregustar el cielo y la felicidad eterna, lo que nos hace trascender, sintiendo y gustando internamente a Dios.

            La Iglesia siempre amó la belleza, cuidó las artes, se esmeró en la composición literaria de sus textos litúrgicos y en la disposición solemne de sus ritos, favoreció la música sacra, engendrando una cultura cristiana, un amplio patrimonio cultural nacido al amparo de la liturgia. Aquí la reflexión debe abordar un punto importante: la música y el canto en la liturgia



“La música puede conducirnos a la oración: nos invita a elevar la mente hacia Dios para encontrar en él las razones de nuestra esperanza y el apoyo en las dificultades de la vida”[2]



“Una música de alto nivel nos purifica y eleva y, en última instancia, nos hace sentir la grandeza y la belleza de Dios”[3].


            Se han arrinconado los tesoros musicales de la Iglesia, el gregoriano y la polifonía, el órgano ya no suena en las iglesias. Se ha reemplazado por música mediocre, instrumentos ruidosos y profanos, ritmos musicales que no favorecen el recogimiento y la plegaria, letras sentimentales y secularizadas, en nada inspiradas en los textos bíblicos y litúrgicos, que los parafrasean, o los alteran, o simplemente se omiten por canciones que son emotivas. Al final, es cantar por cantar, cualquier cosa vale, todo da igual, desvirtuando el fin y la esencia de la música y canto litúrgicos. Si en general la cultura y la educación ya no elevan a nadie, sino que se vulgarizan, la liturgia por el contrario siempre ha elevado a los hombres y fue expresión en todas sus facetas de la sublimidad de la cultura cristiana. Hoy la liturgia participa del proceso de pobreza cultural reinante en la sociedad.


            “La música y el canto son algo más que un embellecimiento –tal vez superfluo- del culto, pues forman parte de la actuación de la liturgia, más aún, son liturgia. Por tanto una solemne música sacra con coro, órgano, orquesta y canto del pueblo no es una añadidura que enmarca y hace agradable la liturgia, sino un modo importante de participación activa en el acontecimiento cultual”[4].


            El camino del catolicismo hoy nos conduce al cuidado y esfuerzo en recuperar lo sagrado de la liturgia así como abrir nuevas vías purificadoras y creadoras de la música litúrgica. Para los compositores y músicos, para corales y coros parroquiales y monásticos se abre ya una nueva etapa para incorporar e introducir en la liturgia música verdadera, noble y apta para la liturgia, en su melodía y en su letra. “Una auténtica actualización de la música sacra sólo puede tener lugar en la línea de la gran tradición del pasado, del canto gregoriano y de la polifonía sacra. Por este motivo, en el campo musical, así como en el de las formas artísticas, la comunidad eclesial ha promovido y sostenido siempre a todos los que buscan nuevos caminos expresivos sin prescindir del pasado, de la historia del espíritu humano, que es también historia de su diálogo con Dios”.[5]

            El camino del catolicismo hoy tiene un reto por delante, marcado de forma acentuada por Benedicto XVI: recuperar la belleza y la fuerza espiritual de la liturgia, de la música y del canto litúrgico, para entrar en el Misterio y adorar al Dios vivo en comunión con la Tradición viva y hermosa de la Iglesia.



[1] BENEDICTO XVI, Discurso a los monjes cistercienses de la Abadía de Heiligenkrenz, Austria, 9-septiembre-2007.
[2] BENEDICTO XVI, Disc. al final de un concierto oficiado en su honor, 18-noviembre-2006.
[3] BENEDICTO XVI, Palabras al final de un concierto de la Orquesta filarmónica de Munich, 20-octubre-2005.
[4] BENEDICTO XVI, Bendición del órgano de  la Antigua Capilla, Ratisbona, Alemania, 13-septiembre-2006.
[5] BENEDICTO XVI, Disc. al final de un concierto de la Fundación Domenico Bartolucci, 24-junio-2006.

1 comentario:

  1. Buenos días Pater, el buen blog SERVIAM de su magnífica lista de blogs ahora es:

    https://doulosmariae.blogspot.com/

    Abrazos fraternos.

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