domingo, 12 de julio de 2015

Auxilia a los que ahora pasan por la prueba del dolor...

Todo lo experimentó y lo sufrió Cristo. Ha pasado por la prueba del dolor y comprende nuestros dolores, nuestras angustias, nuestras debilidades. El sufrimiento humano no le es ajeno.


Incluso las terribles enfermedades, llamadas pecados, se han cebado en su carne bendita y, conociéndolas, sabe aplicarnos a nosotros los remedios necesarios para curarnos hasta llegar a un completo restablecimiento. Enfermó por nosotros, Varón de Dolores, para darnos la salud. Desde entonces, no nos olvida.

"Beberé, dice, este vino con vosotros en el reino de mi Padre. Hasta que nosotros no nos comportemos de modo que subamos al Reino no puede beber este vino, él que ha prometido beberlo con nosotros. El que ha tomado sobre sí nuestras heridas y ha sufrido por nuestra causa como médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, ¿ahora olvidaría la corrupción de nuestras llagas?" (Orígenes, Hom. In Lev., 7,2).


Este Médico celestial es Luz para las almas, para los ojos del corazón enfermos, incapaces de ver y que hasta la luz les molesta.

"En cuanto se refiere a este tiempo, ya manifestó el Señor a las gentes su misericordia y les dio su salud. Él ciertamente la dio a conocer, pero muchos no quieren ser curados para que puedan ver lo que dio a conocer.

Mas como él sana los ojos del corazón para que se le vea, por lo mismo, después de haber dicho: Muéstranos tu misericordia, como si se lo hubiera dicho a muchos ciegos que habían de decir, ¿cómo veremos cuando empiece a mostrarla?, añadió y danos tu salud.

Dando su salud cura en nosotros aquello por lo que podemos ver lo que da a conocer. Él no cura como el médico hombre, con el fin de patentizar esta luz a aquellos que hubiere curado. Una cosa es esta luz que ha de hacer ver, y otra el mismo médico que cura los ojos, a los cuales manifiesta esta luz, cuya luz no es él mismo. No obra así el Señor Dios nuestro. Él mismo es el médico, que cura para que podamos ver y la luz que podemos ver" (S. Agustín, Enar. in ps. 84,1).

El Médico divino y celestial abre los ojos y nos otorga su luz. Sus propias heridas nos han curado. Por eso se puede acudir confiadamente a Él.

1 comentario:

  1. Señor Jesús, médico divino, que en tu vida terrena tuviste predilección por los que sufren y encomendaste a tus discípulos el ministerio de la curación, haz que estemos siempre dispuestos a aliviar los sufrimientos de nuestros hermanos (Oración del médico de Juan Pablo II)

    ResponderEliminar