jueves, 7 de febrero de 2013

La lógica del poder, el poder de la humildad

Cuando san Pablo al introducir el himno de la Kénosis de Cristo (Flp 2,5-11) indicaba "nada por rivalidad ni por vanagloria", sabía bien lo que decía.

La experiencia en cualquier comunidad cristiana (parroquia, grupo, etc.) es que el pecado existe realmente en el corazón de los hombres y, por cualquier rendija, se cuelan la ambición, el orgullo, la arrogancia, creando envidias entre unos y otros, aspirando a estar en el sitio que ocupa el otro, encargado de las responsabilidades que el otro tiene, viciando el clima cristiano con la mirada recelosa o el comentario mordaz.


En la vida eclesial también entra el pecado (¡somos hombres!) pero este dato de experiencia no justifica una resignación ante estas ambiciones mediocres, celos y envidias, sino un purificar constantemente el corazón, una mirada limpia y una disponibilidad absoluta a Cristo para que Él nos sitúe a cada cual en el sitio que Él quiera.

Las suspicacias en la Iglesia, los comentarios caritativos que son puñales, el orgullo que hace pensar que uno merece mucho más destruyen la concordia, la unión, la caridad en la vida cristiana. Se da en todos los ámbitos de la Iglesia. Es el pretender "hacer carrera", el "subir más arriba"... y quien vive así por dentro sufre una envidia tremenda de quien, no buscando nada, brilla con luz propia o es querido o reconocido por lo demás sin buscarlo.

Benedicto XVI ha dedicado a esto algunas de sus reflexiones y palabras.

Comentando el Papa el pasaje de los discípulos que se indignan ante la petición de los Zebedeos, explica lo alejada que está la lógica del poder del verdadero poder de la humildad para la vida de la Iglesia:

La petición de Santiago y Juan y la indignación de los «otros diez» Apóstoles plantea una cuestión central a la que Jesús quiere responder: ¿Quién es grande, quién es «primero» para Dios? Ante todo la mirada va al comportamiento que corren el riesgo de asumir «aquellos que son considerados los gobernantes de las naciones»: «dominar y oprimir». Jesús indica a los discípulos un modo completamente distinto: «No ha de ser así entre vosotros». Su comunidad sigue otra regla, otra lógica, otro modelo: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos». El criterio de la grandeza y del primado según Dios no es el dominio, sino el servicio; la diaconía es la ley fundamental del discípulo y de la comunidad cristiana, y nos deja entrever algo del «señorío de Dios». Y Jesús indica también el punto de referencia: el Hijo del hombre, que vino para servir; es decir, sintetiza su misión en la categoría del servicio, entendido no en sentido genérico, sino en el sentido concreto de la cruz, del don total de la vida como «rescate», como redención para muchos, y lo indica como condición para seguirlo. Es un mensaje que vale para los Apóstoles, vale para toda la Iglesia, vale sobre todo para aquellos que tienen la tarea de guiar al pueblo de Dios. No es la lógica del dominio, del poder según los criterios humanos, sino la lógica del inclinarse para lavar los pies, la lógica del servicio, la lógica de la cruz que está en la base de todo ejercicio de la autoridad. En todos los tiempos la Iglesia se ha esforzado por conformarse a esta lógica y por testimoniarla para hacer transparentar el verdadero «señorío de Dios», el del amor (Benedicto XVI, Alocución en el Consistorio público, 20-noviembre-2010).

Y las siguientes palabras del Papa, aunque referidas a los sacerdotes, se pueden ampliar muy bien a todos en la vida de la Iglesia, a cualquiera que tenga una responsabilidad o un encargo, del tipo que sea:

En el servicio de pastor hay que entrar a través de él. Jesús  pone de relieve con gran claridad esta condición de fondo, afirmando:  "El que sube por otro lado, ese es un ladrón y un salteador" (Jn 10, 1).

Esta palabra "sube" (anabainei) evoca la imagen de alguien que trepa al recinto para llegar, saltando, a donde legítimamente no podría llegar. "Subir":  se puede ver aquí la imagen del arribismo, del intento de llegar "muy alto", de conseguir un puesto mediante la Iglesia:  servirse, no servir. Es la imagen del hombre que, a través del sacerdocio, quiere llegar a ser importante, convertirse en un personaje; la imagen del que busca su propia exaltación y no el servicio humilde de Jesucristo.

Pero el único camino para subir legítimamente hacia el ministerio de pastor es la cruz. Esta es la verdadera subida, esta es la verdadera puerta. No desear llegar a ser alguien, sino, por el contrario, ser para los demás, para Cristo, y así, mediante él y con él, ser para los hombres que él busca, que él quiere conducir por el camino de la vida (Benedicto XVI, Homilía en las ordenaciones, 7-mayo-2006).


 Ya sabemos entonces cómo vivir la dimensión comunitaria de la Iglesia, de la parroquia, de cualquier comunidad: sin recelos, suspicacias, envidias, rivalidades, críticas, sospechando de todo y de todos; sino con la lógica de Cristo y el servicio de la Cruz.

8 comentarios:

  1. Buenos días don Javier. Me ha gustado mucho esta entrada que refleja la lucha y superación por servir centrado en el servicio de la cruz.Extendido a todos los miembros que formamos la Iglesia. Un abrazo.

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    1. Es que, xtobefree, en todos los miembros de la Iglesia, sean los que sean, ocupen el trabajo que ocupen, etc., se produce la misma tentación y la misma ansia de medrar. ¡Qué difícil! ¡Qué preocupante! ¡Qué atentos hemos de estar!

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  2. Las ideas sobre el poder, el servicio y el amor en la Iglesia suelen ser confusas con alguna frecuencia entre los católicos, pero los pasajes bíblicos que hablan del fenómeno del poder denotan claramente que el poder se refiere al reino y al señorío de Dios. Los sacerdotes han sido “tomados por Dios”, son prolongaciones del único sacerdocio de Cristo porque Él así lo dispuso: “íd, pastorea, confirma, haced esto” etc. Y la función sacerdotal de Jesucristo, enseñar, ofrecer el culto verdadero a Dios y pastorear (guiar) al pueblo por Él convocado, la realiza por el Reino de Dios y la culmina al ofrecerse a sí mismo como víctima pascual por ese Reino; manifestación verdadera de poder, servicio y amor. Cuando se dice alter Christus no se alude a una delegación externa, se afirma que la figura de Cristo sacerdote ha sido impresa en el alma del sacerdote, aunque un concreto sacerdote, en el ejercicio de su libertad, pueda desdibujar la realidad de Cristo.

    Una observación: repartir el poder es útil y necesario en la ciudad terrena porque en ella la corrupción del poder es sistémica, aún así, como no se pueden poner puertas al campo, el reparto del poder tampoco garantiza que no exista la corrupción del poder, más bien se pretende disimularla al extenderla entre muchos.

    Esta no debe ser, a mi juicio, la solución a la cuestión de la corrupción del poder, del servicio y del amor, en la Iglesia. La solución nos la dio Cristo: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo… amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Lo que nos da la dirección, el sentido del poder, servicio y amor no es “amaos unos a otros”, como tampoco lo es la división de poder de Montesquieu, lo determinante es que “Cristo nos ha amado como su Padre le ha amado a Él” y que “sus discípulos tenemos que amar como Él nos amó”, es decir como Dios Padre nos ama, llevando a nuestro prójimo al Padre por medio de Cristo y entregando la vida por el Reino de Dios.

    No puedo evitar la sonrisa cuando se me habla de la prepotencia de la jerarquía en general y pregunto: y los laicos ¿son inmunes a la tontuna de creerse importante y el que manda? Es curioso que, cuando empiezas a poner ejemplos, se cambia de conversación.

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. Julia Mª:

      ¿No prometió vd. hará tiempo cierta concisión o brevedad?????
      ¿No fue la colmena entera la que rió y sonrió con su promesa?????

      Su último párrafo es de una lograda sensatez. ¡Cuántos laicos critican a la jerarquía de prepotencia y varias cosas más! Pero si se les ve a ellos en las parroquias y comunidades, son el más claro reflejo de la prepotencia y la arrogancia. Van creciendo y ocupando un espacio que les hace sentirse importantes, probablemente porque en la vida civil son anodinos, insignificantes... Entonces cambian de conversación... ¡Claro!

      Un grandísimo abrazo.

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    2. Y siguen riéndose. Jo... lo vuelvo a prometer, en serio.... Llevo 15 días de informes y reuniones cada cual "más esquizofrénica", por lo que para mi es un remanso de paz hablar sobre la Iglesia, hablar de lo verdaderamente importante y se me nota...

      No se puede imaginar lo que me ha alegrado esta oportunidad de contestarle (como cualquier chiquilla ante un caramelo) porque, a las 2:45 de la tarde de un viernes después de corregir los últimos 40 folios, estoy, como decía mi madre, para coger un camino y no parar hasta Tombuctú.

      Es vd muy indulgente conmigo. Un fuerte abrazo

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  3. Creo que hace años, demasiados que no estoy de lleno inmerso en las actividades de una parroquia. Observo detenidamente de lejos a las personas que encuentro en las parroquias por las que voy pasando. Personalmente, esa observación me ayuda muchísimo a verme a mi mismo desde fuera. Me da por pensar que me ayuda mucho a mejorar. Me resulta muy divertido, porque al observar desde fuera, por la cabeza circula un juicio sobre lo que veo y directamente, ese juicio es justamente mi comportamiento, mis lastres y mi pecado. Ciertamente me ayuda a corregirme.
    Muchas gracias, Padre. Sigo rezando. DIOS os bendiga.

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    1. Está bien descubrir los propios pecados al verse reflejado en los demás... NO para juzgar a los demás, sino para discernirse uno a sí mismo.

      Un abrazo.

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  4. Una vez más muchas gracias por su comentario y por su abrazo.

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