miércoles, 11 de agosto de 2010

Oración de intercesión


“Ese pedir unos por otros al Padre de todos, ¡qué abundante y espléndidamente está comprobado en el Evangelio! Ésa es precisamente la eficacia asombrosa de la intercesión.

Uno de los puntos de vista más interesantes para penetrar y contemplar las intimidades del Corazón de Jesús y recrearse ante un mundo de maravillas y encantos es lo fácil que se muestra en el Evangelio a la intercesión.

El Evangelio enseña que no eran siempre los necesitados de milagros los que pedían y obtenían, sino que unas veces no eran pedidos, aparentemente al menos, y otras veces, quizás las más, aquellos milagros y aquellas grandes curaciones eran solicitados y alcanzados por un mediador, pariente, amigo o simplemente un compadecido del doliente.
Asimismo consta que no eran siempre santos, ni aun leales de Jesús, los que se acercaban a abogar por otros.

Tratando de descubrir el porqué de ese proceder de Jesús, ¡qué misterios de misericordia, qué milagros de condescendencia, qué delicadezas tan divinamente humanas y tan humanamente divinas se encuentran!
Yo invito a las almas sedientas de secretos y de intimidades del Corazón de Jesús en su vida de Sagrario a que repasen y saboreen esos milagros de la intercesión y les aseguro una cosecha óptima de sorpresas y aspectos y saboreos de su amor insospechados, sobre todo si en esas intercesiones tan eficaces reparan en la desproporción tan enorme ante el ruego, la advertencia o el simple aviso del intercesor y la respuesta de poder, de amor, de docilidad, de todo un Dios-Hombre.

No se lee que jamás rechazara la intercesión de amigos, en cambio llegaba hasta obedecerlos con la fidelidad de un criado que va detrás de su señor a lo que mande.

¡Cuántas veces expone el evangelista la respuesta de Jesús a alguna petición que se le hacía en favor de otro, con estas palabras: Jesús se ponía a seguirlo!

Y cuando la intercesión era desordenada, en vez de rechazarla, la rectificaba y rectificada la concedía. ¡Que lo diga la mujer del Zebedeo!

Entremos, almas de Sagrario, en esas intimidades de Jesús y en esos secretos para obtener de su Corazón cuantos favores queramos y necesitemos.

Continuemos desentrañando el secreto de la eficacia de la oración que se hace a Jesús por intercesión y por medio de otro”.
Beato D. Manuel González, Oremos en el Sagrario,
en O.C., Vol. I, nn. 908-909.

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