viernes, 14 de agosto de 2020

La Eucaristía es sacrificio



La Eucaristía es un verdadero Misterio, y, como tal, ante el Misterio eucarístico, como Moisés, hemos de descalzarnos, con sumo respeto, y evitando toda trivialización. Frente al falso concepto de “símbolo”, de “fiesta”, de falso concepto de “participación”, que todo lo convierte en pastoral y entretenimiento, de “banquete” o “fiesta”, la Eucaristía es el verdadero y único Sacrificio de Cristo que se actualiza, que se hace presente con idéntico poder salvador.   

La Eucaristía es SACRIFICIO, que nos sigue ofreciendo  su salvación y espera nuestra colaboración y la oblación de nuestros propios sacrificios unidos al sacrificio pascual del Señor.



            Enseña el papa Juan Pablo II en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia:

            La Iglesia vive continuamente del sacrificio redentor, y accede a él no solamente a través de un recuerdo lleno de fe, sino también de un contacto actual, puesto que este sacrificio se hace presente, perpetuándose sacramentalmente en cada comunidad que lo ofrece por manos del ministro consagrado. De este modo, la Eucaristía aplica a los hombres de hoy la reconciliación obtenida por Cristo una vez por todas para la humanidad de todos los tiempos. En efecto, el sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio... 

La Misa hace presente el sacrificio de la Cruz, no se le añade y no lo multiplica. Lo que se repite es su celebración memorial, la “manifestación memorial”, por la cual el único y definitivo sacrificio redentor de Cristo se actualiza siempre en el tiempo. 

La naturaleza sacrificial del Misterio eucarístico no puede ser entendida, por tanto, como algo aparte, independiente de la Cruz o con una referencia solamente indirecta al sacrificio del Calvario (EE 12).




            Existen siempre unos signos litúrgicos expresivos que recuerdan estas verdades de fe con suma claridad, lenguaje siempre elocuente:

·         Siempre preside un crucifijo en el presbiterio al que se inciensa ("sobre el altar o cerca de él", IGMR 308)

·      La Víctima es sacrificada, por la separación del Cuerpo y de la Sangre llevando a plenitud los sacrificios de la Antigua Alianza

·        Se parte visiblemente en diversos trozos el Cordero inmolado durante la fracción del pan, acompañado de un canto sacrificial: “Agnus Dei”.

·    La comunión que recibimos es comunión con la Víctima inmolada, participando del Sacrificio –comiendo del Sacrificio-.

·         Los mismos textos eucológicos de toda plegaria eucarística nos recuerda la oblación, la ofrenda y el sacrificio:

Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala,
como aceptaste los dones del justo Abel,
el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe,
y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec (Canon romano).

Te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación,
y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia (PE II).

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,
y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación
quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
Que él nos transforme en ofrenda permanente (PE III).

Mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos su Cuerpo y su Sangre,
Sacrificio agradable a ti y salvación para todo el mundo.
Dirige tu mirada sobre esta Víctima,
que tú mismo has preparado a tu Iglesia...
seamos en Cristo víctima viva para alabanza de tu gloria (PE IV).


·    La misma doxología eucarística (“Por Cristo, con Él y en Él”) recuerda el carácter sacrificial de la cruz de Cristo tal como es citado en Hb 10: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

La Eucaristía es el mismo e idéntico sacrificio de la cruz, actualizado sacramentalmente, entregado a nosotros e igualmente salvífico AQUÍ Y AHORA. La Eucaristía –aunque es un lenguaje duro- es un verdadero sacrificio, por más que algunos lo quieran disimular. El lenguaje eucarístico es duro: “Tomad, comed, esto es mi cuerpo”, “tomad, bebed es mi Sangre”, tal como lo entendieron del Pan de Vida (Jn 6) y por eso se escandalizaron: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan vivirá para siempre... el que come [mastica] mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna (Jn 6, 51. 54). Incluso como dice el Catecismo, la Eucaristía es llamada Santo Sacrificio de la Misa: [Se llama] Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de la Misa, “sacrificio de alabanza”, sacrificio espiritual, sacrificio puro y santo, puesto que completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza” (CAT 1330).

El Catecismo de la Iglesia Católica desarrolla muy ampliamente el tema de la Eucaristía como Sacrificio (CAT 1365-1372) y lo que significa el mismo Sacrificio de Cristo (CAT 599-623).

            Destacamos dos aspectos:


a)      El sacrificio de Cristo, ya hoy incruento, en la Misa:

El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía, son, pues, un único sacrificio: Es una y la misma víctima que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes que se ofreció a sí misma entonces sobre la cruz. Sólo difiere la manera de ofrecer. Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la Misa, se contiene e inmola incruentamente el mismo Cristo que en el altar de la cruz se ofreció a sí mismo una vez de modo cruento; este sacrificio es verdaderamente propiciatorio (CAT 1367).


            b)  Por ser sacrificio de Cristo, la Iglesia se une y se ofrece Ella misma junto a su Señor:

            La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con él, ella se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo se hace también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo, se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo presente sobre el altar da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda (CAT 1368).

1 comentario:

  1. Magnífica entrada, don Javier! y qué fotos, con Obispo y todas las 7 velas. Bellísimas. Abrazos fraternos.

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