martes, 26 de mayo de 2020

¿Y quién es el Espíritu Santo?



Pneumatología completa, dogmática en acto, es la liturgia con sus “ritos y oraciones” (cf. SC 48) con la especificidad del lenguaje eucológico. 

Su belleza y su hondura envuelven a la Iglesia que ora sumergiéndola en el Misterio. 



Por eso, para comprender qué es Pentecostés y su alcance salvífico y eclesial, un método válido y seguro será acudir al cuerpo eucológico con el que la Iglesia ora celebrando.

1. Algunos nombres del Espíritu Santo


Una tradición teológica se ha complacido en elaborar su contemplación del Misterio de Cristo a partir de los “nombres” de Cristo, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, así como en la predicación de la Iglesia. Ya Orígenes empleó este método[1] como también S. Basilio[2], S. Gregorio de Nisa en deliciosos y pequeños tratados[3] o S. Cirilo de Jerusalén[4]; insigne en la literatura castellana es “De los nombres de Cristo” de fray Luis de León. 

Podemos muy bien aplicar este método para adentrarnos en el misterio del Espíritu Santo siguiendo el lenguaje de la liturgia. Éste se inspira en las Escrituras, citando literalmente sus expresiones o modulándolas de manera poética.


            a) Luz

“Luz de luz”[5], “Luz esplendorosa”[6],  “Luz de los corazones”[7] y también, en la Secuencia, “luz que penetra las almas”. Dios vence la oscuridad y las tinieblas, permitiendo que la vida y el orden sean posibles por la luz. 

Su palabra es constante: “Hágase la luz”, y la sigue pronunciando para poder caminar en su presencia. “Tu luz nos hace ver la luz” (Sal 35): el Espíritu Santo que es luz nos permite ver a Quien es la Luz del mundo, Jesucristo, y así el que le sigue no camina en tinieblas sino que tiene la luz de la vida. 

Es luz que envuelve a Jesucristo en la transfiguración del Tabor desvelando su divinidad tras los velos de la carne y esa luz santísima sigue brillando y desvelando: “en nuestros corazones para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo” (2Co 4,6).

Ciegos son los que creen ver y sin embargo están cerrados en la mente y en el corazón para reconocer la Presencia de Cristo y su Acontecimiento salvador, y no ven su propio pecado: “pero como decís que veis...”  (Jn 9,41). 

El Espíritu Santo con su luz nos permite acceder a la realidad y reconocer a Cristo como el Señor, Salvador, Hijo de Dios y el propio pecado como obstáculo y resistencia.



[1] In Io., I, 22. 23-42; Contra Celsum 3,22.
[2] De Spir. Sanc, 8.
[3] "Qué significa el nombre de cristiano" (carta dirigida a Armonio); "Sobre la perfección".
[4] X Catequesis.
[5] OC ad libitum, Misa vespertina de la vigilia.
[6] Preces Laud. Viernes VII
[7] Preces Visp. Viernes VII

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