lunes, 18 de mayo de 2020

Con fe, mirar la cultura contemporánea

Abrir los ojos y contemplar: descubrir. Al hombre se le trata como a un ciego, y se le prefiere ciego. Que no piense, mejor entregarle todo hecho y pensado. Que no vea ni descubra nada, con lo que se le dé tiene bastante. Y sobre todo, que no piense, que no sea original, que no sea libre.



El Señor Jesucristo es modelo de Hombre perfecto, mejor, es el Hombre perfecto. Hombre libre, con un corazón tierno y cercano, pero crítico con la realidad que le rodea, si ve que destruye al hombre, que lo esclavice. Es la libertad cristiana. Con el corazón limpio se ve la realidad de forma distinta. 

El corazón cristiano mira al mundo, a la sociedad, a la cultura, al hombre y descubre cuánto bueno hay en ellos; pero también aprende a ser crítico con aquello que destruye y ataca al hombre. 

Una mirada amorosa y crítica a la vez. No hombres ciegos, sino hombres que vean. ¡Cuántos milagros hizo el Señor curando a los ciegos, sanándoles los ojos del alma!

La cultura actual ha fabricado un hombre, en muchos casos vacío, pero sobre todo sin dominio sobre el tiempo: el tiempo lo consume, hay que ir corriendo a todo, no da tiempo de saborear nada, en el fondo, no se vive. en esta cultura en la que estamos inmersos ¡es peligroso pensar! 

 
Las opiniones se dan ya fabricadas: tertulias en la radio, artículos de opinión en los periódicos, debates televisivos manipulados... noticias contadas a la mitad, sesgadas, porque una masa de ciudadanos que no tenga personalidad ni información es más fácil de dirigir. También hay “drogas públicas” que se llevan al extremo para distraer (como los romanos, “pan y circo”), como es el deporte, el fútbol más concretamente: habiendo espectáculo es más cómodo manejar porque la atención se centra en algo que es periférico y no central para la vida personal, social y cultural.

Se eleva en esta cultura “lo extraordinario” a categoría de “lo normal”: fraude, engaño... justificados siempre con un “si todo el mundo lo hace”, “no seas tonto”. Se fabrica un ritmo de vida que debe servir para todos, comportamientos fijos y se mira como “raro y extraño” al que no se someta a estos criterios, por ejemplo, en verano hay que ir a la playa, o al campo (¡veranear es imprescindible!), y así multitud de comportamientos que oprimen al hombre, no le permiten ser y expresarse. 

Hay un “tipo medio”, un “modelo de hombre” al que hay que someterse; la ropa, según las modas; sitios adonde ir, según se haya puesto de moda. Esta cultura que habla de libertad y tolerancia ¿crea de verdad hombres y mujeres libres?

Jesucristo con su Pascua hizo al hombre libre y el bautizado está llamado a vivir la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Para esta libertad, en medio de la cultura actual, hay que abrir los ojos para no ser ciegos. 

Comenzar por mirar la creación, disfrutarla, tomar tiempo para uno mismo y para la vida del espíritu; con sosiego, leer, reflexionar, cuestionarse, descubrir las mentiras, que desde muchos ámbitos se siembran, y no dejarse conducir por ellas. Ser crítico con la realidad, con las opiniones que nos quieren hacer creer; crítico con los comportamientos y modos de vida que esclavizan, con esas cosas que todo el mundo parece que tiene que hacer, vivir del mismo modo, vestirse del mismo modo, divertirse del mismo modo... Ser original o creativo, no dejarse arrastrar y ser uno mismo, significa ser libre, ¡y eso es un riesgo! ¡el riesgo de la libertad! pero esto es ser persona, eso es ser cristiano en medio de mundo.  

“Señor, que vea...” que con el corazón limpio mire el mundo, sea crítico con la realidad, tenga discernimiento, utilice la inteligencia para ser libre, para ser persona. ¡Que para ello Cristo pagó con su sangre!

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