jueves, 17 de agosto de 2017

La paciencia (Tertuliano - VIII)

Las injurias y las humillaciones se dan en nuestra vida. Dichosos nosotros si ocurren por el Nombre de Jesús y su Evangelio.

Pero hay que resistir y no ceder a la tentación de responder con el mal o con la ira, sino que la paciencia nos conducirá a responder con el bien, a resistir mediante el bien: la mansedumbre y el perdón.


"Capítulo 8: La paciencia enseña a soportar las injurias
Los que en esta vida llevamos no sólo el cuerpo sino la propia alma expuesta a la injuria de todos, y además hemos de sobrellevarlo todavía con paciencia, ¿nos vamos a sentir heridos por algún pequeño daño? ¡Lejos del siervo de Cristo una torpeza tal, como sería la que una paciencia ejercitada para afrontar pruebas muy grandes viniese luego a quebrarse delante de unas naderías! 

Por lo tanto, si alguno osase provocarte con su propia mano, hállese pronta la admonición del Señor, que dice: "Al que te hiriere en el rostro, ofrécele también la otra mejilla" (Mt 5, 39). Canse tu paciencia a la maldad, cuyo golpe ya sea de dolor como de afrenta, será frustrado y más gravemente contestado por el mismo Dios. Pues, más castigas al mal cuanto más lo soportas; y más castigado será por Aquel por quien los sufres.

Y si el veneno de una lengua reventase afrentándote o maldiciéndote, mira lo que fue dicho: "Cuando se os maldijere, gozaos" (Mt 5,12). El mismo Señor ha sido maldecido en la ley, no obstante ser el único bendito (Dt 21,23; Gal 3,13). Por tanto, nosotros sus siervos, sigamos al Señor, y con paciencia soportemos el ser maldecidos para conseguir ser bendecidos. Y cuando con escasa moderación se diga algo insolente o mal en contra de mi, entonces sería necesario que yo respondiese con idéntica amargura o con un silencio lleno de impaciencia; pero si por haber sido maldecido tuviese que maldecir, ¿cómo me he de considerar seguidor de las enseñanzas del Señor, las cuales afirman que el hombre no se mancha con la suciedad de los vasos sino con lo que sale de su boca? (Mc 7,15). Y además, ¿no hemos de dar cuenta de toda palabra vana y superflua? (Mt 12,36). De todo lo cual se sigue que el Señor quiere apartarnos de ese mismo mal, que nos enseña a tolerar con paciencia cuando nos viene de otro.

Y ahora considera tú cuánta sea la ventaja de la paciencia; porque toda injuria -proceda de la lengua como de la mano- que intenta herirla se despunta con el mismo golpe, como dardo arrojado contra una piedra de inalterable dureza. Su intento, pues, es inútil e infructuoso; y todavía quizás con golpe de retorno se hiera el mismo que había arrojado la flecha.

Luego, es evidente que el que desea herirte lo hace para que sufras, pues la ganancia del heridors se mide por el dolor del herido. Por tanto, si inutilizas su ganancia no doliéndote, es él quien deberá sufrir al ver frustrado su deseo. Entonces tú, no sólo saliste ileso, que es lo que más importa, sino que además de verte libre del dolor, todavía gozarás por haber malogrado la intención de tu adversario. He aquí cuánta sea la utilidad y la ventaja de la paciencia".

No hay comentarios:

Publicar un comentario