2)
Cristocentrismo absoluto
Destaca
poderosamente en los Padres sin excepción el anuncio o predicación de
Jesucristo, Señor y Salvador, “mejor del cual nada existe” (S. Ignacio de
Antioquía). Para ellos el centro de toda predicación cristiana que se precie es
Jesucristo, Hijo de Dios, que verdaderamente se encarnó, nació, murió por
nosotros y resucitó según la carne, y es constituido Señor de todo, del cielo y
de la tierra. Hablan de Él con pasión, con entusiasmo, con fuerza. Nada puede
sustituir en ellos la predicación sobre Cristo, sus misterios y su redención.
Sería
inútil buscar en los Padres otro núcleo de su predicación ni otros centros o
ejes de gravedad. Nunca lo sustituirían por una aproximación humana o histórica
a “Jesús de Nazaret”, un “creyente”, un “buscador de Dios” o un simple “hombre
ejemplar”, que nos llevase “a lo divino”, entendido genéricamente como
“trascendencia”. Sería inútil buscar ese lenguaje, que no es cristiano ni
eclesial, en los Padres; es más, a quienes lo propusieron –desde el arrianismo
o las corrientes gnósticas- la réplica fue brutal y clara. ¡No permitían los
Padres que se alterase o que se desfigurase el Misterio de Jesucristo! Era
intocable.
Su
pasión por Jesucristo los llenaba, y anunciaban a Cristo y defendían la verdad
sobre Jesucristo, definida en los dogmas de los diferentes Concilios
ecuménicos. Había que mostrar el mismo y único Misterio de Jesucristo a cada
generación y no modelar un Jesús al gusto de cada generación o de cada
corriente filosófica. Esto lo hicieron muchos herejes en su momento y se
construyeron su propio Jesús partiendo de sus propios principios filosóficos o
ideológicos, un intento errado de llegar al “Jesús de Nazaret histórico”.
Pero
tampoco, en otra dirección, omitirían el anuncio de Jesucristo y su
consideración por temas universales que a todos les gustase y fuesen
“políticamente correctos”; ellos no hablarán de buscar la paz del Imperio o de
las naciones por encima de la verdad y la justicia; tampoco se dedicarán
exclusivamente a hablar del cuidado de la tierra y del “ecologismo” o de “la
madre tierra”; ni tampoco, por ejemplo, omitirían a Cristo para hablar del
“diálogo” o de la “solidaridad” entre todos al margen de la verdad como si la
verdad fuese la fuente del conflicto y todo se solucionase con el irenismo.
Ellos, decididamente, hablarán de “falsas religiones” o de “falsas filosofías”
porque sólo la verdad engendra paz y justicia.
Evidentemente,
los Padres chocan con la predicación buenista y ciega de hoy, la predicación
secularizada y en gran medida sincretista. ¡Chocarían y hasta se
escandalizarían escuchándonos muchas veces!
Confrontando
nuestro presente con la
Tradición, vemos cuán distinto es el tono hoy, la sustitución
cristológica por el buenismo moral y la solidaridad… una pobreza que daña al
pueblo santo de Dios. El futuro que hemos de construir nos lo marcan los
Padres: anunciar íntegro, y con amor, el misterio de nuestro Salvador
Jesucristo.
¡Ay, don Javier qué desaliento a veces! Lo dice muy bien el final de la entrada: "El futuro (el de mi nieta Clara) que hemos de construir nos lo marcan los Padres: anunciar íntegro, y con amor, el misterio de nuestro Salvador Jesucristo".
ResponderEliminarUn consuelo que releí hace poco en la revista Conoce.com: Dios saca bien del mal.
Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad (de las antífonas de Laudes).