jueves, 8 de diciembre de 2016

Gracia tras gracia

Así se puede definir la acción de Dios, constante y salvífica: gracia tras gracia.

De Cristo hemos recibido gracia tras gracia. Un proceso se ha desencadenado en nosotros: la gracia nos he venido por medio de Jesucristo.


El tesoro de su gracia se ha derramado. Como un cascada, salto tras salto, llega hasta nosotros. Claro, no podíamos salvarnos a nosotros mismos, por la virtud de nuestra naturaleza humana, confiando sólo en nuestro poder y capacidad.

La gracia ha venido en ayuda de nuestra debilidad. 

Esta gracia se desencandenó abundantemente en Santa María, desde el mismo instante de su Concepción. Se iniciaba la salvación de la humanidad, de la nueva humanidad que va a nacer. "Llena de gracia": nada se interpuso en ella a Dios.

"Hoy la Iglesia celebra solemnemente la concepción inmaculada de María. Como declaró el beato Pio IX en la carta apostólica Ineffabilis Deus de 1854, Ella “fue preservada, por particular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo salvador del género humano, inmune de toda mancha de pecado original”. Tal verdad de fe está contenida en las palabras del saludo que le dirigió el arcángel Gabriel: “Alégrate, llena de gracia. El Señor está contigo” (Lc1,28).

La expresión “llena de gracia” indica la obra maravillosa del amor de Dios, que ha querido devolvernos la vida y la libertad, perdidas con el pecado, mediante su Hijo Unigénito encarnado, muerto y resucitado. Por esto, desde el siglo II, en Oriente y en Occidente, la Iglesia invoca y celebra a la Virgen que, con su "sí", ha acercado el Cielo a la tierra, convirtiéndose en “engendradora de Dios y nodriza de nuestra vida”, como se expresa san Romano el Himnógrafo, en un antiguo cántico (Canticum XXV in Nativitatem B. Mariae Virginis, en J. B. Pitra, Analecta Sacra t. I, París 1876, 198). 

En el siglo VII, san Sofronio de Jerusalén elogia la grandeza de María porque en Ella el Espíritu Santo ha hecho su morada: “Tu superas todos los dones de la magnificencia que Dios haya jamás derramado en ninguna persona humana. Más que todos eres rica de la posesión de Dios morador en tí” (Oratio II, 25 in SS. Deiparæ Annuntiationem: PG 87, 3, 3248 AB). 

Y san Beda el Venerable explica: “María es bendita entre las mujeres, porque con el decoro de la virginidad ha gozado de la gracia de ser engendradora de un hijo que es Dios” (Hom I, 3: CCL 122, 16).

También a nosotros se nos regala la “plenitud de la gracia” que debemos hacer resplandecer en nuestra vida, porque “el Padre del nuestro Señor Jesucristo –escribe San Pablo– nos ha bendecido con toda bendición espiritual… y nos ha elegido antes de la creación del mundo para ser natos e inmaculados… predestinándonos a ser por Él hijos adoptivos” (Ef 1,3-5). 

Esta filiación la recibimos por medio de la Iglesia,en el día del Bautismo. A tal propósito santa Hildegarda de Bingen escribe: “La Iglesia es, por consiguiente, la virgen madre de todos los cristianos. En la fuerza secreta del Espíritu Santo, los concibe y da a luz, ofreciéndolos a Dios de modo que sean también llamados hijos de Dios” (Scivias, visio III, 12: CCL Continuatio Mediævalis XLIII, 1978, 142).

Entre los muchísimos cantores de la belleza espiritual de la Madre de Dios, destaca san Bernardo de Claraval, quien afirma que la invocación “Ave María, llena de gracia” “agrada a Dios, a los ángeles y a los hombres. A los hombres, gracias a la maternidad; a los ángeles, gracias a la virginidad; a Dios, gracias a la humildad” (Sermón XLVII, De Annuntiatione Dominica: SBO VI,1, Roma 1970, 266)" (Benedicto XVI, Ángelus, 8-diciembre-2011).

Por María, la gracia ha entrado en el mundo, y ahora, aún, todavía, para siempre, se derrama sobre nosotros.

Cantar al Señor un cántico nuevo es reconocer su acción gratuita y por amor en nosotros.

Nada se sostiene en nosotros si no es por su Gracia. Y ésta ha entrado en el mundo por medio de María, la Virgen Inmaculada.

¡Como para no estar contentos, felices, agradecidos!

1 comentario:

  1. La Inmaculada Concepción es patrona de España porque los reyes y la Iglesia en España destacaron durante siglos en su defensa como dogma, que no fue declarado como tal por la Santa Sede hasta el 8 de diciembre de 1858.

    Pío IX ordenó que una columna dedicada a la Inmaculada fuera levantada en la Plaza de España de Roma. En Murcia, la estatua de la Inmaculada, sita en la plaza de santa Catalina, se rodea de flores llevadas por instituciones y particulares.

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