Seguramente, todos hemos
escuchado una explicación simple de porqué la Navidad es el 25 de
diciembre. En el Evangelio no se señala ni qué mes ni en qué estación del año.
Pero Roma hizo un intento audaz: cristianizar las fiestas paganas del Sol
Invicto; situó el nacimiento de Cristo ahí, mostrando que Cristo es el
verdadero Sol. Esto ocurrió a principios del siglo IV. Esta explicación es la
más difundida y la más conocida.
En
Oriente, la fiesta de la luz se celebraba el 6 de enero, y ahí se situó, en la Fiesta de las Luces, el
Nacimiento y la Epifanía
del Señor. Aún hoy, las santas Iglesias Ortodoxas, celebran su Navidad el 6 de
enero en vez del 25 de diciembre. Unen tres grandes signos –los veremos más
adelante despacio-: la adoración de los magos, el Bautismo y las bodas de Caná.
Pero
hay otra explicación, más simbólica, más hermosa y puede que más histórica.
Vamos al 25 de marzo. El 25 de marzo, según tradiciones muy antiguas de la Iglesia, trasvasando
calendarios y cómputos judíos, fue el día del inicio de la creación, el día de la Encarnación del Verbo
y el día de la muerte de Jesús en la cruz. Es día grande, día de inicio, de
Pascua y de Vida.
Los
nueve meses exactos desde el 25 de marzo se cumplen el 25 de diciembre; por ese
cómputo, la Navidad
del Señor se situó en esa fecha. Algo de esto recoge san Agustín en algún
escrito suyo.
La
fecha del 25 de diciembre posee otro valor simbólico: se ha producido el
solsticio de invierno. Las horas nocturnas comienzan a decrecer, va ganando luz
el día, poco a poco. Es un simbolismo muy conveniente para Jesucristo: nace el
Sol de Justicia y las tinieblas del mundo se retiran. De nuevo traigamos aquí a
san Agustín, que explica muchas veces el nacimiento de Cristo con este símbolo:
“Nació del Padre sin tiempo; de la
madre, en el día de hoy. Eligió para ser hecho este día que él había creado,
del mismo modo que nació de la madre que él creó. Pues ese mismo día a partir
del cual comienzan a crecer los días simboliza la obra de Cristo, por quien
nuestro hombre interior se renueva de día en día” (Serm. 186,3).
“Como la infidelidad había cubierto
de tinieblas al mundo entero cual si fuera la noche, tenía que disminuir al
aumentar la fe; por eso comienza a disminuir la duración de la noche y a
aumentar la del día en la fecha misma del nacimiento de nuestro Señor
Jesucristo. Tengamos, pues, hermanos, por solemne a este día, no por motivo de
este sol, como los infieles, sino pensando en quien lo hizo” (Serm. 190,1).
Poco
a poco, la fiesta de Epifanía cobrará auge en Occidente –imitando a Oriente,
enriqueciéndose con la sensibilidad espiritual del Oriente cristiano- y el
ciclo de Navidad tendrá dos polos fundamentales: Natividad (25 de diciembre) y
Epifanía (6 de enero).
Me gusta más la segunda explicación.
ResponderEliminarHijo de la Virgen María, ten piedad de nosotros (de las Preces de Laudes)