lunes, 21 de julio de 2014

Salmo 110 (2ª parte)

Los salmos son nuestros primeros instrumentos y materia de oración, oración personal y de litúrgica. 


El salmo 110 es una acción de gracias, que brota de la admiración ante lo bueno que es el Señor y ante las cosas maravillosas que hace el Señor. Si miramos de verdad a Dios, el corazón salta de júbilo y alabanza, siempre y por todo.

    En primer lugar, la dimensión cristológica del salmo: todos los salmos hablan a Cristo, Cristo reza los salmos. Cristo dice: “Justicia y verdad son las obras de sus manos”. Dios no es un Dios injusto, no es un Dios parcial, Dios no es un Dios de tinieblas ni de mentira, Dios no ama al que convive con el pecado, Dios ama al que convive con la sabiduría. “Justicia y verdad son las obras de sus manos”.

    Dice Cristo al Padre: “todos sus preceptos merecen confianza”. La palabra de Dios es Palabra viva y verdadera, que, como un tesoro, cuando se proclama nos va dando luz, consuelo, guía. Las Palabras de Dios son palabras verdaderas; las palabras de los hombres son muy falsas: duran hoy y mañana ya no; y andamos con mentiras o con medias verdades. “La Palabra de Dios dura siempre”. “Son estables para siempre jamás” los preceptos del Señor, “se han de cumplir con verdad y rectitud”. Son preceptos de vida. Recordad la propuesta tan tremenda que nos dice el Señor en el libro del Deuteronomio (30,15-20): aquí tienes dos caminos, el camino de la vida y de la muerte, ¡escoge! El Señor, además, nos da a escoger el camino de la vida: libertad, justicia, entrega, pobreza en Cristo, misericordia, abnegación, cruz, resurrección. ¡Escoge! Por eso “los preceptos del Señor son estables”, son buenos para nosotros, sólo tenemos que escoger la vida o la muerte, lo que queramos.

    “Envió la redención a su pueblo”, y la envió en Cristo encarnado en el seno de Santa María. “Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza”. La ratifica con la sangre de la cruz, la ratifica con la sangre en el cáliz: “sangre de la alianza nueva y eterna”, y el vino ya no es vino, sino el mismo Cristo  entregado.  


“Ratificó para siempre su alianza”. Y no nos deja. Su alianza es eterna, Dios no nos deja. Nosotros sí dejamos a Dios. Dios no nos deja. Nosotros lo vamos arrinconando, Dios nos tiene como a las niñas de sus ojos. ¡Dios no se olvida de nosotros!

    “Su nombre es sagrado y temible”. El Nombre-sobre-todo-nombre, el Nombre que contiene cielo y tierra, “Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”. Y al contemplar a Jesucristo lo contemplamos “sagrado” porque es Dios y “temible”. Es muy grande el Señor para nosotros, y a la vez, es tan grande y tan cercano, tan sencillo, tan tremendamente compasivo.

    “Primicia de la sabiduría es el temor del Señor”, obedecer al Señor, obedecer. Ya no es poner a Dios a nuestro servicio y acudimos al Señor cuando necesitamos algo. Eso ya no sirve. Lo que sirve es “habla, Señor, que tu siervo escucha”; lo que sirve es “aquí está la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra”; lo que sirve es la oración  de Cristo en Getsemaní: “aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. No es poner a Dios a nuestro servicio, es ofrecernos nosotros para el servicio del Señor. 

“Primicia de la sabiduría es el temor del Señor”. Ese es el verdadero sabio. “Tienen buen juicio los que lo practican”. Los que no practican ese obedecer al Señor, ese entregarse, viven alocadamente, no tienen juicio y discernimiento, y al final son esclavos de ellos mismos, esclavos de sus pasiones.

    “La alabanza del Señor dura por siempre”. Viendo la obra de Dios, la Iglesia, siglo tras siglo, generación tras generación, proclama las obras del Señor; las proclama en la Palabra y en la Eucaristía, las proclama cuando cantamos las Laudes y las Vísperas. “La alabanza del Señor dura por siempre”.

4 comentarios:

  1. Primicia de la sabiduría es el temor del Señor

    ¿Quién teme hoy al Señor? ¿Quién lo tiene presente en cada momento de su vida? ¿Quién siente admiración y respeto profundo ante el Señor?

    habla, Señor, que tu siervo escucha

    ¿Quien es capaz de orar al Señor como siervo que confía en su Voluntad? porque “todos sus preceptos merecen confianza”. ¿Quién es acepta los preceptos del Señor en un mundo lleno de soberbia y autosuficiencia?

    A veces sólo nos queda orar y pedir misericordia.

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    1. Néstor:

      Realmente, en muchísimas ocasiones, poco podemos hacer... exceptuando orar, orar sin cesar, orar intensamente y refugiarnos en su Misericordia.

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  2. Jesús rezaba con los salmos, cuando muere, muere rezando los salmos.

    “Si miramos de verdad a Dios, el corazón salta de júbilo y alabanza” No puede ser de otra manera. Hace unos días se celebraba en Murcia el Festival folklórico del Mediterráneo. La plaza de la catedral llena para el espectáculo, y en esta plaza se encuentra la capilla de adoración eucarística permanente. En un determinado momento abandoné a mis amigos y me fui a la capilla: ‘el corazón vibra con otra música, con otra danza’

    Como estamos en verano, les voy a contar otra anécdota: esta mañana he tomado un taxi y el taxista me ha dicho: ‘le doy una tarjeta de nuestro teléfono (de la compañía) porque veo que lleva vd una cruz'. La tarjeta llevaba impresa en su parte anterior una imagen de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Murcia. No he podido contenerme y le he dicho:’Qué alegría encontrarme con un creyente porque casi todos mis amigos y conocidos no lo son’. Y hemos seguido hablando. Ha sido realmente reconfortante.

    ¡Ah! Por cierto, en cuanto a la anécdota que les contaba sobre mi compañero cuyo madre había muerto. Le decía yo hoy que desde su muerte rezo constantemente por ella y para mi sorpresa me dice: ‘mi madre era muy creyente’ (textual). Me he echado a reír, somos grandes amigos, y le he dicho: ‘Estas perdido, entre tu madre y yo te llevaremos a la fe’. Se ha reído también; Dios quiera que 'mi profecía' se cumpla porque: “todos sus preceptos merecen confianza…La Palabra de Dios dura siempre…. Son estables para siempre jamás” y la propuesta que nos dice el Señor en el libro del Deuteronomio es realmente tremenda.

    ¡Cuántas veces el ángel me decía: "Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía"! (del himno de Nona)




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    1. Julia María:

      Gracias por esas anécdotas preciosas.

      Realmente los salmos deben ser igualmente queridos por nosotros como lo fueron por Cristo. Emplearlos, hacerlos nuestros, memorizarlos...

      Un abrazo

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