sábado, 31 de agosto de 2013

El apóstol "fracasado" (VII)

El trabajo por el Evangelio es una tarea ardua, que exige esfuerzo porque con razón es sendero angosto, puerta estrecha. Muchos se niegan a creer, rechazan explícitamente el Evangelio. Hay quienes, desde su libertad, no aceptan a Jesucristo como el Salvador de sus vidas. Otros, por muchas causas, no quieren cambiar, piensan que ya lo saben todo, que ¡tantas novedades!, etc. 


¿Cómo llegar a su corazones? 

¿Cómo comunicarles el Evangelio de salvación, mostrales el camino de la vida? 

El corazón del apóstol sufre, la caridad pastoral queda herida. Es el mismo dolor de impotencia que S. Pablo tuvo que sufrir en el Areópago. La misma impotencia y dolor de Jesús: "os aseguro que no me buscáis por los signos que habéis visto, sino porque comisteis pan hasta saciaros" (Jn 6,26).

    Igual que el Señor se quejaba por sus profetas: "Pues bien sé que no me escucharán, porque es un pueblo de dura cerviz; pero se convertirán en sus corazones en el país de su destierro" (Bar 2,30). Y el Señor mismo advertirá a sus profetas: "Pero no me obedecieron ni me hicieron caso, sino que se obstinaron y fueron peores que sus antepasados. Cuando les comuniques todo esto, no te escucharán; cuando los llames, no te responderán" (Jer 7,26-27).

    La tentación de la impotencia incita al apóstol a retirarse, a huir, a no negociar con los talentos, desistir de los trabajos evangélicos, bajo mil pretextos humanamente comprensibles. 

Pero el sembrador al sembrar sabe que su semilla cae no sólo en tierra buena, la que sí da fruto, sino que cae también en el camino, en las piedras y en las zarzas. Sólo una pequeñísima parte de la Palabra sembrada llegará a germinar, por pura gracia y misericordia de Dios. 

La impotencia nos invita a desistir, la perseverancia a continuar pese a mil trabajos, incomprensiones, resistencias. Al mismo tiempo, como siempre, orando para que se ablande el duro corazón de los que pueden negarse a creer y rechazar la semilla sembrada. Porque, si desiste el apóstol, "¿cómo creerán si nadie les predica?" (Rm 10,15).

En la perseverancia, en la paciencia, en un corazón anclado en los planes de Dios, el apóstol puede ser evangelizador: por encima del dolor que causa la cerrazón del corazón. "No es a ti a quien rechazan", dice el Señor a Samuel y a sus profetas, para que no se sientan rechazados y heridos en su amor propio, "es a mí a quien rechazan" (1Sam 8,7). Así advertirá Yahvé a su profeta Ezequiel: "Y tú, hijo de hombre, no los temas ni tengas miedo de sus palabras. No temas, aunque te encuentres entre cardos y zarzas, y te sientes sobre escorpiones. No temas sus palabras, ni te asustes ante ellos, porque son un pueblo rebelde. Les comunicarás mis palabras, escuchen o no, porque son un pueblo rebelde." (Ez 2,6-7).

¿Cómo hacer? Si algunos se empeñan, se obstinan, pueblo de dura cerviz, en no querer escuchar ni recibir, ¿acaso es atribuible al apóstol esa cerrazón? 

Deberá, por el contrario, perseverar con un corazón muy íntegro, diríamos que maduro, en seguir una y otra vez, predicando "a tiempo y a destiempo, oportuna e inoportunamente" (2Tm 4,2). La constancia permanece firme. Una y otra vez, a pesar del fracaso, seguir echando las redes una vez más "en el nombre del Señor". También será bueno añadir su correspondiente dosis de mortificación, de expiación, para reforzar el apostolado así como su oración personal constante intercediendo.


5 comentarios:

  1. Padre, ¡¡¡que alivio, que esto no sea tarea humana, sino de la Gracia de DIOS!!! Porque si dependiera de lo humano, la cosa no prosperaría.

    Padre, muchas gracias por su tiempo, muchas gracias por sus palabras, muchas gracias por su invitación y muchas gracias por su paciencia. DIOS le bendiga.

    Sigo rezando

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  2. “fracasado”, correctamente entrecomillado. El apóstol fracasa si no lo intenta, si no sigue y sigue intentándolo (con desmayo o sin él), permaneciendo en el empeño. El profeta Jeremías es un buen amigo a la hora del “fracaso”. Profeta emblemático que empieza a ser “oído” por el pueblo en el destierro, después de su muerte, al aliento de la promesa de una nueva alianza.

    Aparente fracaso de Jeremías, en la tradición símbolo del siervo sufriente que morirá en la Cruz en el más aparente de los fracasos, es modelo luminoso para el apóstol cuando encuentra la falta de receptividad al mensaje evangélico propia de nuestros días.

    Según Benedicto XVI, un elemento típico del apóstol es la identificación entre Evangelio y evangelizador, de modo que ambos están destinados a la misma suerte porque el amor de Dios es la verdadera riqueza de la vida del hombre.

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!


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  3. Intentaré recuperar el ritmo habitual, es decir, responder a los comentarios del blog y no solamente dejar la catequesis a disposición de todos.

    Pero quiero matizar teológicamente un punto que antes a mí -con humor de amigo- me han avisado que corrija.

    Por un lenguaje más fácil, o más pedagógico, escribía en la catequesis lo siguiente: "Hay quienes, desde su libertad, no aceptan a Jesucristo como el Salvador de sus vidas".

    Si afinamos más y más, digamos que más que "desde su libertad", habría que decir "desde el pecado que obstaculiza el seguimiento", porque la libertad verdadera está orientada al Bien, y cuando no lo sigue, se autodestruye a sí misma.

    Espero haberme explicado bien y que el autor de dicha corrección quede satisfecho con estas frases.

    A todos, saludos.

    pax +

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    1. Aunque no se lo que echaba de menos el autor de la sugerencia, menos mal que ha adjetivado la palabra libertad; en otro caso no hubiera entendido la necesidad de la precisión, pues ni siquiera el pecado puede eliminar la libertad otorgada por Dios al hombre, aunque esta sea finita y falible, tan sólo modificar la imputabilidad y aumentar la concupiscencia. A mí me gusta más hablar del genuino, correcto, ejercicio de la libertad.

      Todo acto voluntario, directa o indirectamente cuando resulta de una negligencia respecto a lo que se habría debido conocer o hacer, es imputable a la libertad de su autor. Desde el momento en que Dios creó a un ser libre, se hizo posible el pecado porque la libertad no desaparece por el hecho de tener que decidir atendiendo a nuestras circunstancias, más bien éstas forman parte de nuestra libertad.

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  4. Un bello post.

    Me ha llegado especialmente eso de "Sólo una pequeñísima parte de la Palabra sembrada llegará a germinar, por pura gracia y misericordia de Dios. "

    El apostolado ciertamente es gracia, y esta gracia aumenta, como bien dice vd, con " su correspondiente dosis de mortificación, de expiación, para reforzar el apostolado así como su oración personal constante intercediendo."

    El amigo insidioso que con afectuoso humor le pidió corrigiera el matiz sobre la libertad, pienso que habrá quedado plenamente satisfecho con su apunte, que explica perfectamente que la libertad es propiamente para el bien, y que no es un obstáculo para elegir a Cristo.

    Un abrazo muy fuerte y gracias

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