El leccionario es un libro importante dentro de la liturgia, que tiene incluso un sitio propio dentro de la celebración: es el ambón, como si fuera un sagrario para la Palabra.
El leccionario es la Palabra de Dios puesta por escrito y organizada por la Iglesia para su lectura en la celebración litúrgica. La Iglesia, servidora y depositaria de las Escrituras, abre el Misterio de la Palabra de Dios a sus hijos en cada acción litúrgica.
Entonces, pues, el leccionario no es un libro cualquiera, como puede ser un Ritual o un libro de cantos o una hoja de moniciones o... sino que es un libro-signo, que, de cara a la asamblea, recuerda que la Palabra de Dios se hace presente en medio de la Iglesia, iluminando, penetrando, fecundando, dando vigor a la Iglesia, y que este hacerse presente en medio de la asamblea la Palabra no es otra cosa sino la presencia del mismo Cristo pues "Cristo está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es él quien habla" (SC 7).
Es un libro-signo de la presencia de Cristo hoy en su Palabra dirigida a la Iglesia como Palabra viva. Es signo, así mismo, de que Dios continúa salvando, actuando, revelándose a su Iglesia por la Palabra y que esta Palabra cobra una fuerza especial, nueva y distinta, cuando en la liturgia se lee la Escritura.
El leccionario es la Palabra de Dios puesta por escrito y organizada por la Iglesia para su lectura en la celebración litúrgica. La Iglesia, servidora y depositaria de las Escrituras, abre el Misterio de la Palabra de Dios a sus hijos en cada acción litúrgica.
Entonces, pues, el leccionario no es un libro cualquiera, como puede ser un Ritual o un libro de cantos o una hoja de moniciones o... sino que es un libro-signo, que, de cara a la asamblea, recuerda que la Palabra de Dios se hace presente en medio de la Iglesia, iluminando, penetrando, fecundando, dando vigor a la Iglesia, y que este hacerse presente en medio de la asamblea la Palabra no es otra cosa sino la presencia del mismo Cristo pues "Cristo está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es él quien habla" (SC 7).
Es un libro-signo de la presencia de Cristo hoy en su Palabra dirigida a la Iglesia como Palabra viva. Es signo, así mismo, de que Dios continúa salvando, actuando, revelándose a su Iglesia por la Palabra y que esta Palabra cobra una fuerza especial, nueva y distinta, cuando en la liturgia se lee la Escritura.
Los libros que contienen las lecturas de la palabra de Dios, así como los ministros, las actitudes, los lugares y demás cosas, suscitan en los oyentes el recuerdo de la presencia de Dios que habla a su pueblo. Hay que procurar, pues, que también los libros, que son en la acción litúrgica signos y símbolos de las cosas celestiales, sean realmente dignos, decorosos y bellos (OLM 35).De tal forma que, acabada la liturgia de la Palabra, el leccionario no se cierra nunca, sino que se deja abierto sobre el ambón, con respeto, recordando a la asamblea la Palabra proclamada y la presencia eficaz de Cristo.