martes, 2 de noviembre de 2010

La purificación de los difuntos es el motivo de nuestra oración

Creo que es buen día y buen momento para recordar las verdades básicas de la escatología cristiana. Hoy es la conmemoración de todos los fieles difuntos, es decir, el día más intenso de oración por todos los difuntos. Fácilmente -con tanto buenismo suelto- creemos y presuponemos que todo el que muere ya es un santo que está gozando de Dios, que está en el cielo. Pero sabemos que para estar ante Dios eternamente hay que estar completamente purificado, limpio de toda mancha y que el rostro de Cristo se refleje perfectamente en nosotros, sin desfiguraciones. Si esto no se ha realizado por completo en este tiempo de vida terrenal, el purgatorio o el estado de purificación, completa la obra de Dios en nosotros. 

En el Catecismo se explica:

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:
«Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).
 1032. Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:

«Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).
 No canonicemos tan rápidamente a todo el que muere, ni digamos tan fácilmente "que ya está con Dios", sino más bien oremos por los difuntos, ofrezcamos sufragios, limosnas, y el sacrificio de la Eucaristía.

Oh Dios, gloria de los fieles y vida de los justos, nosotros, los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tus siervos difuntos, y pues creyeron en la resurrección futura, merezcan alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina...

Y digamos muchas veces esta fórmula (con indulgencia parcial) orando por las almas del purgatorio:

Señor, dales el descanso eterno.
R/ Y brille sobre ellos la luz eterna.

Descansen en paz.
R/ Amén.

Las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
R/ Amén.

5 comentarios:

  1. Hola D. Javier:
    "No canonicemos tan rápidamente a todo el que muere, ni digamos tan fácilmente "que ya está con Dios", sino más bien oremos por los difuntos, ofrezcamos sufragios, limosnas, y el sacrificio de la Eucaristía."

    Qué cierto. Los funerales se entregan a la familia viva y parecen olvidar del amor al fallecido y que convienen mucho los sufragios.

    ¿porqué parece eso de obtener Indulgencias cosa del pasado de la Iglesia?

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  2. Nos toca orar por nuestros seres queridos que nos ha dejado y por todas las almas que se encuentran en periodo de purificación. Orar por ellas es lo menos que podemos hacer desde aquí.

    Dios le bendiga D. Javier.

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  3. Como dice muy bien el P. Sayés el purgatorio es la oportunidad de reconvertir toda nuestra persona antes del encuentro con Dios (Ap 21,27 y Mt 5,48). Aun arrepentidos de nuestros pecados, necesitamos esta purificación e intercedemos con Cristo por nuestros difuntos.

    Pienso que al rezo por las ánimas benditas del Purgatorio, especialmente por las más abandonadas, tenemos que añadir el pedir la gracia de Dios para purificar, por medio del amor, -aquí ya- las heridas que el pecado deja en nosotros. Pena del pecado en distinción de la culpa, como nos dice la Tradición.

    Y muy de acuerdo en el sacrificio de expiación, oraciones y sufragios por los difuntos, como parece indicar 2 M 12,43ss. y afirma el Padre de la Iglesia S. Agustín en Ench. ad Laur., 29,110: "No puede negarse que las almas de los difuntos son aliviadas por la piedad de los suyos que viven, cuando por ellos se ofrece el sacrificio del mediador o hacen limosnas en la Iglesia. Pero estas cosas aprovechan a aquellos que, cuando vivían, merecieron que después pudiesen aprovecharles. Porque hay un modo de vivir, ni tan bueno que no necesite estas cosas después de la muerte, ni tan malo que no le aprovechen estas cosas después de la muerte; pero hay también tal modo de vivir en el bueno que no necesita estas cosas y hay también tal modo de vivir en el malo que no se le puede ayudar ni con estas cosas, cuando pasan de esta vida"

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  4. Este día mi corazón y memoria se me escapan a aquellos familiares y amigos cuyas vidas dotaron de sentido la mía y ya no están en el mundo de los vivos. Mi oración para ellos.

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  5. ¿La sequentia Dies Irae ha sido prohibida en el Novus Ordo o es que me lo parece a mí?

    Porque al muerto ni le va ni le viene, pero sí, y mucho, al vivo.

    El muerto al hoyo... y el vivo a ilustrarse con las cosas últimas:

    Querens me sedisti lassus
    tantus labor non sit casus!

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