sábado, 13 de noviembre de 2010

Y en España arraigó la fe

La fe cristiana, cuyas raíces son apostólicas, arraigó en España, creciendo luego un árbol muy frondoso y de copiosos frutos. 

España modeló su alma hispana con la fe, y su cultura y su historia, y su grandeza y sus logros, sólo se pueden explicar por la fe que sustentó a este pueblo; más aún, sin el dato de la fe cristiana, jamás se entendería la historia y la vida de España, por más que la leyenda negra tan difundida (y tan falaz, pero rentable políticamente) quiera culpabilizar a toda una sociedad y generar algo ex novo, una España laicista y totalmente secularizada, donde lo cristiano sea marginal y esté arrinconado como el causante de todos los males o de todos los supuestos males.

La fe sembrada en España, que fue regada con la sangre de tantos gloriosos mártires desde el principio hasta el siglo XX, ha sido valiente, creativa, audaz, evangelizadora y profundamente mística.

"Como Sucesor de Pedro, he venido además para confirmar a mis hermanos en la fe. Esa fe que en los albores del cristianismo llegó a estas tierras y se enraizó tan profundamente que ha ido forjando el espíritu, las costumbres, el arte y la idiosincrasia de sus gentes. Preservar y fomentar ese rico patrimonio espiritual, no sólo manifiesta el amor de un País hacia su historia y su cultura, sino que es también una vía privilegiada para transmitir a las jóvenes generaciones aquellos valores fundamentales tan necesarios para edificar un futuro de convivencia armónica y solidaria. Los caminos que atravesaban Europa para llegar a Santiago eran muy diversos entre sí, cada uno con su lengua y sus particularidades, pero la fe era la misma. Había un lenguaje común, el Evangelio de Cristo. En cualquier lugar, el peregrino podía sentirse como en casa. Más allá de las diferencias nacionales, se sabía miembro de una gran familia, a la que pertenecían los demás peregrinos y habitantes que encontraba a su paso. Que esa fe alcance nuevo vigor en este Continente, y se convierta en fuente de inspiración, que haga crecer la solidaridad y el servicio a todos, especialmente a los grupos humanos y a las naciones más necesitadas" (Benedicto XVI, Discurso de despedida, Barcelona, 7-noviembre-2010).

Es conveniente recordar lo que fuimos, para saber siempre lo que somos hoy y lo que estamos llamados a ser. Al igual que la síntesis que ha ofrecido Benedicto XVI en este viaje, el papa Juan Pablo II trazó varias en sus diferentes viajes a nuestra patria, magníficos retratos del alma hispana.

"Vengo a encontrarme con una comunidad cristiana que se remonta a la época apostólica. En una tierra objeto de los desvelos evangelizadores de San Pablo; que está bajo el patrocinio de Santiago el Mayor, cuyo recuerdo perdura en el Pilar de Zaragoza y en Santiago de Compostela; que fue conquistada para la fe por el afán misionero de los siete varones apostólicos; que propició la conversión a la fe de los pueblos visigodos en Toledo; que fue la gran meta de peregrinaciones europeas a Santiago; que vivió la empresa de la reconquista; que descubrió y evangelizó América; que iluminó la ciencia desde Alcalá y Salamanca, y la teología en Trento.
Vengo atraído por una historia admirable de fidelidad a la Iglesia y de servicio a la misma, escrita en empresas apostólicas y en tantas grandes figuras que renovaron esa Iglesia, fortalecieron su fe, la defendieron en momentos difíciles y le dieron nuevos hijos en enteros continentes. En efecto, gracias sobre todo a esa simpar actividad evangelizadora, la porción más numerosa de la Iglesia de Cristo habla hoy y reza a Dios en español. Tras mis viajes apostólicos, sobre todo por tierras de Hispanoamérica y Filipinas, quiero decir en este momento singular: ¡Gracias, España; gracias, Iglesia en España, por tu fidelidad al Evangelio y a la Esposa de Cristo!
5. Esa historia, a pesar de la lagunas y errores humanos, es digna de toda admiración y aprecio. Ella debe servir de inspiración y estímulo, para hallar en el momento presente las raíces profundas del ser de un pueblo. No para hacerle vivir en el pasado, sino para ofrecerle el ejemplo a proseguir y mejorar en el futuro.
No ignoro, por otra parte, las conocidas tensiones, a veces desembocadas en choques abiertos, que se han producido en el seno de vuestra sociedad, y que han estudiado tantos escritores vuestros.
En ese contexto histórico-social, es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de une fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano. Para sacar de ahí fuerza renovada que os haga siempre infatigables creadores de diálogo y promotores de justicia, alentadores de cultura y elevación humana y moral del pueblo. En un clima de respetuosa convivencia con las otras legítimas opciones, mientras exigís el justo respeto de las vuestras" (Discurso, Madrid, 31-octubre-1982).
 ¿Maravilloso, no?

 Y al despedirse, ya en Santiago de Compostela, Juan Pablo II daba razón del porqué es necesario recordar el pasado español:

"Con mi viaje he querido despertar en vosotros el recuerdo de vuestro pasado cristiano y de los grandes momentos de vuestra historia religiosa. Esa historia por la que, a pesar de las inevitables lagunas humanas, la Iglesia os debía un testimonio de gratitud. Sin que ello significase invitaros a vivir de nostalgias o con los ojos sólo en el pasado, deseaba dinamizar vuestra virtualidad cristiana. Para que sepáis iluminar desde la fe vuestro futuro, y construir sobre un humanismo cristiano las bases de vuestra actual convivencia. Porque amando vuestro pasado y purificándolo, seréis fieles a vosotros mismos y capaces de abriros con originalidad al porvenir" (Discurso de despedida, Santiago de Compostela, 9-noviembre-1982).

O cuando, en la breve escala en Zaragoza en 1984, destacó la íntima relación entre la fe católica y la historia de España así como el motivo más íntimo del descubrimiento y evangelización de América:

"Más aún: me pregunto con tantos de vuestros pensadores si sería posible hacer una historia objetiva de España sin entender el carácter ideal y religioso de su pueblo o la presencia de la Iglesia.
Por todo esto, con mirada cultural que es un respetuoso homenaje a su solera histórica; con acento de voz amiga que invita a superar lagunas sin negar esencias, quiero referir a España el grito que desde Compostela dirigí a Europa: “Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes” (Acto europeo en Santiago de Compostela, 4; 9 de noviembre de 1982). Así encontrarás tu historia vertebrada. Podrás superarla con la debida apertura hacia metas más altas. Podrás avanzar hacia los desafíos del futuro, con savia vital, con creatividad renovada, sin rupturas ni fricciones en los espíritus" (Discurso, 10-octubre-1984).

 Recojamos entonces estas palabras: hay una tarea importante, la de preservar un alma que es católica del influjo del secularismo y del laicismo. Éste despoja de sus raíces el alma, y la deja a la intemperie, sin pasado (al que sólo se mira con sospecha y culpabilidad), aferrado a un presente que lo destruye todo y va minando una civilización entera desde su interior y sin perspectiva de futuro, de ofrecer algo, de construir... porque el relativismo es estéril, destruye pero no ofrece nada bueno ni bello ni verdadero.


3 comentarios:

  1. ¿Cómo entender España, Europa y el mundo sin el cristianismo? ¿Cómo entender lo que somos sin el sacrificio de tantos mártires?

    Dios le bendiga D. Javier :)

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  2. Tienen razón los papas al señalar que es indisoluble España de su fe católica. Gracias a nuestra fe, por ella, hemos realizado cuanto de destacable hay en nuestra historia. Así decía Pío XI en su "Dilectissima nobis" de 1933:
    "Precisamente porque la gloria de España está tan íntimamente unida con la religión católica, Nos sentimos doblemente apenados al presenciar las deplorables tentativas, que, de un tiempo a esta parte, se están reiterando para arrancar a esta Nación a Nos tan querida, con la fe tradicional, los más bellos títulos de nacional grandeza. No hemos dejado de hacer presente con frecuencia a los actuales gobernantes de España —según Nos dictaba Nuestro paternal corazón— cuán falso era el camino que seguían, y de recordarles que no es hiriendo el alma del pueblo en sus más profundos y caros sentimientos, como se consigue aquella concordia de los espíritus, que es indispensable para la prosperidad de una Nación".
    La fe católica es consustancial históricamente con el ser de España. En su "Defensa de la Hispanidad" dice Maeztu: "Hasta que Recaredo nos deparó el vínculo espiritual en que habían de juntarse el Gobierno y el pueblo de España, aquí no había más que pueblos más o menos romanizados y sujetos a un Gobierno godo, al que tenían que considerar como extranjero y enemigo. Gobernantes y gobernados habitaban la misma tierra, comunidad insuficiente para constituir la patria. Pero en el momento en que los gobernantes aceptaron la fe, que era también la ley, de los gobernados, surgió entre unos y otros el lazo espiritual que unió a todos sobre la misma tierra y en la misma esperanza". Desde el momento de la conversión de Recaredo, que consagra la unidad católica, todos los hechos relevantes de nuestra historia, todo nuestro ser como nación, desde la empresa de Reconquista, hasta la civilización de las Américas, desde la guerra contra el invasor francés, hasta el Alzamiento de 1936, en la fe ha tenido su raíz.
    Para terminar, por no alargarme en exceso, citaré a Vázquez de Mella, que en uno de sus discursos en el Parlamento dice:
    "No hay una manifestación del genio nacional, ni en filosofía, ni en religión, ni en ciencia, ni en artes, ni en las más altas empresas sociales de la historia, desde que salimos del dominio romano hasta las mismas luchas civiles y políticas de estas centurias y de las pasadas, que no esté de una manera o de otra, por amor o por contraste, inspirada por el sentimiento religioso de nuestro pueblo. Y si esa religión ha penetrado en nuestra constitución social, porque ha penetrado en la familia y en la sociedad, y ha transformado nuestro derecho público y ha hecho nuestra constitución interna porque ha sido la que formó el alma nacional, y ha labrado el carácter común, quien la ignore, ni en las artes, ni en las ciencias, ni en la religión, ni en los grandes hechos de nuestra historia podrá penetrar".
    Insisto: estas palabras fueron pronunciadas en el Parlamento. ¿Habría hoy un parlamentario capaz de hablar así? De nuestra clase dirigente ¿cuántos son hoy conscientes de estas cuestiones?
    Siguiendo la acertada metáfora de Maeztu, "España es una encina medio sofocada por la yedra". ¿Podrá sobrevivir la encina o terminará la yedra por sofocarla?

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  3. FIL:

    Hoy creo que ningún parlamentario hablaría así... porque los que sean católicos, siguen con el vicio liberal de reducir la fe a un sentimiento para la vida privada.

    España hoy se ve acosada por distintos frentes: ¿quién presentará batalla? La metáfora que Vd. trae aquí me parece especialmente sugerente: la encina medio sofocada por la yedra. ¿Qué pasará?

    Una civilización entera se va hundiendo, como otras veces ocurrió en la historia; sólo la fe católica, y los católicos profundamente creyentes, podrán afrontar el reto y construir sobre las cenizas que están dejando.

    Le agradezco el trabajo que aquí nos regala a todos.

    Pax!

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