miércoles, 30 de junio de 2010

Magisterio y método teológico

El método teológico es la forma de elaborar la teología, los pasos propios de una ciencia que tiene su propio proceso de elaboración, sin que falten ninguno de ellos para no incurrir en error. Son conocidos: Escritura, Padres, recurso a las fuentes y a la liturgia, documentos, concilios y declaraciones del Magisterio, confrontación con el pensamiento contemporáneo, reflexión y síntesis, oración y contemplación...

Cuando faltan alguno de estos elementos del método teológico, la teología fácilmente se convierte en una construcción personal que se deja llevar por el subjetivismo, originando interpretaciones o planteamientos novedosos, aparentemente atractivos pero radicalmente engañosos; planteamientos o propuestas teñidas de lenguaje actual, que pretenden ser llamativas pero son construcciones personales, sin base en la Tradición, lejos del sentir de la Iglesia, distantes de la regla de la fe. Ya pueden tener un gran respaldo editorial, ser presentados como referentes en ciertos medios –prensa escrita o Internet-, ser ensalzados como “nuevos profetas”, que su teología no es teología, sino ideología, porque no ha respetado el método teológico.

Entre estos elementos del método teológico hay uno que desde hace varios decenios es sistemáticamente ignorado: el respeto al Magisterio de la Iglesia. La misión de definir la fe, de vigilar su ortodoxia, de garantizar que algo sí se ajusta a la fe eclesial, es tarea ineludible del Magisterio, como misión específica de los pastores de la Iglesia. Son éstos los maestros de la fe. Y el Magisterio se explicita en los Símbolos de la fe, en los Concilios, en la enseñanza del Papa (con el rango de importancia según sea el documento: Constitución apostólica, Bula, Encíclica, Exhortación apostólica...) y de los Obispos en comunión con Pedro.


El Magisterio define la fe, es decir, pone los límites a las afirmaciones fundamentales señalando hasta dónde se puede llegar sin caer en el error y abre una senda para la profundización que es la que debe recorrer la teología. La teología ayuda al Magisterio en su oficio docente y a la vez respeta al Magisterio, lo escucha con asentimiento racional y afecto eclesial. Si se suprime, la teología en lugar de conducir como un acueducto el agua viva del Espíritu, lleva agua estancada.

“El respeto al Magisterio es un elemento constitutivo del método teológico. E igualmente, el respeto al pueblo de Dios: éste tiene derecho a que no se le turbe sin más ni más con hipótesis o posturas aventuradas, que él no tiene competencia para juzgar o que corren el riesgo de ser simplificadas o manipuladas por los movimientos de opinión. El teólogo es un hombre libre y responsable pero con libertad de cristiano, la que se ejerce en la apertura a las luces que asume la fe y que garantiza la fidelidad a la Iglesia” (Pablo VI, Discurso a los obispos franceses de la región centro-oriental en visita ad limina, 20-junio-1977).

Es lo que ya decía en sus documentos el Vaticano II: “Cuando el Romano Pontífice o con él el Cuerpo Episcopal definen una doctrina lo hacen siempre de acuerdo con la Revelación, a la cual, o por escrito, o por transmisión de la sucesión legítima de los Obispos, y sobre todo por cuidado del mismo Pontífice Romano, se nos transmite íntegra y en la Iglesia se conserva y expone con religiosa fidelidad, gracias a la luz del Espíritu de la verdad” (LG 25) porque “el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo” (DV 10).

Magisterio y teología son dos carismas –dos ministerios- distintos e igualmente necesarios en la Iglesia, que mutuamente se complementan, sin que el teólogo pueda ocupar la misión del pastor que ha de confirmar en la fe a sus hermanos, que ha recibido un depósito –el depositum fidei- y debe custodiarlo y transmitirlo íntegro.

2 comentarios:

  1. Páter, no se crea que porque no comento no le leo.
    Este artículo de hoy me encanta.

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  2. Gracias Seneka.

    Intento hacer desde aquí un servicio de formación, un servicio de catequesis, al servicio de la Iglesia. Se agradecen sus palabras.

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