viernes, 13 de noviembre de 2009

El Pastor de la unidad y la paz, San Leandro de Sevilla

13 de noviembre, memoria de San Leandro (en el calendario del rito hispano-mozárabe tiene rango de fiesta y se celebra 13 de marzo): ¡el gran Padre hispano!, nacido hacia el 534 y fallecido en el 600-601 (?).

Hijo mayor de una familia santa, con origen en Cartagena, que se asientan en Sevilla; será el espejo y modelo de sus hermanos: san Fulgencio obispo de Écija, santa Florentina virgen y san Isidoro, su sucesor en la sede hispalense.


Tras encargarse de la educación de sus hermanos, Leandro pasará un tiempo en Constantinopla, vivirá los ritos orientales que le marcarán mucho, traba amistad con San Gregorio Magno, en aquel momento apocrisario (nuncio) del Papa allí. Se querían como hermanos, y su amistad será ininterrumpida.

De vuelta a su vida monástica, San Leandro será el gran arzobispo de Sevilla, pastor santo y humilde, elegido por clamor popular, que creará una escuela catedralicia, compondrá numerosos textos eucológicos para el rito hispano-visigodo que comienza a al
canzar su época de esplendor, escribirá una Regla monástica para regir el monasterio de su hermana santa Florentina. Siendo arzobispo, logra la conversión del príncipe Hermenegildo (enviado desde Toledo a gobernar la Bética) con la ayuda de la esposa de éste, lo que le valió las iras del rey arriano Leovigildo que lo desterró, pero desde el exilio luchó contra la herejía arriana. Vuelto a su sede presidirá el Concilio III de Toledo, en 589, con la conversión del otro hijo de Leovigildo, Recaredo. Nace la paz y la unión de la Iglesia y del reino en la Verdad de fe, en la ortodoxia. ¡Qué trabajos no le costaron a Leandro!, pero su gran amor fue la Iglesia en la paz. En 590 convoca el I Concilio de Sevilla, impulsando las escuelas y el saber, punto en que destacará después su hermano Isidoro.

¡Alabanza y honor a Dios por san Leandro!

Con los textos eucológicos hispanos consideramos la persona de este Padre hispano:


“Celebremos con las debidas alabanzas, hermanos queridos, este día, que para nosotros es digno de la mayor veneración, en el que nuestro preclaro confesor LEANDRO, tras manifestar con los labios la fe que encerraba en su corazón, fue llamado a la gloria eterna.

Imploremos la clemencia de Dios omnipotente, para que, como hoy llevó a los cielos a su confesor, a nosotros, que creemos en él y lo proclamamos, nos libre de los pecados: y así, los que en este día veneramos la solemnidad de su confesor, podamos llegar a la gloria de la confesión” (Oratio admonitionis).


Por san Leandro, brota la acción de gracias a Dios:


“Es digno y justo que te demos gracias,
Señor Padre santo, Dios todopoderoso y eterno
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
que es la corona de justicia, árbol de vida, palma de victoria.


De quien la recta fe de los confesores, no separada del martirio,
sino bien unida a él, alcanza la misma victoria de los mártires;

porque aunque no hayan alcanzado la muerte martirial derramando su sangre,
no se diferencian de los mártires en su fortaleza.

Pues al mismo enemigo que aquéllos vencen en lucha abierta,
lo derrotan éstos en su interior.

Y al que aquéllos vencen externamente, por sus heridas abiertas,
le dan éstos muerte en su interior, resistiendo espiritualmente,
y luchando contra el príncipe de las tinieblas
y las asechanzas de las potestades del aire:
de manera que, aquilatados en la tribulación temporal,
lo que los mártires merecen por su sangre,

lo alcancen éstos por su confesión.

Como creemos y confesamos que hizo con plena entrega este santo varón,
que te amó toda su vida,

te mantuvo en su conciencia
y te predicó con su doctrina.


Manteniéndose dentro del grado de los confesores,
llegó al triunfo de la confesión, alabando el poder de tu unigénito Hijo,
sin avergonzarse de dar la cara por él ante los hombres” (Illatio).

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