sábado, 21 de noviembre de 2009

Cristo, Luz de la Vigilia pascual, luz de cada domingo


Allí fluyen los bálsamos destilados de gráciles renuevos y esparcen la canela rara y la flor del nardo su fragancia, que el río se lleva, tras lamerlos, desde s fuente oculta hasta la desembocadura.

Las almas venturosas, en estos verdes prados, entonan dulce canto en armonioso coro, al par que suena la suave melodía de los himnos y van pisando lirios con sus pies resplandecientes.

Marchito queda el infierno con sus blandas penas, y, libre del fuego, salta de gozo el pueblo de las sombras en la soledad de su prisión, ni hierven ya las corrientes de los ríos en el perenne azufre.

En festivas asambleas pasamos nosotros esa noche con piadoso gozo, y aunamos a porfía nuestros votos de prosperidad en la vigilia nocturna, y en el altar bien preparado celebramos el sacrificio (Eucaristía).

Suspendidas en flexibles cuerdas cuelgan las lámparas, que brillan fijas en los artesonados, y la llama, alimentada por el aceite que en ellas suavemente flota, proyecta su luz a través del transparente vidrio.

¡Oh cosa digna de que tu grey te ofrezca, Padre, desde el comienzo de la noche llena de rocío, la luz, la más preciosa de tus dádivas; la luz, por cuya gracia vemos todos tus otros dones!

Tú eres la luz verdadera para nuestros ojos, luz también para nuestros sentidos; Tú espejo interior del alma, espejo Tú por fuera; recibe esta luz que en humilde servicio yo te ofrezco, ungida con el perfume del óleo de la paz,

por medio, Padre altísimo, de tu Hijo Jesucristo, en quien resplandece tu gloria visible, que es Señor nuestro, tu Hijo único, que espira el Espíritu del seno de su Padre,

por quien tu esplendor, tu honor, tu alabanza, tu sabiduría, tu majestad, tu bondad y tu piedad extiende tu reino en Trinidad divina, tejiendo la eternidad en incesantes siglos.


Prudencio, Himno para cuando se enciende la lámpara, vv.117-124. 133-144. 149-163.

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