lunes, 6 de julio de 2020

Aleluya - III (Respuestas - XIV)



3. El Aleluya en la historia de la liturgia


            Tanto en Oriente como en Occidente, el Aleluya entró con fuerza en la liturgia. En algunos sitios, como el norte de África, se reservó su uso sólo para la cincuentena pascual, como consta por distintos testimonios de san Agustín. En la liturgia bizantina, en cambio, fue un canto que resuena siempre en todo el año litúrgico, incluido el Viernes Santo.

            Las fuentes señalan la antigüedad del Aleluya en las liturgias orientales. En el antiguo leccionario de Jerusalén ya aparecía, también aparece su uso entre los sirios orientales, entre los maronitas, fue el trisagion entre los coptos y subsiste en el Aleluya de los bizantinos.



            Occidente acentuó mucho el carácter pascual y gozoso del Aleluya, por lo que se suprimió durante la Cuaresma y los días de ayuno.

            En el rito hispano se despedía el Aleluya el I domingo de Cuaresma hasta la Pascua, tal como decretó el IV Concilio de Toledo, y lo explica así san Isidoro, el gran Padre hispano:

            “Nosotros, según la antigua tradición de España, fuera de los días de ayuno y de Cuaresma en todo tiempo cantamos el Aleluya, pues está escrito que su alabanza esté siempre en mis labios” (De eccl. off., ).

            La liturgia romana lo cantó todos los domingos, exceptuando el tiempo de Cuaresma. San Benito codifica su uso en el capítulo 15 de la Regla, titulado: “en qué tiempos se dirá el Aleluya”: “Desde la santa Pascua hasta Pentecostés se dirá sin interrupción el Aleluya, tanto en los salmos como en los responsorios”; además, “todos los domingos, fuera de Cuaresma, díganse con Aleluya los cánticos, Laudes, Prima, Tercia, Sexta y Nona…”

            En la liturgia romana, el Aleluya fue el habitual canto de procesión del Evangeliario hasta el ambón para oír las palabras del Evangelio. El Ordo romano I, del siglo VIII, un Ordo que describe la Misa papal, dice:


            “Cuando el subdiácono ha acabado la lectura, el cantor, con el libro de cantos, sube (al ambón) y canta el salmo responsorial. Si es propio del tiempo que cante el Aleluya, así lo hará. De no ser así, cantará el Tractus o, como mínimo, tan sólo el salmo responsorial.

            Cuando está acabando el canto del Aleluya o del salmo responsorial, los diáconos se preparan para la lectura del evangelio” (nn. 57-58).

            Los Ordines medievales ofrecen una invitación a la comunión con el canto del Aleluya que perduró algunos siglos para el día de Pascua. Antes de la comunión y del beso de paz, el coro “cum gravi et suavi melodia” cantaba esta antífona invitando a la comunión pascual y a unirse con el canto de los ángeles:

            “Venite populi ad sacrum et immortale mysterium, et libamen agendum. Cum timore et fide accedamus, magnificum poenitentiae munus communicemus, quoniam propter nos Agnus Dei Patri sacrificium propositum est. Ipsum solum adoremus, ipsum glorificemus cum angelis clamantes: Alleluia”.

            Entonces todos se arrodillaban y los dos asistentes de mayor dignidad incensaban el altar.

            La Pascua es el tiempo gozoso del Aleluya. Por ello en Occidente se omitió en Cuaresma, por ser tiempo penitencial, y nació la costumbre de “despedir el Aleluya” antes de iniciarse la Cuaresma.

            La liturgia romana, siempre sobria y concisa, lo despedía cantándolo por dos voces, después del “Benedicamus Domino” en el Oficio divino del martes antes del Miércoles de Ceniza.

            En la Edad Media, el Aleluya, en Cuaresma, se sustituía por un tracto, que se compone de una sección de algún salmo sin estribillo. Al Aleluya, en esta época, se le añadió, para algunas fiestas, una pieza poética, llamada “Secuencia”. A la última modulación de la sílaba “Aleluya”, se le unía una pieza nueva, en forma de himno poético, que proliferaron a partir del siglo XII y que fueron muy populares, aunque no exentas de elementos extraños, al margen de la liturgia. Con el Misal de San Pío V sólo se mantuvieron unas cuantas: la de Pascua, Victimae paschali (Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza…), Veni Sancte Spiritus en Pentecostés, el Lauda Sion para el Corpus, el Dies irae para el oficio de difuntos. Ahora sólo se emplean la de Pascua y Pentecostés, que son obligatorias, y el Stabat Mater para el 15 de septiembre, la Virgen de los Dolores, que es facultativa.

            Tanto el rito hispano-mozárabe como el ambrosiano, que no tienen Miércoles de ceniza sino que empieza la Cuaresma directamente con el I domingo de Cuaresma, despedirá el Aleluya de otro modo. Posee un Oficio propio donde se solemniza el Aleluya como última ocasión para entonarlo hasta la noche santa de la Pascua.

            En el rito ambrosiano, el I domingo de Cuaresma, posee en el oficio de Laudes y de Vísperas, el canto del Aleluya de forma constante. Por ejemplo, una antífona de Laudes: “Aleluya. Cierra y sella tus palabras, aleluya, y descanse en vuestros interiores, aleluya, hasta el tiempo constituido y con gran gozo diréis aquel día, cuando llegue, aleluya, aleluya, aleluya”.

            Por su parte, nuestro rito hispano-mozárabe comienza la Misa del primer domingo de Cuaresma con solemnes Aleluyas en el canto inicial (praelegendum):

Ahora es el tiempo favorable, aleluya.
R/. Ahora es el día de la salvación, aleluya.

V/. El Señor reina vestido de majestad, el Señor, vestido y ceñido de poder.
R/. Ahora es el día de la salvación, aleluya.
V/. Gloria y honor al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
R/. Ahora es el día de la salvación, aleluya.

            En Vísperas se le dedica al Aleluya un himno especial y la oración Completuria reza:
Aleluya en el cielo, y en la tierra:
en el cielo sin interrupción y en la tierra cantado.
Allí suena continuamente, aquí fielmente.
Aquél perennemente, éste suavemente.
Aquél felizmente, éste concordemente.
Aquél inefablemente, éste inminentemente.
Aquél sin sílabas, éste con melodías.
Aquél por los ángeles, éste por el pueblo.

            Como si el Aleluya fuera una persona querida, la Iglesia se dirige a él despidiéndose: “Angelus Domini bonus comitetur tecum, Alleluia, et bene disponat itinera tua: ut iterum cum gaudio reverteris ad nos, Alleluia, Alleluia. V/ Multiplicentur a Domino anni tui; per viam sapientiae incedas: ut iterum cum gaudio reverteris ad nos, Alleluia, Alleluia…”, “El buen ángel del Señor te acompañará, Aleluya, y dispondrá bien tus caminos: para que con gozo vuelvas otra vez a nosotros, Aleluya, Aleluya. El Señor multiplicará tus años; por el camino de la sabiduría avanzas: para que con gozo vuelvas otra vez a nosotros, Aleluya, Aleluya…”


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