lunes, 26 de mayo de 2014

Adoración eucarística - V



Es importante el culto eucarístico, la vida de piedad y adoración al Santísimo. El Papa Juan Pablo II lo recuerda en su encíclica “Ecclesia de Eucharistia” dado el olvido generalizado de la adoración eucarística en muchísimas comunidades eclesiales, parroquias, movimientos, Asociaciones, incluso Monasterios.

  

          Si hay culto y adoración eucarística es que Cristo está allí, es decir, hay una PRESENCIA REAL de Cristo es el pan y el vino consagrados que permanecen en las especies consagradas después de la Misa. Es punto fundamental de nuestra fe ¡que se ha olvidado! Es la fe de la Iglesia explicitada en el Catecismo de la Iglesia Católica (CAT 1373ss), expresada por el término técnico de fe TRANSUSTANCIACIÓN, y la encíclica Mysterium Fidei, de Pablo VI:


            El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos. En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero. Esta presencia se denomina “real”, no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen “reales”, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y Hombre, se hace totalmente presente (CAT 1374).




            Puesto que Cristo está realmente presente en el Sagrario y en la custodia cuando exponemos el Santísimo allí, en ese coloquio íntimo, Cristo edifica la Iglesia: “nada más dulce, nada más eficaz para recorrer el camino de la santidad” (PABLO VI, Mysterium Fidei). Si Cristo permanece con nosotros, ¿cómo renunciar a una profunda vida eucarística, de piedad, de adoración, de silencio, de meditación, de alabanza, de “leer el Evangelio a la luz de la lamparita del Sagrario” (Beato D. Manuel González)?

Dice Juan Pablo II en su última encíclica que la Eucaristía EDIFICA LA IGLESIA, y es camino espiritual de la Iglesia, y debe entrar YA en los planes pastorales de toda Comunidad eclesial:

            El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la celebración del Santo Sacrificio eucarístico. La presencia de Cristo bajo las sagradas especies que se conservan después de la Misa –presencia que dura mientras subsistan las especies del pan y del vino-, deriva de la celebración del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual. Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración a Cristo presente bajo las especies eucarísticas.

           Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto, palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el “arte de la oración”, ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? [...] La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia. Una comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el rostro de Cristo, en el espíritu que he sugerido en las Cartas Apostólicas Novo Millennio ineunte y Rosarium Virginis Mariae, ha de desarrollar también este aspecto del culto eucarístico, en el que se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del cuerpo y sangre del Señor (EE 25).


 
Así el Papa explicita lo que ya decía al principio de la Eucaristía: “en muchos lugares, además, la adoración del Santísimo Sacramento tiene cotidianamente una importancia destacada y se convierte en fuente inagotable de santidad” (EE 10).  

Pero lo mismo, desgraciadamente, se puede afirmar al revés: es un gran daño para el camino de la santidad y de la evangelización, a la vez que de privar a la Iglesia de su edificación: “no faltan sombras... hay sitios donde se constata un abandono casi total del culto de adoración eucarística” (EE 10).


6 comentarios:

  1. Por otra parte, es que EL, está deseando nuestra compañía y nuestra presencia junto a EL. EL está deseando que estemos con EL. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. ¡¡¡Sí!!!

      Su delicia es estar con los hijos de los hombres. Ése versículo del libro de los Proverbios lo aplicó la Iglesia siempre a la Eucaristía.

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  2. “Es punto fundamental de nuestra fe ¡que se ha olvidado!”. “Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico”. “... hay sitios donde se constata un abandono casi total del culto de adoración eucarística”

    La presencia real de Cristo en la Eucaristía. Esta es la cuestión transcendental. Durante años, la catequesis e incluso la predicación se han dedicado a otras cuestiones; dejémoslo ahí. La ausencia de la consciencia de la presencia viva de Cristo en la Eucaristía es palpable en los católicos tanto en la entrada y estancia en el templo en el que se encuentra el sagrario como en la recepción de la Eucaristía y no recepción de la penitencia, si nos fijamos en las actitudes externas (las internas corresponden sólo a Dios).

    Por regla general los católicos entramos en el templo en el que está el sagrario como si allí no hubiera nadie, nos ponemos de conversación como si estuviésemos en un bar, sin respeto alguno a la presencia de Cristo en el sagrario (esta actitud se ha facilitado al retirar los sagrarios a capillas independientes) y con una evidente falta de caridad respecto a quién está orando (además de mala educación).

    En cuanto a los sacramentos de la penitencia y de la comunión, no digo nada nuevo si señalo lo sorprendente que resulta la no existencia de fila (aunque sea pequeñita ante el confesionario) y las filas (y a veces empujones) para la recepción de la comunión. Esto no sólo es señal de la relativización del pecado, también es resultado de la falta de consciencia de a Quién estás recibiendo al comulgar, porque no todos somos “tan santos”. Ya alguna vez lo he dicho, el “debidamente preparados” que mi madre repetía respecto a la recepción de la comunión se ha olvidado y yo creo que tenía mucho sentido.

    ¿Cómo no va a repercutir todo esto en el abandono de la Adoración Eucarística?

    Bromeaba hace unos días con uno de mis hijos: Yo le preguntaba - ¿si Cristo se te apareciera, tú le tratarías como a uno de tus amigos?- Su cara de extrañeza valió como respuesta más que su rotundo –no- ¿No será que de tanto resaltar su naturaleza humana- “tengo un amigo que me ama”- nos hemos olvidado de que es Dios?

    Por fin, he tenido unos segundos de paz para hablar con la Librería diocesana y encargar los libros. Y cuando lleguen, depués de lectura reposada '¡Qué tiemble el autor ante la crítica!' ja, ja, ja...

    Para el auténtico seguidor de Cristo, la verdadera alegría se encontrará en buscar agradar en todo a su Señor, en hacerlo feliz con cada una de sus acciones.

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    1. Julia María:

      A todo le digo que sí, excepto, DISIENTO, un punto:

      las capillas del Sagrario son antiquísimas, y no un invento para quitar al Señor de en medio.

      En el barroco se construyen capillas del Sagrario esplendorosas, exaltando la Eucaristía, permitiendo la oración allí y la exposición del Santísimo... y a veces también y a la vez con el Sagrario en el altar mayor.

      Prefiero una capilla grande, solemne, recogida, devota, hermosa, donde esté el Santísimo. Y no creo que eso sea quitarlo de en medio.

      Algo de eso traté en varias entradas hace ya unos años, pero no recuerdo cuáles. Tal vez si le dedica tiempo y lo pone en el buscador del blog, le salga ese tema.

      Referente al libro:

      Mi "soberbia" y "mi poca humildad" impiden aceptar sus críticas, abogada mía. El libro es "perfecto". jejejejejejejejejeej

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  3. Vale, pero un templo sin sagrario lleva a los comportamientos que hoy observamos y sufrimos.

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    1. Julia María:

      Sin enfado alguno por mi parte, y si me sale tono seco, perdóneme; pero no, no es así.

      Es la mala educación, la falta de urbanidad en todos los ámbitos, que también se ha introducido en el templo cristiano, esté el sagrario en el Altar mayor, en el centro, o esté en una capilla hermosísima y exornada.

      Tengo experiencias de ambos tipos por las parroquias por las que he pasado. Tengo experiencia de coger el micrófono cuando me he desvistido después de celebrar la Misa y mandar callar a todos, por respeto al Señor y por las personas que quieren orar. Y les da igual charlar esté o no esté el Sagrario allí.

      Lo digo con pena profundísima. Es falta de urbanidad a lo que se le suma una tremenda falta o de formación cristiana o, sencillamente, de fe.

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