martes, 2 de julio de 2013

La fe inmutable

Pablo VI es un verdadero maestro, con diagnósticos muy precisos, una palabra consoladora y una línea clara.

En momentos de confusión donde todo se quería cambiar, la misma fe, en lugar de intentar ser explicada con lenguaje inteligible, era cambiada en su forma y en su contenido.


La renovación de la Iglesia no es demolición, ni su puesta al día es una revolución o mutación. La fe es inmutable, fijada en dogmas o formulaciones claras y precisas de la fe; pero el lenguaje que ha de explicarla, la teología, la catequesis y la predicación, es el que debe buscar una mayor claridad para los hombres de cada cultura y generación.

Todos deberíamos entender lo mismo al escuchar o decir palabras tales como "resurrección", "eucaristía", "redención", "sacrificio"... pero el efecto demoledor que padecemos es que la explicación renovada llegó a sustituir la verdad de la fe transformando su sustancia. Cada cual hoy cree cosas distintas, por ejemplo, sobre la "resurrección". ¿Ha cambiado la fe? La fe es la misma. ¿Qué ha pasado? Una mutación que no se puede ni sostener ni defender.

Es tiempo de pasar de la confusión y de relativismo a lo nuclear y cierto de la fe católica.

"Os plantearemos una pregunta: ¿habéis comprendido el sentido del nombre simbólico de Pedro dado por Jesús a su principal discípulo, Simón, hijo de Jonás: “tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18), es decir la sociedad de aquellos que creen en mí y se congregan en mi nombre en torno a ti y de la que tú eres el fundamento? La idea que Jesús quería expresar es muy clara siendo extremadamente compleja y profunda para quien la quiera reflexionar: es la idea de la solidez, de la fijación, de la permanencia, Nos diremos incluso de la inmovilidad. Simón, hijo de Jonás, era un hombre bueno, pero –según lo que conocemos de él- entusiasta, cambiante, generoso y tímido. Al darle el título, el don, el carisma de la fuerza, de la solidez, de la resistencia, de la constancia, que son las cualidades de la piedra, de la roca, Jesús asociaba el mensaje de su palabra a la fuerza nueva y prodigiosa de este apóstol, el cual debía tener –él y sus legítimos sucesores- la misión de testimoniar, con una certeza sin igual, este mensaje que llamamos el Evangelio.

¿El tiempo puede engendrar, luego destruir, la verdad?

Pensadlo: Nos encontramos aquí sobre la tumba de Simón convertido en Pedro. Experimentamos la verdad de la palabra de Jesús: aquí está esta piedra (imagen derivada de la piedra angular, centro, fundamento, fuerza de todo el cristianismo, y que es Cristo mismo); y esta piedra también es firme, sólida, segura. Es éste un maravilloso prodigio histórico, psicológico, teológico: es la prueba –que podemos llamar experimental- de la realidad de otra palabra profética y solemne de Jesús: “Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24,35). Y, bajo un aspecto pedagógico e ideológico, esta realidad singular revista una importancia completamente especial, para vosotros queridos hijos, estudiantes o investigadores, que por función os esforzáis en sacar a la luz la verdad.

¿Qué es el estudio sino la búsqueda de una verdad grande, bella, maravillosa? Pero ¿qué os dice sobre este punto el espíritu moderno y qué entiende de él el espíritu científico? Os dice que la verdad ni es inmóvil, ni definitiva, ni segura; hasta tal punto que hoy los estudios se definen como una búsqueda de la verdad más que como una posesión y una conquista de la verdad. En efecto, todo cambia, todo progresa, todo se transforma. El pensamiento humano está caracterizado por su movimiento, por su proceso histórico, por lo que se llama el historicismo erigido en sistema, llegando incluso a hacer del tiempo el elemento que engendra y luego devora las verdades, a medida que la escuela las enseña. La “cronolatría” domina la cultura, y el resultado es que ya no hay nada cierto, nada estable, nada que sea digno de ser aceptado y creído como valor en el cual se pueda confiar para dar una orientación y un sentido a la vida.

¿El “aggiornamento” consiste en alterar la doctrina tradicional?

Este fenómeno invade igualmente a la religión, que muchos querrían someter a una revisión radical, intentando despojarla de los dogmas, es decir de las enseñanzas que parecen superadas por el progreso científico y son incomprensibles al pensamiento moderno. Cuando se intenta dar a la religión católica una expresión más conforme al lenguaje actual y a la mentalidad corriente, es decir, poner al día la enseñanza de la religión, es desgraciadamente frecuente que afecte a su realidad íntima. Se quiere hacer la enseñanza de la religión “comprensible”. Para hacerlo, se cambian primero las fórmulas que la Iglesia docente la ha revestido y con las que las ha, por así decir, precintado, para permitirle atravesar los siglos permaneciendo ella mima. Y después, enseguida, se altera el contenido mismo de la doctrina tradicional al someterla a la ley dominante del historicismo transformador. Entonces la palabra de Cristo no es ya la verdad inmutable, siempre idéntica y semejante a sí misma, siempre viva, luminosa, fecunda, incluso si a menudo sobrepasa nuestra comprensión racional; se reduce a una verdad parcial, como las otras, que el espíritu mide y modela según sus propios límites, estando dispuestos siempre a darle otra expresión, a la generación siguiente, según un libre examen que le quita toda objetividad y toda autoridad trascendente.

Éste no era el pensamiento de Juan XXIII al convocar el Concilio

Se objetará que el Concilio ha iniciado y autorizado esta forma de tratar la enseñanza tradicional. ¡Nada más falso! Recordemos las palabras de Juan XXIII, Nuestro venerado Predecesor, el “inventor”, si se puede expresar así, de este “aggiornamento” en nombre del cual se atreve a infligir al dogma católico interpretaciones peligrosas y a veces arriesgadas. En su célebre discurso de apertura del II Concilio Ecuménico del Vaticano, el Papa Juan proclamó que éste debía reafirmar toda la doctrina católica, “sin quitar nada de ella”, si bien debe buscar la mejor forma –y correspondiendo mejor a la madurez de los estudios modernos- de dar a esta doctrina una expresión moderna más adecuada y más profunda (cf. AAS 1963, 791-792). De manera que la fidelidad al Concilio nos anima, por una parte a un estudio nuevo y atento de las verdades de la fe, y por otra parte nos conduce al testimonio sin equívocos, permanente y consolador de Pedro, del que Jesús quiso que la voz infalible garantice en el seno de la Iglesia la estabilidad de la fe, así como para desafiar la inconstancia arbitraria y la usura del tiempo.

Por eso, queridos hijos e hijas, que venís a depositar sobre la tumba del inquebrantable Pedro el acto confiado y filial de vuestra adhesión a la verdadera fe católica, sentid, al mismo tiempo, la fuerza que emana de su estabilidad y que sostiene, en nuestro siglo igualmente, la vitalidad siempre fecunda y gozosa de la palabra de Cristo".

(Pablo VI, Audiencia general, 3-abril-1968).

7 comentarios:

  1. Padre Javier:

    Tengo la convicción de que el cvii, nunca, ni remotamente quiso, pensó, deseó, o pretendió algunos de los resultados a que ha dado lugar. Por supuesto, si otros de esos resultados, que ahora son realidades, y por los que tenemos que dar, seguir dando gracias a DIOS. Esa FE inmutable de la que habla el texto, y en la que creo, a veces me ha parecido como un "dontancredo" vapuleado, por esos otros resultados bastardos y ponzoñosos, teólogos de la liberación y herejías varias. En fin, es una opinión personal.
    Sigo rezando.

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  2. El texto es soberbio!! Sobre todo me encanta cuando trata del peligro de que un cambio del lenguaje nos lleve a que la Palabra de Cristo deje de ser inmutable. Si las palabras se vacían de significado, se pueden "rellenar" con el que mejor conviene.

    Comparto la visión de que el aggiornamento no implica que exista discontinuidad y ruptura. Pero, pero... por desgracia a fuerza de repetir las mismas mentiras, parecen que se convierten en verdades.

    Un saludo D. Javier, felices vacaciones :D

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  3. “Todos deberíamos entender lo mismo…” ¿Dónde hay que firmar para que así sea?

    Para que “no digan” que escribo “cortito”, les contaré una anécdota: Un amigo mío seglar tiene el valor de dirigirse a un auditorio, lanzando parte de una frase: “en lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad”, que se suele utilizar citando a san Agustín sin más explicaciones. Aplausos de la concurrencia.- Si ya lo decía yo-. –Claro, así debe ser-

    Cuando “el patio” ha calmado “su emoción”, mi amigo continúa: -Vamos a realizar una comprobación práctica-. Sorpresa en el auditorio. -Empecemos a recitar el Credo: -Creo en Dios Padre- ¿En qué consiste para cada uno de nosotros creer y qué significa Dios Padre?- Primero silencio, luego tímidas voces, seguidas de otras más animadas, incluso alguna voz de poeta.

    Mi amigo, con gesto inescrutable ante las distintas respuestas, va desgranando el Credo y el personal se va animando mucho, mucho. Después del amén, “se masca la tragedia”, cierro los ojos y le oigo decir: Señores, tenemos un serio problema, no profesamos la misma fe todos, incluso, al escuchar las respuestas y comentarios, me pregunto si tenemos fe.

    Abro los ojos y miro a la puerta de salida, deseando correr hacia ella, mientras los murmullos se elevan de tono y se oyen algunas acusaciones desagradables. Me siento como la cuadrilla de Curro Romero en salida de la Maestranza protegida por la Guardia Civil.

    Pero mi amigo no se arredra, esboza una sonrisa y empieza a explicar muy despacito el Credo, mientras muchas personas comienzan a abandonar la sala.

    ¡Danos tu sabiduría eterna para que permanezca con nosotros y con nosotros trabaje! (Laudes) ¡Qué Dios les bendiga!

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  4. Por cierto, Julia María,

    La frase de San Agustín que cita es apócrifa. No está recogida en ningún escrito suyo. La suelen utilizar para introducir el relativismo de tapadillo. En todo caso ¿Quien define lo esencial? ¿Se puede contraponer lo "esencial" a lo "dudoso"? Estas dos preguntas echan por tierra la autoría de San Agustín. El Hipponense no hubiera dejado pasar tamaño desatino.

    Tristemente, este tipo de personas "destroza fe" es muy común. Si uno coge valor y le pone los puntos sobre las ies, te califican de fundamentalista. Si le contestas que si la fe no se defiende como fundamental ¿Qué nos queda? Una cosa es ser "fundamentalista" y otra un fanático. Además, los "destroza fe", son fundamentalistas de su relativismo y no dudan en reconocerlo si se les aprietan las tuercas.

    Para terminar el asunto, alguna vez me he atrevido a demostrar que el relativismo es contradictorio, ya que defender que "todo es relativo" es defender un absoluto contrario a propia premisa. Lo que me suelen contestar es que no quieren saber nada de tradicionalistas fanáticos *_*. Ciertamente, a veces creo que dentro de la Iglesia hay demasiadas iglesitas personales... así no va!!!

    Saludos :D

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    1. Totalmente de acuerdo, Néstor. Por las razones que apunta he omitido la última parte de la frase, que te suelen esgrimir como espada triunfante, sirviendo de colofón para que te califiquen tal y como señala su comentario: "y en todo caridad". Colofón que sirve para justificar absolutamente todo.

      No he leído en su integridad toda la obra de nuestro santo amigo pero, desde luego, la frase no procede de las sí leídas. En todo caso, las frases, citadas sin explicación, pueden conducir a las más variopintas opiniones, sobre todo en una época en la que el lenguaje se ha vaciado de contenido y es rellenado a gusto del consumidor como vd apuntaba en su primer comentario.

      Yo, alguna vez, he intentado razonar con el relativista intentando demostrarle que, al negar la existencia de una verdad objetiva, y por tanto, absoluta, su negación se constituye en sí misma como verdad absoluta, que no objetiva. Como esto no lo pueden rebatir, suelen acudir al consabido llamamiento a la libertad; pero ¿qué clase de libertad es la que no se funda en la verdad objetiva? Así puedes pasarte dialogando horas con un relativista, si no se aburre y te deja por imposible. Sería divertido, si no nos estuviésemos jugando nuestra vida ( no sólo en su parte terrena) y la vida de los que vienen detrás de nosotros.

      Buenas noches.

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    2. La frase no es de San Agustín, pero es pertinenente y me parece oportuna y muy lejos de ser un desatino (por ejemplo, la cita Juan 23 en una encíclica
      http://www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_29061959_ad-petri_sp.html )

      Lo que sí me parece un desatino, sinceramente, es la frase: "La fe es inmutable, fijada en dogmas o formulaciones claras y precisas de la fe".

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    3. Por mi parte, sólo he contado una anécdota real que revela la diversidad de opiniones en torno a las verdades de fe contenidas en una oración tan importante como el Credo, nuestra profesión de fe; opiniones que no conformándose al depósito de la fe, tal y como lo define el Catecismo, fueron elevadas por algunos concurrentes a la categoría de verdad de fe, aún procediendo de su subjetividad, de su historia, de sus circunstancias.

      Néstor, con sus preguntas respecto a la competencia para definir lo esencial y la contraposición entre esencial y dudoso, apuntaba certeramente los evidentes riesgos en la utilización de la frase que se atribuye, sin pruebas suficientes, a san Agustín.

      Por otra parte, tomo el término desatino, que vd utiliza al referirse a una de las frases contenidas en la entrada, en su acepción de falta de acierto por cuanto otras acepciones no se corresponderían ni con el respeto debido a la condición sacerdotal del titular de este blog, ni con la cortesía que debe presidir un debate.

      En cuanto al fondo de la frase en cuestión le remito al depósito de la fe al que antes me he referido. La fe es conocer la Verdad y adherirse a ella y la caridad es caminar en la Verdad, nos dijo Benedicto XVI. Y en esta línea, permítame una broma de un amigo fraile: “Jesús dijo: Yo soy la verdad, no dijo yo soy la opinión”.

      En el blog al que se accede desde su página web se define vd como amigo de Chesterton; algo tenemos en común, el amigo inglés. Mi gran amigo Chesterton, creo estaría de acuerdo con don Javier pues mis amigos católicos procedentes del anglicanismo y de confesiones protestantes no sólo creen la frase que vd cuestiona, la agradecen. Dice vd en su página que no entiende que la disensión en opiniones religiosas pueda causar irritación, disgusto y resentimiento; estoy de acuerdo, al católico deben suscitarle avanzar cada vez más en la formación en la fe, superando las opiniones personales.

      Un saludo.


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