jueves, 17 de enero de 2013

El pacífico y el envidioso (Exht. a un hijo espiritual - V)

"Pero tú aleja de ti todo fingimiento, y no desees zancadillear a tu prójimo, ni morder ni desgarrar un miembro tuyo. Que aunque, como ser humano que eres, alguna vez llegues a estar airado, no debes llevar tu ira más allá de los confines del sol, sino reconcíliate en paz y reprime toda la furia que sale de tu alma: pues quien abraza la paz y la alberga en su interior, está preparándole una estancia a Cristo, porque Cristo es la paz y en la paz desea descansar. Y maldito es el hombre envidioso en cualquier caso.

Un hombre pacífico siempre tiene sereno su corazón; el envidioso, por el contrario, se asemeja a una nave sacudida por las olas del mar. Un hombre pacífico siempre tiene sereno su corazón; el envidioso, por el contrario, se asemeja a una nave sacudida por las olas del mar. Un hombre pacífico posee un espíritu tranquilo; el envidioso, por el contrario, siempre está en zozobra; pero el que persigue la paz, está siempre, por todas partes, seguro y protegido. El envidioso, en efecto, cual lobo voraz, anda como loco para nada. 

El pacífico es como viña selecta que rebosa de abundante fruto; pero las obras del envidioso se ven impedidas por la penuria y la miseria: y en la misma medida en que el pacífico disfruta gozoso en el Señor, el envidioso, seco de la propia envidia, queda reducido a la nada. Por su alegría desbordante se reconoce a un hombre pacífico, al envidioso lo delata su rostro marchito y lleno de furia.

El pacífico merecerá la misma suerte que los ángeles, al envidioso se le hará partícipe de los demonios; y tal como la paz ilumina lo más recóndito del espíritu, así la envidia oscurece los secretos del corazón. Sí, la paz ahuyenta y deshace toda discordia; la envidia, por el contrario, va amontonando la ira. Y con el resplandor de la paz se ahuyentan todas las sombras, pero donde la envidia ha montado el sitio, allí no hay más que oscuridad y tinieblas exendidas. Persigue, pues, hijo mío, el deseable nombre de la paz, para que puedas obtener su fruto; y detesta la envidia para que no te veas cubierto por los frutos delmal. Pues animal racional te creó Dios, para que pudieras discernir entre lo bueno y lo malo, para que elijas lo mejor, rechaces lo inútil, lo examines todo, te quedes con lo bueno y te abstengas de todo lo que se muestre como malo"

(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 5).

5 comentarios:

  1. Buenos días don Javier. No hay mayor vicio y defecto al que pueda hacer más guerra en esta vida que esos brotes de envidia que quieren a veces prender el alma. Detestable deporte nacional. Un abrazo.

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    1. La envidia, hija de la soberbia, destruye muchas veces las relaciones entre los esposos (cuando a uno le va mejor que a otro, o tiene mayor reconocimiento social, o mejor sueldo, o...) y entre hermanos igual.

      Dios quiera que nunca entre esa hija de la soberbia en nuestros corazones, sino que, a quienes amamos de verdad, vivimos sus éxitos y logros como nuestros.

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  2. Pacíficos, que no pacifistas. “No debes llevar tu ira más allá de los confines del sol… Un hombre pacífico tiene siempre sereno el corazón”. Nuestra paz es Cristo, nuestro corazón se serena en el Señor pues no cabe envidia en quien es Redención.

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. Sí, señora mía:

      pacíficos, no pacifistas.

      Serenar el corazón, en Cristo nuestro paz, expulsar el odio y la soberbia, y ser capaces de amar. Entonces jamás saborearemos la hiel de la envidia.

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  3. Me da por pensar que ningún vicio es mejor que otro. No rezumar AMOR cada instante de nuestra vida, es nuestro pecado, y a la vez nuestra más dura penitencia. ¿Qué cosa hay peor que no estar en Gracia de DIOS?.
    Tiendo a pensar que es oscura la diferencia entre la envidia, o la gula, o la soberbia, o la lujuria, etc, es lo mismo, la maldad, vestida de diferentes ropajes. Entrando una, entran todas. No se puede dejar entrar un poquito a alguna. Entran en tropel como horda de bárbaros. Es la barbarie. Me da por pensar que DIOS siempre pide permiso para entrar. El demonio asalta sin contemplaciones. Me da por pensar, que si la envidia entra, no entra nunca sola. Pero sola o acompañada, tiene el mismo objetivo, ocultarnos la LUZ de CRISTO, el BIEN, el AMOR. Cegarnos y aniquilarnos. Porque el pecado es MUERTE.
    Muchas gracias, Padre. Sigo rezando, por todos, por Usted. Abrazos en CRISTO. DIOS le bendiga.

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