domingo, 23 de diciembre de 2012

¡Jesucristo, Jesucristo, Jesucristo!

Es fascinante acercarse al misterio de Jesucristo, con fe sencilla y corazón ardiente, así como con un razón inteligente que busca entender (fides quaerens intellectum).

Su Misterio, su Persona misma, atrayente, se constituye en el centro de todo y por tanto la predicación sobre Él, se vuelve el anuncio fundamental que impacta profundamente y cambia nuestra existencia.


¡Él, Jesucristo, lo es todo! ¡Todo fue creado por Él y para Él! Y, además, todo se mantiene en Él. ¿Habrá predicación más importante y bella? ¿Nos atreveremos a sustituir su Persona por los valores, por la ética, o por la ideología, o por el buenismo moral? ¿Habrá algo mejor que Jesucristo?

Volvamos a Él, mirémoslo a Él. Sí, a Jesucristo, el mejor y el único. Al fin y al cabo, somos suyos: ¡amémosle!, pero también.... ¡conozcámosle!

¿Y quién es Él?

Es la imagen visible del Dios invisible, como tantas veces se oye en la liturgia de Navidad, con muchas variantes (en oraciones, prefacios, antífonas de Laudes o Vísperas...). Y al hacerse hombre el Verbo eterno de Dios, nos revela, nos muestra quién es Dios y quién es el hombre. Por su Encarnación, "se ha unido, en cierto modo, con todo hombre" (GS 22). Al hacerse hombre, ¡qué locura de amor y de amistad!, nos revela quiénes somos y a lo que estamos llamados:

"Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación" (GS 22).

Jesucristo no es un Dios disfrazado de hombre -cuántas herejías en torno a esto, llamadas "docetismo" y cuánta piedad falsa que mira a Cristo como si se hubiese disfrazado de hombre para jugar con ventaja en todo-.

Es realmente hombre que ha asumido todo lo humano excepto el pecado (que es inhumano, irracional, mortal y mortífero). Así, encarnándose, plenamente hombre, nos ha mostrado el amor tremendo, incomensurable, del Padre hacia su criatura más amada, el hombre creado:

 "El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado" (GS 22).

Me parece fascinante la descripción que hace la Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, sobre Jesucristo. Releamos:

-Se unió en cierto modo a todo hombre, a cada uno de nosotros, a ti y a mí. ¡Somos importantes para Jesucristo, con rostro concreto, nombre y apellidos!

-Trabajó con manos hombre santificando así nuestro trabajo

-pensó con inteligencia de hombre, de manera que "pensar" no es malo ni atenta contra la fe...

-obró con voluntad de hombre, de manera que sabe cuán difícil es obrar rectamente, rechazando incluso tentaciones,

-amó con corazón de hombre: ¡es el Corazón de Cristo!, que sabe amar y gozar de la amistad, y hasta de la ternura y del cariño humanos (como Juan se reclinó en su pecho... o preguntó a Pedro, el cargante Pedro, "¿me quieres?").

Su Persona es atrayante, amable, fascinante.

Quienes convivieron de cerca con Él calificarían esa experiencia de irrepetible y única; acercarían a otros a experimentarla ("Y lo llevó a Jesús"), se convirtieron en testigos claros ("Lo que hemos oído y hemos visto, lo que nuestras manos tocaron, la Palabra de la vida, os lo anunciamos...", 1Jn 1, 1ss).     

No fue producto de la imaginación, ni fue una fuerza revolucionaria para cambiar la sociedad... fue una experiencia humana concretísima al encontrarse con Él.

Cristo, realmente hombre, asume toda la experiencia humana y nada le es ajeno ni desconocido. Compartió plenamente nuestra existencia humana, lo que significa ser hombre:

"El Verbo del Padre Eterno, tomada la carne de la debilidad humana, se hizo semejante a los hombres" (DV 13).

Así comparte todo lo humano: amistad, familia, trabajo...  ¡todo!, santificándolo, redimiéndolo, elevándolo, pero podríamos añadir también, comprendiéndolo desde dentro en nuestra limitación humana:


"El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social humana. Asistió a las bodas de Caná, bajó a la casa de Zaqueo, comió con publicanos y pecadores. Reveló el amor del Padre y la excelsa vocación del hombre evocando las relaciones más comunes de la vida social y sirviéndose del lenguaje y de las imágenes de la vida diaria corriente. Sometiéndose voluntariamente a las leyes de su patria, santificó los vínculos humanos, sobre todo los de la familia, fuente de la vida social. Eligió la vida propia de un trabajador de su tiempo y de su tierra" (GS 32).

 También otros textos conciliares destacan esta faceta de Cristo como trabajador; Gs 43: "Siguiendo el ejemplo de Cristo, quien ejerció el artesanado, alégrense los cristianos de poder ejercer todas sus actividades temporales haciendo una síntesis vital del esfuerzo humano, familiar, profesional, científico o técnico, con los valores religiosos, bajo cuya altísima jerarquía todo coopera a la gloria de Dios"; también por ejemplo GS 67: "Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una dignidad sobre eminente laborando con sus propias manos en Nazaret. De aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, así como también el derecho al trabajo". No es la soberbia de querer ser el mejor, sino la sencillez de santificarse en el trabajo puesto que Él lo hizo camino de santificación...

Por último, el decreto sobre las misiones, Ad Gentes: "Cristo se unió por su encarnación a determinadas condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes convivió" (AG 10).

Así Cristo revela lo que somos y a qué somos llamados.

¿Qué haríamos sin Él?

¿Qué seríamos sin Él?

¿Cómo viviríamos sin Él?

¿Cómo comprender lo que somos sin Él? 

7 comentarios:

  1. Muy buenos días Don Javier!..tengo un mensaje para usted en
    http://desdemicasarory.blogspot.com/2012/12/jesus-el-dulce-viene.html
    Un gran abrazo desde Paraguay!

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  2. Se me pega el dedo al cuadrito de las "reacciones": bien, bien, bien!!!!!!!!!

    Y a las cuatro últimas frases.

    Gracias.

    Unidos en oración ante lo "inminente".

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  3. ¡Qué hermoso el principio de la entrada, lleno de alegría, incluído el título!

    ¡¡¡Ya llega!!!

    El Mesías, Jesús, lenguaje definitivo del Padre, única Palabra de salvación, culminación del lenguaje pedagógico creado por Dios a través de los largos siglos del Antiguo Testamento.

    Rorate caeli, desuper, et nubes pluant iustum: aperiatur terra et germinet Salvatorem.

    Derramad, cielos, vuestro rocío de lo alto y lluevan las nubes al Justo: ábrase la tierra y brote el Salvador.

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  4. Gracias por el texto Don Javier y especialmente por las referencias a textos del Concilio que resulta tan esencial para la vida de la iglesia.
    Me ha gustado especialmente lo que dice Gaudium et Spes "Somos importantes para Jesucristo, con rostro concreto, nombre y apellidos". Me ha gustado decía especialmente porque es totalmente cierto y creo que sería importante pedir en oración que Jesucristo sea también importante para nosotros y que seamos capaces de conocerle a fondo y de poner toda nuestra vida en relación con Él convirtiéndolo así en nuestro centro vital.
    Gracias por su esfuerzo Don Javier y Feliz Navidad tanto para usted como para el resto de comentaristas del blog

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  5. Feliz Navidad d. Javier. ¿Que haríamos sin Cristo? Nada. Por eso estamos listos para ir al Portal de Belén a recibirlo con todos los honores. :D

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  6. Pedro Arroyo Gómez23 diciembre, 2012 21:19

    Es preciso estar preparado para recibir a Jesús y yo creo que necesito mejorar mucho para este hecho tan importante.
    Necesito beber más de la fuente de la Oración y hacer un parón en mi ajetreada vida donde no cabe ese momento íntimo tan necesario para continuar.
    Un abrazo Javier, te sigo casi a diario.

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  7. Me da por pensar que la relación de CRISTO con cada uno de nosotros es única. Tan única e irrepetible que a veces es desconcertante. E intuyo que esa relación con CRISTO es la vía para madurar la FE. Muchas gracias, Padre. Abrazos. DIOS le bendiga.

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