sábado, 29 de diciembre de 2012

Cristo, Primogénito

Cristo es el Primogénito. "María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales..."

¿En qué sentido podemos afirmar con propiedad que Él es el primogénito? ¿Hay alguno más tras él?

Benedicto XVI bellamente señala la primogenitura del Salvador:

"María dio a la luz a su hijo primogénito" (Lc 2,7). San Lucas describe con esta frase, sin énfasis alguno, el gran acontecimiento que habían vislumbrado con antelación las palabras proféticas en la historia de Israel. Designa al niño como "primogénito". En el lenguaje que se había ido formando en la Sagrada Escritura de la Antigua Alianza, "primogénito" no significa el primero de otros hijos. "Primogénito" es un título de honor, independientemente de que después sigan o no otros hermanos y hermanas.
Así, en el Libro del Éxodo (Ex 4,22), Dios llama a Israel "mi hijo primogénito", expresando de este modo su elección, su dignidad única, el amor particular de Dios Padre. La Iglesia naciente sabía que esta palabra había recibido una nueva profundidad en Jesús; que en Él se resumen las promesas hechas a Israel.
Así, la Carta a los Hebreos llama a Jesús simplemente "el primogénito", para identificarlo como el Hijo que Dios envía al mundo después de los preparativos en el Antiguo Testamento (cf. Hb 1,5-7). El primogénito pertenece de modo particular a Dios, y por eso -como en muchas religiones- debía ser entregado de manera especial a Dios y ser rescatado mediante un sacrificio sustitutivo, como relata san Lucas en el episodio de la presentación de Jesús en templo. El primogénito pertenece a Dios de modo particular; está destinado al sacrificio, por decirlo así. El destino del primogénito se cumple de modo único en el sacrificio de Jesús en la cruz. Él ofrece en sí mismo la humanidad a Dios, y une al hombre y a Dios de tal modo que Dios sea todo en todos.

San Pablo ha ampliado y profundizado la idea de Jesús como primogénito en las Cartas a los Colosenses y a los Efesios: Jesús, nos dicen estas Cartas, es el Primogénito de la creación: el verdadero arquetipo del hombre, según el cual Dios ha formado la criatura hombre. El hombre puede ser imagen de Dios, porque Jesús es Dios y Hombre, la verdadera imagen de Dios y el Hombre. Él es el primogénito de los muertos, nos dicen además estas Cartas. En la Resurrección, Él ha desfondado el muro de la muerte para todos nosotros. Ha abierto al hombre la dimensión de la vida eterna en la comunión con Dios. Finalmente, se nos dice: Él es el primogénito de muchos hermanos. Sí, con todo, Él es ahora el primero de más hermanos, es decir, el primero que inaugura para nosotros el estar en comunión con Dios. Crea la verdadera hermandad: no la hermandad deteriorada por el pecado, la de Caín y Abel, de Rómulo y Remo, sino la hermandad nueva en la que somos de la misma familia de Dios. Esta nueva familia de Dios comienza en el momento en el que María envuelve en pañales al "primogénito" y lo acuesta en el pesebre. Pidámosle: Señor Jesús, tú que has querido nacer como el primero de muchos hermanos, danos la verdadera hermandad. Ayúdanos para que nos parezcamos a ti. Ayúdanos a reconocer tu rostro en el otro que me necesita, en los que sufren o están desamparados, en todos los hombres, y a vivir junto a ti como hermanos y hermanas, para convertirnos en una familia, tu familia (Benedicto XVI, Homilía Misa de Medianoche, 25-diciembre-2010).
 La liturgia una y otra vez canta a Cristo como el Primogénito.

Primero, claro, en el evangelio de Lc 2 al proclamarse en la Misa de medianoche.

Segundo, cantando el cántico de Colosenses, "Primogénito de entre los muertos", cada día de la Octava de Navidad.

Él es el Primero. Luego... la multitud de sus hermanos, nosotros, cada uno.


4 comentarios:

  1. Cristo, Unigénito de Dios, engendrado de la misma naturaleza del Padre, como rezamos en el Credo, se ha convertido en el Primogénito, el primogénito de María, con derecho a los bienes del Padre, a su autoridad, su nombre, su gloria, a continuar la familia, al cumplimiento del plan original, la voluntad de Dios.

    Jesús no retiene la herencia del primogénito, la comparte con nosotros, nos la comunica, por obediencia de amor al Padre y por misericordia con nosotros. Si desgranamos la oración sacerdotal de Juan 17, frase a frase, percibimos que Jesús nos ha transmitido su herencia: nos ha dado la palabra del Padre, su voluntad, su designio, su gozo perfecto en su Padre, su misión, su gloria, la vida eterna, su unión y amor con el Padre y a nosotros, recibidos como herencia, como tal nos entrega a Dios Padre.

    Así nos ha amado Cristo y su herencia es la que tenemos que testimoniar como recibida por gracia.

    ¡Qué el Niño Jesús les bendiga!

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    1. ¡Es el primogénito de muchos hermanos!

      A mí me consuela esa línea de fraternidad, me parece deliciosa. Lo que Él tiene y lo que Él ha ganado, los méritos redentores, los distribuye sin egoísmo a sus hermanos. Y nos podemos sentir seguros con Él.

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  2. Fraternidad deliciosa e inmerecida, Padre. Profundo misterio, Padre, solo el AMOR infinito puede dar LUZ. Abrazos en CRISTO, Padre. Muchas gracias por todo.

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