domingo, 9 de septiembre de 2012

Estudiar es un trabajo (¡para jóvenes!)

Cada uno se santifica, ante todo y sobre todo, en las obligaciones propias de su estado, en el desempeño de su propio trabajo, cuando se hace en presencia de Dios, con la mayor perfección posible, y con miras sobrenaturales, es decir, para gloria de Dios.


Para los jóvenes, ya sea en la etapa de Secundaria, ya sea en la Universidad, así como para otras personas dedicadas a la investigación y la docencia, estudiar es un trabajo. Requiere el ejercicio de distintas virtudes y un deseo real de aprehender, es decir, comprender y abarcar lo que se estudia, hacerlo suyo, desarrollarlo. Es mucho más que memorizar para luego volcarlo en un examen. El estudio es un trabajo paciente, formativo, que da fruto muchísimo más tarde, cuando esos conocimientos hay que aplicarlos en la vida, en la profesión.

¿Cómo estudiar? ¿Para qué estudiar? ¿Qué debe guiar el estudio?

Y además, ¿cómo santificarse en las horas de estudio, entre libros, folios, fichas, ordenador y biblioteca?

Un discurso de Juan Pablo II a jóvenes universitarios es elocuente, sobre todo en estas fechas, a punto de iniciarse el curso, para que quienes deben estudiar durante el curso adquieran ya una perspectiva sobrenatural.

Primera pregunta: ¿Puede el estudio considerarse un trabajo? ¿Lo es?

"¿Puede el estudio considerarse trabajo? Sin duda alguna, al menos si entendemos el concepto de "estudio" y de "trabajo" en su acepción más profunda, que es humanista y religiosa a un tiempo.

En sentido técnico y preciso el estudio es ante todo trabajo del intelecto en pos de la verdad que ha de conocer y comunicar. Si "trabajo" quiere decir disciplina, método, fatiga, ciertamente el estudio es todo esto. Y, ¡qué fundamental es en vuestra vida el trabajo metódico, humilde y perseverante del intelecto! En efecto, como dice Cristo, precisamente de la conquista de la verdad nos viene la libertad, la libertad verdadera que significa perfección de la persona, virtud, santidad" (Juan Pablo II, Discurso al Congreso UNIV, 29-marzo-1983).

Una segunda pregunta: ¿cómo educarnos para estudiar? O desde otro punto de vista, ¿qué virtudes y qué hábitos se requieren para estudiar humanamente?

"Pero el estudio no es sólo trabajo del intelecto; es asimismo trabajo de la voluntad. La inteligencia sola no puede caminar en la búsqueda de la verdad —en especial cuando se trata de las verdades morales—, si no está sostenida de continuo por la voluntad. No se encuentra la verdad si no se la ama: y el amor es acto de la voluntad. Además, las verdades más altas, que son las del Evangelio, no se pueden conocer auténtica e íntimamente sin esa forma de amor sobrenatural que es la caridad, único medio de conocer realmente a Dios, Verdad infinita.

Ahora bien, cuando decimos "voluntad", entendemos "responsabilidad". No se concibe el estudio como un proceso meramente técnico e intelectual preocupado sólo de respetar las leyes de la lógica. Si en él la voluntad desempeña un papel esencial, esto quiere decir que el estudio se concibe como "trabajo" también en sentido moral. No sólo contribuye a desarrollar las virtudes intelectuales, sino asimismo las morales. De aquí que tenga estrecha relación con el bien del hombre. Por ser el estudio acto de responsabilidad, debe reforzar nuestro sentido de responsabilidad en la prosecución del verdadero bien del hombre. Desde este punto de vista el estudio es trabajo en un sentido más profundo, pues no está al servicio de conocimientos abstractos, sino que es decisivo en la orientación del hombre hacia su destino eterno" (ibíd.).

Tercera pregunta: ¿se estudia simplemente para tener una profesión "rentable" el día de mañana? ¿Sólo por buscar un sueldo y un status social?

"Numerosos compañeros vuestros se orientan a afrontar el estudio con una actitud positiva de profesionalidad, pero al mismo tiempo lo enfocan con la tendencia utilitarista de mera afirmación de sí mismos. Parece así reafirmarse el cínico eslogan de "saber es poder". Ciertamente el estudio puede concebirse como "trabajo" en el sentido de que debe orientarse concretamente a la profesionalidad. Sin embargo, conviene prestar atención para que esta orientación práctica del estudio no sea consecuencia ni expresión de materialismo (cf. Laborem exercens, 13), en el que el mismo hombre queda reducido a instrumento de la ambición propia o ajena. Hemos de repetir que el trabajo es servicio y que el gozo de ponernos a nosotros mismos y nuestro trabajo al servicio del bien, jamás podrá sustituirlo la ilusión de un poder individual efímero" (ibíd.).

Cuarta pregunta: ¿el trabajo y el estudio santifican? ¿No son pesadas obligaciones y nos santificamos con otras cosas, por ejemplo, con "reuniones" o apostolado directo?

"El significado del trabajo, pues, recibe luz del sentido cristiano de la vida; la comprensión de la fatiga humana depende de la comprensión de la vocación con que Dios llama al hombre a ponerse totalmente al servicio del bien en todas sus acciones. El hombre es el fin del trabajo, pero el fin del hombre es Dios: por tanto, el significado del trabajo supera al mismo trabajo y lo libera.

Ahora ya podemos captar cuál es el significado más profundo del estudio y del trabajo al mismo tiempo: la búsqueda de la santidad. La tarea que se abre ante vosotros, que os proponéis dar testimonio cristiano en el trabajo universitario, puede encerrarse en una palabra llena de contenido: santidad. Santidad en el estudio y por medio del estudio. El mundo del trabajo tiene necesidad de vuestra vida santa. Y esta vida santa consta de doctrina y oración, intimidad con Cristo y trabajo: está hecha de amor. ¿Motivo para ello? Lo saco de estas palabras que vosotros ciertamente conocéis bien: "Vuestra vocación humana es parte, y parte importante, de vuestra vocación divina. Esta es la razón por la cual os tenéis que santificar, contribuyendo al mismo tiempo a la santidad de los demás, de vuestros iguales, precisamente santificando vuestro trabajo y vuestro ambiente: esta profesión u oficio que llena vuestros días, que da fisonomía peculiar a vuestra personalidad humana, que es vuestra manera de estar en el mundo" (Pasa Jesús, Josemaría Escrivá de Balaguer, n. 46)" (ibíd.).

Estas son las perspectivas cristianas para estudiar. Tomado en serio, el estudio es un medio de santificación y, de fondo, un apostolado para luego poder ejercer algo útil, bueno, verdadero, bello, en el mundo.

6 comentarios:

  1. Todo lo humano está destinado a la santidad. La santidad solo puede venir de DIOS.
    ¿Es más o menos eso, Padre?.
    Me viene produciendo perplejidad, como haciéndolo DIOS todo, soy yo el que se cansa. Desde luego, el sentido del humor de DIOS, es también, infinito. Alabado sea DIOS. Muchas gracias por todo, Padre, DIOS le bendiga.

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    1. ES así. Más que "lo humano", yo diría cada bautizado; lo humano entero está destinado a tomar la forma de Cristo, a ser redimido.

      Hemos de obrar la salvación -la santidad- con temor y temblor, porque es algo serio, definitivo. Nos cansamos, ¡y mucho!, como obreros en la viña del Señor para darle el fruto a su tiempo.

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    2. Muchas gracias por la puntualización, Padre.

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  2. D. Javier, no es difícil estudiar echándole tiempo y ganas pero mirando a nuestro alrededor no vemos fácil ejercer una profesión para mayor gloria de Dios. Rezamos por vd.

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    1. Como el sordomudo del evangelio de ayer, domingo, la Colmena ha abierto sus oídos y hasta sus labios. ¡Bienvenida sea la colmena!, porque me dais una inmensa alegría, de verdad.

      Vamos a lo que vamos:

      Os habéis quedado en la segunda parte, en el fruto del estudio que sería el trabajo vocacionalmente vivido, percibido en sus dimensiones cristianas: sois abejas obreras, muy obreras.

      Pero ¿y la primera parte? Era, tal vez, la que más me interesaba, es decir, subrayar que el estudio debe vivirse con perspectiva de fe, como ejercicio de santificación y como trabajo cotidiano. Es lo que suelo insistir a los jóvenes, especialmente en su etapa universitaria, cuando confiesan conmigo o alguno que otro que se dirige conmigo.

      Vosotros, abejas de la colmena de doña Julia, debéis pensar no sólo en ser abejas obreras (claro que no sé vuestra edad y tal vez hayáis terminado de estudiar), sino pensad en la abeja Maya en la escuelita de Doña Casandra, aprendiendo y estudiando. Y eso con visión de fe.

      ¿Seguiréis por aquí? ¿Escribiréis? ¡Dadme esa alegría, por favor!

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  3. Como según su blog le gusta el sentido del humor le hacemos una advertencia, si la llama doña Julia se arriesga a que le conteste así: soy mujer, soy católica, me llamo Julia María y soy madre. Apiádese de nosotros porque aunque no es fácil que mi madre se moleste con vd no tenemos ganas de oir su lamento: de Julia María ¿no se entiende María?

    Nos corrige por referirnos al trabajo pero al estudiar pensamos no solo en el presente sino también en la finalidad de nuestro estudio, en qué vamos a hacer después de finalizar los estudios y no tenemos claro si es para mayor gloria de Dios.

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