martes, 7 de febrero de 2012

Vivir humildes corresponde a lo que somos realmente

Si alguno de vosotros carece de sabiduría, pídasela a Dios, y Dios que da a todos generosamente y sin echarlo en cara, se la concederá (St 1,5).

    La humildad es un don que hay que pedir. La oración misma es una entrada en la humildad, porque desde sí mismo, la verdad de uno, se dirige al Padre de las misericordias. Pedir este don constantemente al Señor para que avancemos en la propia vida espiritual.

    La humildad brota en el corazón que se reconoce tal cual es ante el Señor. El examen de conciencia -el discernimiento propio e íntimo- nos hace avanzar en humildad, porque uno empieza a conocer la propia masa, y las resquebrajaduras de nuestro vaso de arcilla, y pide a Dios que lo modele como un vaso nuevo en las manos hacendosas de Dios, el Alfarero (cf. Jer 18, 1ss). "¡Concédenos que la gracia nos modele a imagen de Cristo!" (Orac. colecta, Sábado después de Epifanía).

Y los campos de la humildad: señalemos dos, la humildad en el ser y la humildad con Dios.

    a) Humildad en el ser: 

Conocerse a sí mismo, en un camino de introspección, para descubrir la interioridad personal, es el primer ámbito de la humildad. Conociéndose uno mismo tal cual es, sin ponerse máscaras ni autoengañarse, es el principio de la humildad. Ver lo poco que uno es y vale, desde la propia finitud temporal e histórica, desde la fragilidad de la carne pecadora, desde la frustración de la carne frente al espíritu, es la mejor medicina de la humildad. Mirarse a uno mismo con los ojos limpios. Si se quiere algún espejo, el mejor espejo son las Escrituras, donde el hombre se mira y se encuentra reflejado en el Verbo. ¿Es una imagen ajustada al Logos-Cristo? ¿En qué medida nuestro corazón deforma la imagen? ¿Somos imagen y semejanza de Dios? Y, al responder a esta pregunta, existencial y personal, la humildad fluye. Poco somos, poco valemos. Somos criaturas, al fin y al cabo. Eso sí, amadas tremendamente por Dios.

    Al reconocer la propia imagen en el espejo de las Escrituras, no nos miraremos más en los espejos de la vanidad, autocomplaciente, y siempre cicatera, que con cualquier cosa bien hecha eleva el propio yo hasta las cimas de la idolatría, confundiendo la legítima satisfacción con la vanidad espiritual.

    Sabiendo lo que uno es, lo que uno vale, la verdad personal, el hombre puede crecer, puede progresar, siempre homo viator en el peregrinaje histórico de la propia existencia y plenitud.

    b) Humildad ante Dios: 

La actitud del humilde de espíritu, el pobre de espíritu al que pertenece el Reino de los cielos, es la petición sincera de que Dios tenga piedad de él. Inclinando el corazón ante el Señor, el Señor levanta del polvo al desvalido. Sólo con la valentía de mostrar las propias y ocultas llagas ante el Dios de la misericordia podremos ser curados. El que las esconde por miedo a Dios (como Adán y Eva), o el que las niega (como el fariseo) comete el pecado contra el Espíritu, creerse salvado, no necesitar la salvación de Dios.

    El humilde por el contrario, ante Dios, descubre su propia verdad, y deja que la gracia de Dios fecunde su corazón, sane las llagas, vende el corazón quebrantado. Deja que el Espíritu Santo penetre su psiquismo, sondee las profundidades del espíritu humano. Así el cristiano, hecho humilde, reconoce la arcilla de la que está hecho y se deja transformar por el Señor de las misericordias. La soberbia impide la gracia, la humildad permite la transformación, "en nuestra fragilidad nos ayudas con medios abundantes", dice una oración colecta.

18 comentarios:

  1. Todo lo que somos, poseemos, decimos, pensamos o hacemos proviene de Dios. No seríamos nada sin El. El nos donó el ser para que existiéramos. En nos dio la forma y el sentido de nuestra vida. La soberbia aparece cuando perdemos la consciencia de nuestra finitud y limitaciones. ¿Qué podemos ser sin El? Lo mejor que podemos desear para nosotros es que El nos convierta en eficaces herramientas de su voluntad.

    Un abrazo en el Señor. Seguimos unidos en la oración :)

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    1. La soberbia siempre es ceguera e hinchazón, que oculta nuestra verdadera naturaleza. ¡Es horrible!

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  2. Es así, hay que pedirle la humildad al Señor cada día pues, en cualquier momento podemos perderla.

    Gracias, D. Javier y muy feliz día para todos.

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    1. ¡Y tanto que la podemos perder! ¡Qué vigilantes hemos de ser y estar! Y al mismo tiempo, qué orantes verdaderos habremos de ser en Espíritu y Verdad...

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  3. Corazón manso y humilde de Jesús haz nuestros corazones semejantes al Tuyo.
    Un saludo cordial.

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    1. Cada viernes, que es penitencial, suelo repetir mil y una vez:

      Jesús, manso y humilde de Corazón.
      R/ Haz nuestro corazón semejante al tuyo.

      Oh Dios, que en el Corazón de tu Hijo,
      herido por nuestros pecados
      has depositado infinitos tesoros de caridad,
      te pedimos que al rendirle el homenaje de nuestro amor
      le ofrezcamos una cumplida reparación.
      Por Jesucristo nuestro Señor.

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  4. Es muy difícil llegar a la verdadera humildad, qué difícil un examen de conciencia honesto sin engañarse, horrorizarse ni fingir. Conocer la verdad de uno mismo, aceptarla y caminar desde ella sin buscar justificaciones, sin darse por perdido y sin lo que el santo Cura de Ars llama humildad de garabato. Si fuéramos conscientes de que sólo somos lo que somos ante Dios, y después miráramos ordenadamente los hechos vividos, los hábitos o costumbres que están enraizados en la propia vida, sabríamos contra qué luchar y no caminaríamos a ciegas como el enfermo que no quiere reconocer su enfermedad. Entremos en la celda del conocimiento de nosotros mismos decía santa Catalina de Siena, pero entremos con Cristo porque son inseparables la celda del conocimiento de si mismo y la celda del conocimiento de la bondad de Dios para no sucumbir bajo el peso de nuestra fragilidad ni caer en la presunción. La humildad madre de todas las virtudes, nos lleva a la mansedumbre, a la misericordia y nos hace perder el miedo.

    Gracias don Javier porque hoy estoy cansada.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. ¿Qué le pasa? ¿Por qué está cansada? ¿De cuerpo o de alma?

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    2. La vida esencialmente produce cansancio o al menos es lo que ha ido produciendo en mí con el transcurso de los años. Con lo “encantadora“ que es la pereza, hay que seguir trabajando ¿Quién dijo que el amor ni cansa ni se cansa? ¿Fue nuestro común amigo san Juan de la Cruz? Uff ¡hay que levantarse! Gracias por su interés, la entrada de hoy ha sido muy oportuna, Dios nos va dando toques por el camino.

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    3. "El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa" es la cita exacta de san Juan de la Cruz.

      El cansancio -tedio, hastío- que puede conllevar la vida debe aminorarse por la virtud sobrenatural de la esperanza. ¡Levante el corazón al Señor!

      Un fortísimo abrazo que alivie su cansancio.

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  5. Buenas tardes don Javier. La soberbia dificulta todo un montón, la humildad es verdadera si vamos de la mano de María.Un abrazo.

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    1. De la mano de María, a la que Dios miró en su humildad: "humilitatis ancillae suae".

      Porque, ¡qué mala es la soberbia!, ¡cómo lo estorba todo!, ¡cómo apaga toda semilla de bien, de bondad, de belleza, de amor!

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  6. Buenos días, don Javier y compañeros. Quería compartir con vosotros algo que escuché hace no mucho tiempo acerca de la humildad, que me ayudó a ver todo lo que me falta aún para llegar a ella. Es una sentencia de los Padres del desierto que dice así:
    Preguntaron a un anciano: «¿Qué es la humildad?». Y respondió: «Perdonar al hermano que ha pecado contra ti antes de que te pida perdón».
    Ruego al Señor, me conceda la gracia de poder ver mi propia verdad.
    Saludos a todos.

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    1. ¡Me ha gustado lo de "compañeros"! Parece el Martirologio: "San Zetanito y COMPAÑEROS mártires", y, efectivamente, aquí están los mártires que aguantan una catequesis diaria en el blog!!!!

      Es verdad y es una prueba de fuego, de calidad, un crisol, para la verdadera humildad perdonar a quien nos ha hecho daño ANTES incluso de que nos pida perdón.

      ¡Dios mío, danos esa humildad!

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    2. Sí, sí, don Javier, DICHOSO martirio ;)

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  7. Efectivamente " humildes y penitentes como el publicano en el templo " ...tenemos que pedirla todos los días para no cerrarle la puerta a la Gracia.

    Un abrazo a todos

    María M.

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