jueves, 14 de octubre de 2010

La belleza que fascina

El rostro del catolicismo ha mostrado una faz gloriosa, es decir, luminosa, bella y transparente, durante siglos en el esplendor y hondura espiritual de la Santa Misa y de sus oficios que impresionaron tanto que incluso lograba conversiones –como la de Paul Claudel en el Magnificat de unas Vísperas navideñas en Notre-Dame de París-. Hoy ya no es así, y recuperar la fuerza espiritual y sagrada de la liturgia es uno de los caminos por donde transita actualmente la Iglesia.

    Algunos han pretendido lograr la unión entre la religión y la vida rebajando y adaptando la religión a las modas del momento, perdiendo su esencia y su belleza, persiguiendo metas meramente mundanas. Los actos de culto religioso han de ayudar a trascender lo mundano, y no mundanizarse so pretexto de integrar, de atraer, de renovar, de participar: lemas tan en boga y a la vez tan vacíos y fracasados. Parece que no se dan cuenta de la importancia básica de lo sagrado en la religión que nos hace salir de nosotros mismos para estar ante Dios, embotando el sentido sagrado de la religión y de la liturgia. Al final profanan la liturgia, es decir, la convierten en algo mundano, profano, corriente. 
 
¿Pero este comportamiento responde al deseo y a la intención de quien acude a la iglesia? 
 
¿No se desprecia el sentido religioso inscrito en el corazón del hombre independientemente de la mayor o menor formación intelectual y académica? 
 
¿Acaso quien entra en la iglesia con corazón puro no lo hace buscando a Dios, dejándose envolver por el Misterio?

    La belleza, que atrae y fascina al espíritu humano, lo eleva sobre sí mismo a la Belleza que es Dios, ha sido desterrada de la liturgia, introduciendo formas, modos de comportarse, dinámicas e incluso la misma música y canto, que son vulgares, de mal gusto, sin hermosura alguna ni espiritualidad (el “feísmo” se llama en filosofía a este fenómeno). Frente a esta desfiguración de la belleza en la liturgia, sólo hay hoy un camino para el catolicismo: el cuidado, el respeto y la delicadeza por la liturgia, su belleza y sacralidad.

    Con palabras del papa Benedicto: 
“En toda forma de esmero por la liturgia, el criterio determinante debe ser siempre la mirada puesta en Dios. Estamos en presencia de Dios; él nos habla y nosotros le hablamos a él. Cuando, en las reflexiones sobre la liturgia, nos preguntamos cómo hacerla atrayente, interesante y hermosa, ya vamos por mal camino. O la liturgia es opus Dei [obra de Dios y para Dios], con Dios como sujeto específico, o no lo es. En este contexto os pido: celebrad la sagrada liturgia dirigiendo la mirada a Dios en la comunión de los santos, de la Iglesia viva de todos los lugares y de todos los tiempos, para que se transforme en expresión de la belleza y de la sublimidad del Dios amigo de los hombres” (Discurso a los monjes cistercienses de la Abadía de Heiligenkrenz, Austria, 9-septiembre-2007). 
 ¡Qué necesario es el respeto exquisito a la liturgia, a sus normas, a su espiritualidad y belleza! 

En la liturgia hemos de pregustar el cielo y la felicidad eterna, lo que nos hace trascender, sintiendo y gustando internamente a Dios.

4 comentarios:

  1. Me ha dejado ud. epatado, páter. No está uno acostumbrado a leer estas cosas a sus pastores.

    ¡Gracias!

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  2. Sabe D. Javier... la belleza se entiende hoy en día como estética de consumo. Todos creemos que podemos tener la belleza colgada en casa, comprando una foto de la Gioconda y poniéndole un marquito guapo. Total... la belleza se vende como una mercancía más. Pago y la poseo.

    Otras veces te encuentras con tres rayas de colores pintadas a la loca y una cohorte de fanáticos pujando por la firma que lleva debajo. Lo de menos es lo que se pinte, se escriba, se esculpa o se cante y el sentido transcendente que conlleva... lo importante es de quien es y que yo puedo poseerlo.

    Lo mismo pasa con la Verdad... creemos poder poseerla, pero en el mejor de los casos Ella es la que nos posee. La Belleza no podemos poseerla, Ella es la que nos conmueve, nos transforma y nos imprime carácter,... para incluirnos en Ella.

    Tenemos los sentidos saturados y la comprensión opacada. Esto nos impide darnos cuenta de que la Liturgia es Belleza y que la Verdad se manifiesta por medio de Ella para transformarnos. Por eso asistimos a misa como quien asiste a una reunión vecinal y salimos con el "deber" cumplido y la conciencia tan dormida como cuando entramos.

    Pero... como le decía en el anterior post... hay personas que van despertando y dándose cuenta de todo esto. Su blog y otros similares son evidencia de que algo se mueve. Toca, pues, dar campanadas con paciencia y esperanza... que es espera y sentido, en si misma. Iremos despertando poco a poco, para eso tenemos al Espíritu Santo más activo que nunca . Fíjese el Papa con que nos ha bendecido :)

    Dios le bendiga, D. Javier :)

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  3. A los 23 años supe lo que era la Misa gracias a un padre cartujo. Esa vez fue suficiente para reconocerla por donde quiera que vaya; pero por lo menos tuve esa vez ...

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  4. Cuando se gusta y se reconoce la Belleza, ya ningún sucedáneo puede satisfacer.

    Y cuando hablo de Belleza en la liturgia tiene un sentido amplio: Belleza, verdad, armonía, proporción, elevación, espiritualidad.

    No identifiquemos simplistamente Belleza en la liturgia con la estética litúrgica de una época (para algunos todo es el Barroco y la única Belleza posible: casullas de guitarra bordadísimas, cálices barrocos altísimos, etc.).

    La Belleza no se ciñe a una época o a una sola forma estética.

    Pax

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