jueves, 21 de octubre de 2010

Despedirse del altar

Desde que descubrí esta oración hace años, suelo recitar el inicio de la plegaria (¡lástima que no consigo aprendérmela de memoria) cuando, después de ofrecer la Eucaristía, me retiro del presbiterio hacia la sacristía. Es una preciosa oración que el sacerdote pronuncia, en los ritos litúrgicos orientales sirio y maronita, antes de abandonar el santuario:

"Queda en paz, santo altar del Señor.
No sé si en el futuro regresaré a ti o no.
Que el Señor me conceda verte en la asamblea de los primogénitos
que están en los cielos;
en esta alianza pongo mi confianza.


Queda en paz, altar santo y propiciador;
que el Cuerpo santo y la Sangre propiciatoria
que he recibido de ti
sea para el perdón de mis culpas, la remisión de mis pecados
y mi salvación delante del temible tribunal
de nuestro Señor y Dios, por siempre.

Queda en paz, santo altar, mesa de vida,
y ruega por mí a nuestro Señor Jesucristo,
para que yo no deje de pensar en ti de ahora en adelante
y por los siglos de los siglos".

Con esto se me ocurren varias cosas:

-La devoción y el recogimiento (que no es hieratismo) del sacerdote; ha de orar la liturgia, ha de saberse muy conscientemente en presencia del Dios Altísimo y que Cristo actúa por y en su persona.

-El amor, respeto y veneración por el altar santo. Éste no es una mesa cualquiera que se mueve más adelante o más atrás en función de imágenes, candelabros o ciriales... Tampoco es una repisa donde a veces, fuera de la celebración, limpiando o arreglando algo, se puedan colocar cualquier tipo de cosas y herramientas.

-El exorno y limpieza del altar deben rozar la pulcritud: manteles limpios, adecuados al diseño del altar, las flores, los candelabros relucientes, etc. Y durante la celebración de los divinos misterios, no considerar el altar una mesa auxiliar donde se deja todo desde el principio: esquemas para la homilía, vinajeras, lavabo, toalla, un micrófono inalámbrico, etc. ¡Es una Mesa santísima!

-El beso al altar al principio y al final de la Misa y de la Liturgia de las Horas debe marcar profundamente al sacerdote y al diácono (Ara Christus est, decían los Padres), porque besan a Cristo. Y los fieles deben venerar igualmente el altar, con amor, inclinarse profundamente al pasar delante de él, mirarlo con sumo respeto.

"Queda en paz, santo altar del Señor..."



7 comentarios:

  1. ¡Uuuyyy, me la voy a guardar!

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  2. Amigos: no podéis tener queja de este blog-catequesis de adulto; es doctrinalmente sano, ofrece textos buenos, es elegante.... ¡Toda una joya! Je,je.

    Sólo falta una cosa: que realmente haga bien formando y, si puede ser, que se difunda más.

    Saludos a todos.

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  3. D. Javier, me gustaría plantearle una duda. En el lugar donde veraneo, se estira mucho que un grupo de seglares ayuden al sacerdote a dar la comunión. A mí, particularmente no me va mucho y si puedo busco la fila del sacerdote. Mi pregunta es si estos acólitos no debieran llevar alba y, por otro lado, si fuera así, si las mujeres pueden llevarla. En caso contrario, sería una incoherencia que dieran la comunión. Bueno, a ver qué me puede decir D.Javier.

    Un saludo desde Lucena

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  4. Se permiten los ministros extraordinarios de la comunión cuando "el número de fieles que desean acercarse a la sagrada comunión sea tan grande que se prolongaría demasiado la duración de la misa o la distribución de la comunión fuera de la misa" (Instr. Inmensae caritatis, 1, 1c). Por tanto es algo perfectamente legítimo y no veo que para comulgar haya que cambiar de fila.

    El acólito instituido sirve al altar y por tanto está revestido con alba y así, en caso de necesidad, ayuda a distribuir la comunión.

    Si son ministros extraordinarios ad cassum, es decir, por esta Misa y en esta circunstancia, "lleven o un vestido litúrgico, quizá tradicional en la región [luego no se refiere al alba sino algún tipo de túnica], o un vestido que no desdiga de este ministerio..." (RCCE, cap. I, n. 20). Por tanto que vayan, varón o mujer, decentemente vestidos. Hay que pensar que el alba en el uso litúrgico se suele restringir a los ministerios instituidos, y éstos sólo se confieren a varones.

    El orden de preferencia para elegir un ministro extraordinario: "lector, alumno de seminario mayor, religioso, religiosa, catequista, fiel varón o mujer" (Instr. Inmensae caritatis, 1, IV).

    Además el ministro extraordinario "debidamente preparado deberá distinguirse por su vida cristiana, por su fe y sus buenas costumbres" y no alguien que provoque escándalo o repulsa por su modo de vivir o una causa objetiva: "No será elegido para tal oficio uno cuya designación pueda causar sorpresa a los fieles" (Id., 1,VI).

    Estas son las disposiciones que responden a su pregunta.

    Cumplidos los requisitos, es indiferente de quién se recibe la comunión, porque lo importante es poder comulgar. En sentido general y amplio, podríamos recordar que no somos donatistas que subordinemos los sacramentos a la santidad o dignidad personal del ministro (siempre deseable) sino a la acción del mismo Cristo; por eso es indiferente quién nos distribuya la Comunión una vez que ha recibido ese encargo ad cassum.

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  5. Muchas gracias D.Javier por atender mi demanda

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