sábado, 22 de mayo de 2010

Vigilia Pentecostés: Veni Creator!!!


¡Ven, Señor Espíritu Santo!
¡Ven!
Es el clamor unánime de la Iglesia esperando un nuevo Pentecostés,
misterio de santificación y de amor.

Veni Sancte Spiritus!
Ven, Señor y Dador de Vida,
pues sin Ti, ¿quién hará fecundo lo estéril?
Sin Ti, Espíritu Santo, ¿quién sanará lo enfermo?,
¿quién lavará las manchas?.
¿quién podrá dar calor de vida en el hielo de este mundo?,
¿cómo se podrá domar el espíritu indómito, rebelde, suspicaz?,
¿cómo sentiremos tu gozo y pensaremos lo que es recto
y obraremos según la voluntad del Padre?

Veni Creator Spiritus!
¡Ven Espíritu Creador!
Y, como al inicio de la creación, reposabas sobre el orbe,
ven y renueva ahora la faz de la tierra,
haciendo de este mundo un mundo nuevo,
donde nunca más se hablen las lenguas diversas
del egoísmo, de la soberbia, de los intereses excluyentes
de esta Babel del siglo XXI,
sino la única lengua verdadera y comprensible para todos:
el lenguaje del amor, de la concordia, de los signos y hechos,
de las obras de misericordia para edificar,
no nuestra altiva ciudad mundana,
sino la Ciudad de Dios.

Tu rite promíssum Patris,
sermóne ditans gúttura.

“Según la promesa del Padre,
pon tus palabras en nuestros labios”,
así podremos pronunciar la lengua única del amor,
comprensible para todos.

Ven, ¡ven Espíritu Santo!
Establece la verdadera alianza con tu pueblo,
sella nuestros corazones con el santo crisma espiritual
para que tengamos la inteligencia del Verdadero,
para comprender y escrutar el Misterio del Padre y del Hijo,
Ley interior, Ley espiritual, Ley grabada
no en tablas de piedra –como aquel Horeb grande y terrible-
sino en el corazón vivo de los fieles de la Iglesia.

Per te sciámus da Patrem
noscamus atque Filium,
te utriúsque Spíritum
credamus omni tempore.

Por Ti saber del Padre
y conocer al Hijo
y a Ti, Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo.

Señor Espíritu Santo,
Dador de vida, que procedes del Padre y del Hijo
y que hablaste por los profetas:
realiza en nosotros lo prometido:
¡haznos resucitar con Cristo!
Si Tú habitas en nosotros
como habitaste en la carne humana del Verbo,
entonces resucitaremos: se alegrarán los huesos quebrantados,
los huesos secos sin vida.

¡Cómo florece todo!
¡Cómo vivificas todo aquello donde Tú reposas!
Donde Tú estás, Espíritu de Amor,
está la libertad.
Donde Tú estás, en la Iglesia,
toda vida y toda gracia florecen.

¡Sana!
¡Vivifica!
¡Anima!
¡Eleva!
¡Resucita!
¡Oh Señor, Espíritu del Padre y del Hijo!
¡Da vida, fortifica, robustece a los hijos fieles de la Iglesia!
¡Ven, sopla sobre toda carne,
para que profeticen los hijos y las hijas de la Iglesia,
den testimonio en el mundo,
anuncien el Evangelio,
vivan en santidad!

¡Envía un rayo de tu luz,
Luz gozosa, excelso Fuego!

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