miércoles, 26 de agosto de 2009

Jesucristo, ¡sólo Jesucristo!


La fascinación que ejerce el Corazón de Cristo atrae al hombre. En Cristo, el hombre descubre su propia verdad, su destino, su vocación y su plenitud. ¡Ah!, es que Cristo revela el hombre al hombre.

Es el encuentro personal con Él lo que determina la vida; es la unión cada día más íntima con Él lo que da colorido y verdad a la vida cristiana. Sólo entonces seremos santos; sólo entonces nacerán apostóles convencidos y convincentes en la vida familiar, social, cultural, económica, política... ¡en todo lo que es humano!

Nada puede sustituir a Jesucristo: ni las ideologías teológicas, ni la filantropía, ni la lucha social, ni una forma de pietismo, ni la pastoral con tintes secularizadores, ni el entretenimiento simpático del grupo por sí mismo en sus reuniones...

¡Jesucristo, sólo Jesucristo responde a aquello para lo que el hombre está hecho!
Sólo Jesucristo que se sigue dando en la vida eclesial, a quien encontramos entregándose en los sacramentos, con quien podemos tratar en la oración personal y litúrgica...
Sólo Jesucristo es la clave de interpretación de la realidad.
Sólo Jesucristo responde a las exigencias de infinito del corazón humano.
¡Sólo Jesucristo!

Quitar la mirada de Él para ponerla exclusivamente en el propio hombre es perder el horizonte y volar a ras de tierra.
Apartar el rostro de Él y ponerlo sólo en las realidades temporales, dejándonos influenciar y orientar por la mentalidad de moda, es secularizar la Iglesia.
Cesar de mirarlo es ponerse a hacer meras introspecciones psicológicas en lugar de catequesis y oración, para un encuentro trascendente e impersonal, con resabios de la New Age y una espiritualidad difusa....

Cuando el hombre deja de adorar a Dios se puede poner de rodillas y adorar cualquier cosa, incluso puede hacer de la teología -científica, sí, pero también contemplativa y adornate- una ideología etiquetada, contaminada por las categorías modernas de filosofías y sistemas ateos.

¡Jesucristo, sólo Jesucristo!
¿Descubriremos la centralidad de Jesucristo?
¿Girará la vida de la Iglesia en torno a Él, sólo en torno a Él?

Sólo volviendo a Él saldremos del marasmo de la secularización interna de la Iglesia.
Sólo centrando la vida eclesial, pastoral y catequética en Él, la Iglesia rejuvenecerá, se embellecerá de santidad y nuevas vocaciones, y se presentará al mundo como la Esposa del Señor.

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