Bendiciones a lo largo del año litúrgico
Lo que se pone al servicio de la
liturgia, lo que va a servir en la liturgia de un modo relevante, recibe en su
bendición en el rito litúrgico. Lo encontramos en varios momentos del año
litúrgico.
Si en el Adviento se utiliza la
corona de Adviento como un signo pedagógico, en vez del acto penitencial se
procede a su bendición en el primer domingo, que, extrañamente, no conlleva el
signo de bendición con la cruz:
Lleno
de esperanza en su venida,
tu
pueblo ha preparado esta corona
con
ramos del bosque y la ha adornado con luces.
Ahora,
pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación
para
la venida de tu Hijo,
te
pedimos, Señor, que mientras se acrecienta cada día
el
esplendor de esta corona, con nuevas luces,
a
nosotros nos ilumines… (Bend 1242).
En la fiesta de la Presentación del
Señor, el 2 de febrero, al inicio de la Misa se bendicen las candelas o velas
que los fieles ya tienen encendidas en sus manos:
Oh
Dios, fuente y origen de toda luz, que has mostrado hoy a Cristo, luz de las
naciones, al justo Simeón:
dígnate
santificar con tu + bendición estos cirios;
acepta
los deseos de tu pueblo que, llevándolos encendidos en las manos,
se
ha reunido para cantar tus alabanzas,
y
concédenos caminar por la senda del bien,
para
que podamos llegar a la luz eterna.
Rito penitencial propio del rito
romano es la imposición de la ceniza al inicio de la santa cuaresma. Tras la
homilía se procede a su bendición y luego aspersión con el agua bendita. Dos oraciones
ad libitum nos ofrece el Misal romano, una que bendice a los fieles que van a
recibir la ceniza, y otra que bendice directamente la ceniza:
Oh
Dios, que no quieres la muerte del pecador, sino su arrepentimiento,
escucha
con bondad nuestras súplicas y dígnate bendecir + esta ceniza
que
vamos a imponer sobre nuestra cabeza;
y
porque sabemos que somos polvo y al polvo hemos de volver,
concédenos,
por medio de las prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados;
así
podremos alcanzar, a imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu reino.
El domingo de Ramos en la Pasión del
Señor, conmemorando la entrada de Jesús en Jerusalén, se bendicen los ramos de
olivo y las palmas que ya tienen los fieles en sus manos:
Dios
todopoderoso y eterno,
santifica
con tu bendición + estos ramos,
y,
a cuantos vamos a acompañar a Cristo
aclamándolo
con cantos,
concédenos
entrar en la Jerusalén del cielo
por
medio de él.
Y se asperjan con agua bendita.
También hay otra bendición en el año
litúrgico, la del fuego nuevo al comienzo de la santa Vigilia pascual. De este
fuego nuevo se encenderá el nuevo cirio pascual:
Oh
Dios, que por medio de tu Hijo has dado a tus fieles
el
fuego de tu luz, santifica + este fuego,
y
concédenos que la celebración de estas fiestas pascuales
encienda
en nosotros deseos tan santos
que
podamos llegar con corazón limpio
a
las fiestas de la eterna luz.
Y cualquier domingo, especialmente
de la cincuentena pascual, se puede bendecir el agua y realizar el rito de la
aspersión en lugar del acto penitencial. Dice el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno
que
por medio del agua
fuente
de vida y medio de purificación
quisiste
limpiarnos del pecado
y
darnos el don de la vida eterna,
dígnate
bendecir + esta agua,
para
que sea signo de tu protección
en
este día consagrado a ti, Señor.
Por
medio de esta agua
renueva
también en nosotros
la
fuente viva de tu gracia…
Bendiciones para ministerios y oficios
litúrgicos
Para el sacramento del Orden, para
el ministerio sacerdotal y diaconal, la materia y forma del sacramento es la
imposición de manos junto con la plegaria de ordenación. Pero, desde antiguo,
para los demás ministerios y órdenes, no se impuso las manos, sino que se
realizó una bendición. Así lo establecía ya Hipólito en su Traditio Apostolica:
“no se le impondrá las manos” (c. 10) al instituir a las viudas, ni al lector,
ni al subdiácono, etc…
En la Iglesia romana hay dos
ministerios laicales instituidos, por tanto, ejercerán ese ministerio de forma
estable en la Iglesia: son el lector y el acólito. Ambos reciben su ministerio
de manos del obispo mediante una bendición, que reciben estando de rodillas (CE
800):
¡Oh
Dios, fuente de toda luz y origen de toda bondad!,
que
nos enviaste a tu Hijo único, Palabra de vida,
para
que revelara a los hombres
el
misterio escondido de tu amor;
bendice
+ a estos hermanos nuestros,
elegidos
para el ministerio de lectores;
concédeles
que, al meditar asiduamente tu palabra,
se
sientan penetrados y transformados por ella
y
sepan anunciarla, con toda fidelidad, a sus hermanos.
Y la institución del acólito:
Padre
misericordioso,
que
por medio de tu Hijo único
has
dado a la Iglesia el pan de vida,
bendice
+ a estos hermanos nuestros,
elegidos
para el ministerio de acólitos;
que
tu gracia, Señor,
los
haga asiduos en el servicio del altar,
para
que distribuyendo con fidelidad
el
pan de vida a sus hermanos,
y
creciendo siempre en la fe y en la caridad,
contribuyan
a la edificación de tu Iglesia.
Pero también existe, en el
Bendicional, una serie de bendiciones para ministerios y servicios eclesiales
de forma temporal, no instituido, que puede impartir el sacerdote en su
parroquia y que no son especialmente conocidas y empleadas, pero que muy bien
podrían enriquecer la vida litúrgica de una parroquia.
Cuando se envía personas a anunciar
el Evangelio, por ejemplo, en una Misión parroquial los misioneros reciben la
bendición (en una celebración de la Palabra o en la Misa):
…Te
pedimos ahora, Señor,
que
dirijas tu mirada bondadosa
sobre
estos servidores tuyos
que,
fortalecidos por el signo de la cruz,
enviamos
como mensajeros de salvación y de paz.
Con
el poder de tu brazo, guía, Señor, sus pasos,
fortalécelos
con la fuerza de tu gracia,
para
que el cansancio no los venza… (Bend 341).
En vez de una “Misa de envío” de los
catequistas (en la que cada uno improvisa ese envío como bien le parece),
encontramos una bendición de las personas destinadas a impartir la catequesis
(que puede celebrarse también dentro de la Misa):
Señor,
con tu bendición + paternal,
robustece
la decisión de estos servidores tuyos,
que
desean dedicarse a la catequesis;
haz que lo que
aprendan meditando tu palabra
y profundizando en
la doctrina de la Iglesia
se esfuercen por
comunicarlo a sus hermanos
y así, junto con
ellos, te sirvan con alegría (Bend 374).
También está la posibilidad de la
bendición para el equipo estable de lectores de una parroquia:
Oh
Dios,
que
en distintas ocasiones y de muchas maneras
has
hablado a los hombres,
para
darles a conocer el misterio de tu voluntad,
bendice
+ a estos hermanos nuestros,
para
que, cumpliendo fielmente el oficio de lectores,
anuncien
la palabra de Dios a los demás,
meditándola
primero en su corazón (Bend 405).
Existe la posibilidad de una
bendición de los acólitos, sean adultos, jóvenes o niños, que sirven al altar
de nuestras parroquias:
Oh
Dios,
que
has enviado al mundo a Jesucristo, tu Hijo,
para
salvar a los hombres,
bendice
+ a estos hijos tuyos que hoy se presentan ante ti;
para
que los hagas dignos de servir en el altar,
y
contribuyan, con su bondad y alegría,
a
revelar la grandeza del misterio pascual de tu Hijo (Bend 422).
En la vida parroquial no faltarán
nunca quienes se entregan más completamente al ejercicio de la caridad en la
Cáritas parroquial o en la pastoral de enfermos, acompañándolos. Ejercen un
ministerio de caridad en nombre de todos y también reciben la bendición:
Oh
Dios, que derramas en nuestros corazones,
por
el Espíritu Santo, el don de la caridad,
bendice
+ a estos hermanos nuestros,
para
que, practicando las obras de caridad y de la justicia social,
contribuyan
a hacer presente a tu Iglesia en el mundo,
como
un sacramento de unidad y de salvación (Bend 440).
Un ritual para bendecir
La vida del cristiano, en la
variedad de circunstancias que se presentan, y la vida misma de la Iglesia,
requieren implorar la ayuda, la gracia y la protección del Señor, es decir, su
bendición.
El Bendicional es un libro litúrgico
con muchas posibilidades y que incorpora bendiciones para situaciones muy
distintas.
La primera parte del Bendicional
recoge las bendiciones que se refieren
directamente a las personas.
Encontramos bendición de la familia
y de sus miembros, bendición anual de las familias en sus propias casas,
bendición de los esposos, bendiciones de los niños, bendición de los prometidos
(muy útil para concluir un Cursillo prematrimonial o un período en la Escuela
diocesana de novios), bendición de la mujer antes o después del parto,
bendición de los ancianos que no salen de su casa, bendición de los enfermos
(ésta sí puede ser anual, no como la Unción de Enfermos que debe reservarse a
enfermedad o peligro grave o ancianidad muy debilitada, y reiterarse sólo si la
situación se agrava o si recuperado hay una recaída grave), bendición de los
peregrinos, bendición de los que van a emprender un viaje.
La segunda parte del Bendicional se
dedica a todo aquello que tiene que ver con
las construcciones y las actividades de los cristianos, su santificación en
el mundo por medio del trabajo.
En lo referente a las
construcciones: Bendición de los trabajos que preparan la estructura de un
nuevo edificio, bendición de una nueva casa, de un nuevo seminario, de una
nueva casa religiosa.
Y sobre la vida y las actividades de
los hombres: bendición de una nueva escuela o universidad, de una nueva
biblioteca, de un nuevo hospital o centro de cuidado de los enfermos, de un
laboratorio, taller o tienda de comercio, de locales destinados a los medios de
comunicación, de gimnasios e instalaciones deportivas, de todo lo relacionado
con los desplazamientos humanos, de algunos instrumentos técnicos y de trabajo,
de una bandera, de los animales, de los campos, tierras de cultivo y terrenos
de pasto, de los términos de una población, y la bendición en la presentación
de los nuevos frutos.
La tercera parte engloba las bendiciones de elementos destinados al uso
litúrgico o a las prácticas de devoción. Son la bendición del baptisterio o
de una nueva pila bautismal, con ocasión de inaugurar una cátedra o sede
presidencial, un ambón, un sagrario o sede para el sacramento de la penitencia,
de una nueva puerta para la iglesia, de una nueva cruz para la veneración
pública, de imágenes nuevas, de una campana, de un órgano, del cáliz y de la
patena, de la corona de Adviento, del belén navideño, del árbol de Navidad, de
las estaciones del Via Crucis, de un cementerio.
Ya en la cuarta parte se sitúan las bendiciones de objetos de devoción del
pueblo cristiano: bebidas, comestibles u otras cosas por motivos de
devoción, bendición de los rosarios, del escapulario, de un hábito.
Así pues, no se trata exclusivamente
de bendecir a Dios, sino que forma parte de la tradición cristiana bendecir las
cosas:
“Glorificando a Dios en todas las
cosas y buscando principalmente la manifestación de su gloria ante los hombres
–tanto los renacidos como los que han de renacer por la gracia-, la Iglesia,
valiéndose de las bendiciones, alaba al Señor por ellos y con ellos en las
diversas circunstancias de la vida, invocando la gracia divina sobre cada uno
de ellos.
A veces la Iglesia bendice asimismo
las cosas y lugares relacionados con la actividad humana o con la vida
litúrgica y también con la piedad y devoción, pero teniendo siempre presentes a
los hombres que utilizan aquellas cosas y actúan en aquellos lugares. El
hombre, en efecto, en cuyo favor Dios lo quiso y lo hizo todo bien, es el
receptáculo de su sabiduría y por eso, con los ritos de la bendición, el hombre
trata de manifestar que utiliza de tal manera las cosas creadas que, con su
uso, busca a Dios, ama a Dios y le sirve con fidelidad como único ser supremo”
(Bend 12).
No hay comentarios:
Publicar un comentario